Hubo una vez una banda de rock progresivo en Argentina, y no salió en ninguna Rolling Stone. No un proyecto de banda, no una serie de músicos aficionados dando a luz material espástico con influencias varias, y sumamente irregulares (no tengo nada en contra de estas bandas, muchos de mis músicos preferidos están muy lejos de haber sido estudiosos alguna vez en su vida), sino una banda de rock progresivo en serio. Una banda compuesta por académicos —músicos del Colón, como prefiere llamarlos un amigo— que se tomaban las cosas en serio. Una banda surgida de la música y no de un rejunte de intérpretes jugados al azar.
Los comienzos de Bubu como banda, aunque en sus primeros años funcionarían bajo el nombre de Sion, pueden fecharse a comienzos del año 1973; sin embargo, no debutarían en público hasta el año 1976, llenando el Teatro Del Globo y maravillando a los presentes con su música y su arriesgada puesta en escena, ni sacarían a luz su primer material hasta el año 1978.
Para hablar de la génesis de Bubu, tenemos que situarnos en tiempo y espacio. Era una época muy creativa, no solo en la música sino en el cine, en las letras, en la plástica.
Éramos hijos de la generación del Instituto Di Tella y teníamos un gran marco de referencia artístico, además de sentir el espíritu de libertad que uno respira a los veinte años(…)Por ese entonces nos llamábamos Sion. Éramos muy jóvenes y la banda sacaba chispas; todos queríamos estar en el centro, pero había alguien que tenía la cabeza muy clara y sabía cómo se hacían las cosas, y ése era Wim. Un día me llevó aparte y me dijo: “mirá, Daniel: esta música hay que volcarla en partituras, hacer un casting, empezar a probar gente y que toquen los más idóneos”.
Entrevista a Daniel Andreoli, compositor de Bubu, por Alfredo Rosso, enero de 2007
Hasta acá, situándonos en contexto —corría el año 1976 y uno de los escenarios más fatídicos que viviría nuestro país—, la propuesta es algo rara. Jóvenes disciplinados, capaces de arrancar las cortinas de las ventanas para ser despertados por la luz del sol —así lo recuerda Andreoli, compositor de Bubu, en una entrevista realizada por Alfredo Rosso en el 2007—, estudiosos del tema, haciendo Rock Progresivo en Argentina. La apuesta se redobla si agregamos la puesta en escena teatral que proponían, de la mano de Zavaleta, en sus shows y se vuelve surreal si mencionamos que la banda ha sacado un EP este año. Así es, de algún modo inconcebible, una banda poco conocida en el plano local (hace pocos años comenzó a ganar nuevos adeptos gracias a que un héroe anónimo colgó su primer, y único disco hasta el momento, en la web), pero de una calidad superlativa, vuelve a sacar un disco luego de 38 años en nuestro país, y, para ser justos, el producto final supera cualquier expectativa.
La fórmula para la producción del nuevo EP de Bubu sigue siendo la misma. La música surge de un compositor —el demiurgo de pasajes musicales únicos sigue siendo Daniel Andreoli—, y es transmitida a los interpretes elegidos por él. La fórmula, no hay lugar a discusión, sigue siendo igual de efectiva.
El nuevo proyecto de Bubu, Resplandor, presenta algunos cambios entendibles, y necesarios, si se lo compara con su opera prima, Anabelas. Dejando de lado la atmósfera densa, sacra, y ecléctica que caracteriza su primer disco, y a la Argentina del año 1978, amplificando el sonido de guitarras eléctricas, apelando a la fusión musical, y aumentando un poco la cadencia, Resplandor logra mantener las bases del rock progresivo de los ’70, pero trae consigo una frescura necesaria para evitar caer en la nada.
Vivir el pasado es algo íntegramente nocivo. Son escasos los ejemplos de bandas que, luego de una reunión, logran dar algo más que material para el olvido. El éxito de Resplandor, recae, justamente, en que Bubu no funciona como una banda tradicional, sino como un concepto, o una serie de conceptos capaces de superar cualquier estructura o alineación. Posiblemente, si la banda tuviese el funcionamiento de un grupo tradicional, el nuevo material hubiese sido solo un dato anecdótico. Que una formación siga funcionando luego de años de distanciamiento es algo imposible. Las influencias en los músicos ya no son las mismas, sus métodos a la hora de trabajar tampoco, y la relación entre los miembros, como personas, no como músicos, posiblemente se encuentre más que desgastada a causa del paso del tiempo. Grabar un álbum es un acto agobiante. Encerrarse en un estudio durante horas con un grupo de personas es, por antonomasia, estresante. Aquí es donde la fórmula de Bubu triunfa: Andreoli mantiene el concepto, lo único que sostuvo, siempre, a la banda, pero le da lugar a nuevos músicos. Estos jóvenes, además de hacer posible el proyecto, le aportan, también, una cuota de frescura necesaria al mismo. Volver a hacer Anabelas (volver a escribir el Quijote, diría Pierre Menard) hubiese sido una empresa inmensa, intrascendente, y vulgar, para nuestros tiempos. La música, la escena local, y el rock progresivo, necesitan, más que nunca, un poco de aire fresco.
Apostando aún más alto, y poniéndole cuerpo a su regreso, Bubu se presentará el 7 de julio en el Teatro El Cubo (Zelaya 3053). Una excelente oportunidad para vivir un choque de generaciones. Visitar el pasado y mirar al futuro (uno de los conceptos que siempre logró sostener la banda: influencias de King Crimson y arreglos de música clásica). Una experiencia trascendental para la escena local, y para el género musical. Metafísica urbana. Todo por $120. Evento en Facebook.