Iván Aurelio y Federico Grüner se conocen desde adolescentes, momento desde el cual forjaron una relación de arte y amistad que perdura hasta hoy. No fue mucho después de conocerse que, gracias a su interés en común por las artes plásticas, la música alternativa, el noise, y la experimentación, dieron forma a Interzona, un combo que desde entonces surca el under argentino con una propuesta singular, donde la única constante es la no repetición, el cambio permanente, la idea de un estilo en permanente evolución y libertad.
En la actualidad, se encuentran trabajando en formato dúo, moldeando una expresión que juega con el kraut, el no wave, el ambient y el post punk. Mientras Aurelio domina la batería como una máquina precisa, y dispara elementos sonoros con una botonera a su lado; Grüner confecciona con su guitarra y sintetizadores sonidos pesados, granulados, que pueden palparse fácilmente en el aire, a la vez que recita una lírica oscura y magnética. Ambos se encuentran atravesados por las artes plásticas, la literatura, la autogestión, y un profundo e imparable amor a la experimentación.
En este 2022 se cumplen 20 años de la existencia de Interzona, aunque el germen viene de un par de años antes. Iván y Federico se conocen en 1999, cuando ambos estudiaban en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, y de inmediato se hacen amigos. Iván en ese entonces no sabía tocar ningún instrumento, pero que había sido parte de una banda jugando con la batería, algo que se le daba naturalmente; mientras que Federico venía de participar en varios grupos y se encontraba experimentando con sonidos y su primer delay. Grüner captó el impulso y don de Aurelio y de inmediato le propuso sumarse a Naif, proyecto que tenía en ese entonces junto a Agustin Valero. No mucho después, esta propuesta se disuelve, pero el vínculo ya estaba forjado, y en el 2002 el mismo trío renace como Interzona, con Federico y Agustín en guitarras, e Iván en batería.
Grüner recuerda cómo en plena Argentina incendiada del 2001, hurgando en una biblioteca familiar encontró El almuerzo desnudo, de William S. Burroughs. “Lo leí y me voló la cabeza en pedacitos”, recuerda en conversación con Indie Hoy. El libro circuló entre todos los integrantes del grupo, y comenzaron a compartirse todo lo que leyeran y a buscar nuevos textos afines. En épocas pre internet, ese tipo de redes y curiosidad los nutría. En El almuerzo desnudo se habla de una ciudad, una urbe caótica llamada Interzona.
“En el libro, Interzona es un lugar, una especie de ciudad nunca del todo bien definida en donde transcurren varias escenas y muchos personajes -describe Grüner-. Es una ciudad muy caótica, habitada por marginales, drogadictos, espías, policías corruptos, escritores malditos y toda esa parafernalia que le gustaba a Burroughs. Había algo además, en la forma de escribir de Burroughs, en su estilo, que para mí era la representación literaria de la música que a nosotros nos gustaba. Esa idea de collage en la escritura, que aplicaba para nosotros en lo sonoro. Se lo propuse a los chicos como nombre, les gustó y quedó”.
Al momento de hablar de influencias musicales en sus comienzos, hay un punto de quiebre. Iván cuenta que él venía de escuchar hardcore, metal, Pink Floyd, y The Beatles; y Federico habla del blues, el jazz, el surf, y la psicodelia; pero fue en algún punto de los 2000 cuando ambos conocieron Sonic Youth, The Velvet Underground, My Bloody Valentine y Einstürzende Neubauten, entre otros, y ya nada fue igual. “Y también descubrir bandas locales como Olfa Meocorde y otras tantas que andaban en ese plan y que me demostraban que se podía hacer algo así, desde acá, y sin tener que ser millonario para comprar todos esos equipos”, dispara Grüner.
En un principio fueron tres, luego un cuarteto, por momentos un trío, y ahora un dúo, con Federico e Iván, los miembros originales, como lo único permanente, el cuerpo y el alma de la bestia. Estos cambios de formación influyen notoriamente en el sonido y estilo del grupo, por eso, de la misma forma que no hay un disco de Interzona igual a otro, no hay un Interzona de un año igual al de otro periodo. Una transmutación que el grupo abraza y necesita para su búsqueda y libertad. “En mi caso -dice Iván Aurelio- desde que se fue Diego Aguirre, nuestro último bajista con el que grabamos nuestros dos últimos discos, sentí que la banda un poco volvía a sus orígenes, a la improvisación continua, a su intimidad primaria, pero con la experiencia y la economía de recursos acumulada. Yo hacía rato que quería alejarme de la cosa rockera e indagar en terrenos más elásticos, más plásticos e inciertos”.
Con el formato actual de dúo, Interzona ha sabido volver a llamar la atención en la escena porteña, por esa propuesta alucinada con poesía hipnótica, sonidos intrigantes, y una batería arrolladora. “Estamos súper contentos y cómodos como dúo -agrega Aurelio-. Por más que extrañamos mucho a Diego, el dúo nos liberó para hacer lo que se nos cante. Entre los dos estamos haciendo de todo: algo de kraut, trip hop, o algo más rocker, pero también cosas medio ambient o de paisaje sonoro con grabaciones de campo. Medio que puede ir para cualquier lado siempre y cuando haya un sonido que nos interese. Y sobre todo mucha improvisación, que es algo que siempre disfrutamos desde el principio pero que ahora habiendo tocado juntos durante 20 años se da de otra manera. Hay mucha comunicación casi telepática y creo que eso se nota”.
En Interzona conviven el noise mezclado con el no wave, darkwave y spoken word. “Creo que siempre fuimos una especie de banda mutante -dice Grüner-. Nunca tuvimos la idea de encerrarnos en un género o estilo en particular. Siempre el espíritu fue el de dejarnos llevar por la música. Hubo también una idea de subvertir el formato canción, como no usar estribillo o no respetar estructuras tradicionales. La improvisación sostenida también hace que empieces tocando algo en un ritmo o con cierto estado de ánimo, pero de a poco eso que está tocando uno se va retroalimentando con lo que está tocando el otro y el tema va mutando en otra cosa y termina en algo completamente diferente. Si tuviera que definir qué estamos haciendo ahora supongo que se puede decir que es una especie de Post Punk o No Wave, pero justamente porque esos mismos géneros son difíciles de definir y contradictorios en sí mismos. Me gustan esas bandas que generan un vértigo, un cierto peligro, una alarma. La idea de que en cualquier momento puede cambiar y puede pasar cualquier cosa, eso nos interesa mucho”.
Quizás por esa necesidad de improvisación, dinamismo y mutación, es que en sus dos décadas de carrera, Interzona posea solo cuatro discos editados. ¿Cómo capturar un sonido salvaje, un tono irrepetible? “En realidad, siempre fuimos muy prolíficos grabando y creando, pero no tanto editando -dice el baterista al respecto-. Existen muchos cassettes y archivos, grabaciones lo-fi, también de portaestudios, experimentos espontáneos… hay para tirar al techo”. Federico acota: “Mucho de ese material son improvisaciones con una actitud y un espíritu o un estado de ánimo prácticamente irrepetibles”, y Aurelio continúa: “Creo que si no editamos más discos de estudio fue, una por los cambios de formación, y otra porque siempre fuimos muy de hacer las cosas nosotros, en su totalidad, entendiendo que nuestra vida era una interacción infinita de actividades, cada cual trabajaba de lo que podía, estudiaba en la facultad, muy pocas veces alcanzaba el dinero para pagar un estudio de grabación, aunque no queríamos exactamente eso. Queríamos formar una comunidad autosuficiente, y creo que en parte lo hicimos”.
“Los primeros dos discos de Interzona son el costado más rockero -comenta Federico-. Al primero, Interzona [2010], le tenemos mucho cariño, tiene temas que gestamos durante años. El segundo, Primitivo [2015], es más un disco de transición. Acción Directa Vol. 1 y Vol. 2 es como un disco doble pero que se pueden escuchar de manera independiente, y los dos están llenos de improvisaciones enteramente espontáneas, mezcladas con experimentos en la sala de ensayo, grabaciones de campo, discursos de Hitler o Stalin pasados al revés, electrónica experimental y un sonido muy lo-fi que nos gusta mucho y representa el lado B de Interzona”.
Entonces, con todo ese abanico de posibilidades, para los y las debutantes en el menester: ¿por dónde entrar al mundo Interzona? “De la primera época, ‘Calavera‘ es un tema bastante accesible, cortito y al pie. Un poco más acá, ‘Simulacro‘ es una canción que todavía me gusta, más power con algo de grunge y noise. Además, esa letra todavía me parece relevante. De la época con Diego quedó una versión bastante aceptable de ‘Yendo y viniendo‘, que está en el compilado de NTN Discos. De los discos de improvisación son todos muy distintos entre sí los temas, tal vez ‘Buscando el norte‘, que es un tema de spoken word que a los amigos les gusta; o ‘Time‘, que es un experimento loco”.
Como ávidos participantes de la escena under porteña, que cuando no están tocando o gestionando algún evento, están viendo y apoyando música independiente. Entre sus influencias más recientes, no dudan en nombrar proyectos locales afines que consideran de peso en lo que hacen: Carne, Claravox, El Último Subsuelo, Motor Mutante, Mujercitas Terror, Uno x Uno, Nancy, Rrayen, Olfa Meocorde, Once Once, Riphle, Gonzalo Verde, Escalera Caracol y “todas las bandas que conforman el sello NTN. Somos una máquina de retroalimentación inagotable”.
Un ingrediente clave para lograr el sonido Interzona, es que el mismo Federico es quien hace los instrumentos, pedales y amplificadores que el grupo usa. “Eso se fue dando un poco por necesidad, y otro poco por curiosidad -admite-. Siempre me di maña para hacer un poco de todo y me considero más un artesano que un artista o un músico. Como no teníamos un mango para comprar equipos ni pedales ni nada, pero siempre con la idea del ‘do it yourself’ en la cabeza, me di cuenta que en internet había toda una comunidad de gente que fabricaba sus propios equipos y pedales. Así que me puse a estudiar algo de electrónica primero, y después un poco de luthería, y empecé a hacer mis propios pedales, distorsiones, fuzzes, delays, trémolos, todas esas cosas. También hice algunas guitarras eléctricas y amplificadores. Hasta llegué a fabricarme un amplificador valvular con la ayuda de un amigo técnico. Actualmente estoy investigando el mundo de los sintetizadores caseros y el ‘circuit bending’, y con Interzona estamos usando todas esas cosas. Le fabriqué a Iván una especie de pads analógicos, y yo me armé una valijita con algunos sintes muy básicos pero que suenan lindo. También, cuando se nos fue nuestro anterior bajista, me armé un secuenciador bien caverna con un oscilador súper grave que funciona como un bajo en algunos temas. Además, estamos usando unos celulares viejos y medio obsoletos para disparar algunos sonidos en vivo. Siempre pero siempre luchando contra la obsolescencia programada”.
Las letras, un componente no menor en la propuesta del grupo, son creadas en conjunto por ambos, aplicando aquí también la idea del collage, tomando frases y conceptos de ambos y que reúnen con este fin. Aurelio comenta que las letras tienen “un carácter sociológico, por así decirlo. Hablan de un presente insufrible, asfixiante, distópico y delirante. Si hay dos canciones de amor o de situaciones personales en toda la historia de Interzona, estoy siendo generoso. En los inicios todos escribíamos, a mano, a máquina, en la compu, poemas y poemas. Los intercambiamos, los recortábamos, hacíamos cadáver exquisito, escritura automática y también rimas. Teníamos una biblia que era un libro de actas vintage en donde plasmábamos y tratábamos de registrar todo, incluídas pinturas y dibujos”.
En este aspecto, mencionan que la lectura de textos del mencionado Burroughs, [Henry] Miller, Artaud, la generación Beat, [Roberto] Arlt, [Charles] Bukowski y [Albert] Camus los marcaron y definieron, al igual que las letras de Lou Reed, Tom Waits, Sumo y Pedro Amodio de la banda Dios. “El cut up nos movilizó”, dice Aurelio. Grüner comenta al respecto: “Muchas veces la letra es más bien una excusa para que algo suceda, para que ocurra la música. Pero siempre la idea fue que si la escuchaste, algo te tiene que dejar pensando. Y siempre la regla fue que nos gusten las palabras a los dos. Si a alguno no le gusta algo, queda afuera”.
Si el término “collage” es mencionado en repetidas oportunidades en esta nota, no es casual: Aurelio es un reconocido artista plástico de amplia trayectoria, y Grüner es docente de Bellas Artes. “Entre Fede y yo jamás utilizamos un lenguaje estrictamente musical. Al menos yo no me considero músico, sí pintor -dice Iván-. Frecuentemente imaginamos la música en términos de textura, superficie, paleta, estados de ánimo. Interzona es una banda pareidólica y sincrética. Hablamos con onomatopeyas, hablamos de ensanchar, de cortar, de pegar, de hacer collage. Es muy gratificante poder pasarle la mano por encima a los temas”. Federico cierra la idea: “Los dos coincidimos en eso. No somos músicos. Hacemos música, que es otra cosa. Tiene que ver con la experiencia de fabricar una situación, un estado de ánimo puesto en sonido, moldear un sonido”.
Algo que atraviesa y define a Interzona es su trabajo como parte de NTN (Noche/Tranz/Noche), un inefable colectivo de artistas que comenzó en el 2013 como un ciclo multidisciplinario con bandas y exposiciones de arte, que luego se transformó en una cooperativa productora de eventos conformada por diversos grupos, y que finalmente fue derivando en sello discográfico. “NTN hoy en día se va afianzando cada vez más como sello, editando bandas invitadas, equipándonos, aprendiendo mucho -comenta la banda-. Tenemos una veintena de discos publicados, la mayoría de descarga gratuita en Bandcamp. Nos respalda una larga historia como colectivo. Nuestra mecánica interna es cooperativa, tanto en lo económico como en su funcionamiento práctico. En NTN hay comisiones bien definidas. Cuando vas a una Noche/Tranz/Noche ves a ocho o nueve locos y locas yendo de acá para allá, trabajando toda la noche para que el evento sea prolijo y eficaz”.
En la actualidad, NTN está conformado por los grupos El Ente, Nebular, Faraday Brancusi, Hombre Herramienta, Jornaleros, Proyecto Siberia, Droninga, Electrorústico, Wassily, Zulu Souvenir, Gustavo Ferreras, Soledad Schönfeld, Sofía Elena, y claro, Interzona. “La idea tanto del ciclo como del sello es producir, producir y producir más y mejor música -continúa el dúo-. Ya sea generando espacios para tocar o también habilitando de alguna manera la posibilidad de grabar y editar discos. Y no solo de las bandas y proyectos que integran el sello, sino también de todos aquellos y aquellas músicos y músicas que nos gustan, nos interpelan y que admiramos”.
En sus primeros dos años de vida, NTN funcionaba como ciclo semanal y luego pasó a ser mensual, algo que mantienen hasta hoy. Incluso en los momentos más duros de la cuarentena durante el 2020, se adaptaron y realizaron streamings con grupos de todo el país tocando en vivo. La próxima Noche/Tranz/Noche es el sábado 12 de noviembre en El Oceanario Club (Remedios Escalada de San Martín 332, CABA) con una grilla federal, con diversos exploradores del ritmo y el ruido de todo el país arribando a la ciudad autónoma para esta ocasión: Mónica Trigger – proyecto synthpop de Agustín Spasoff, tecladista de El Mató a un Policía Motorizado-, Nonoise79 -desde Córdoba, con su ambient drone-, ÑÑÑÑ -desde Santa Fe con su fervor electro rock-, y de locales Hombre Herramienta -con su psicodelia oscura- e Interzona -con su post garage poético y movilizador-.
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Con dos décadas recorriendo la escena independiente argentina cómo público, artistas, sello, gestores: ¿qué cambió, mejoró o empeoró en todos estos años? “Hemos atravesado muchos sucesos desde la tragedia de Cromañón hasta tener que estar posteando cada cinco minutos en Instagram -reflexiona Aurelio-. La realidad es que, como nunca paramos de tocar, ni de exponer, ni de investigar, ni de ir a ver la mayor cantidad posible de bandas, no puedo separar de manera tajante lo que sucedía hace veinte años con lo que sucede ahora. Fue muy paulatino el cambio, y al menos para mí, se trata de un cambio en la relación de quienes gestan eventos como quienes los consumen, con sus recursos tecnológicos”.
“Lo que empeoró es que siento que a medida que fue perfeccionándose el mundo de las redes sociales y de las aplicaciones, la cosa se fue, digamos, cuantificando, frivolizando mucho -continúa el artista-. La especulación sobre los números que maneja un artista o banda, por momentos parece ser más importante que lo que propone. Sospecho que hay una escena formada por números parecidos, y no por la necesidad de luchar contra algo o por colocar un grito en común”.
Grüner opina que “el trabajo es aprovechar lo bueno de las herramientas digitales y desactivar lo malo, generar contracorrientes y activar encuentros con la gente que anda en una situación semejante y no encuentra su canal. Es interesante que haya canales alternativos de difusión para los artistas, por fuera de los medios tradicionales, pero para que eso dé sus frutos hay que desprogramarse y salir de la comodidad, sincerarse, tener curiosidad y sobre todo accionar, activar, movilizarse”.
Mientras terminan de preparar un nuevo disco, grabado en el mítico Estudio Pronoise, que saldrá el año próximo, comentan que ya están craneando otros temas, buscando sonidos nuevos, y cierran con una frase que parece ser el resumen de todo su universo: “Cuando hacés algo que te gusta, no te aburrís nunca”.
Escuchá a Interzona en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).