Juan Navia es uno de esos artistas que puede considerarse raros dentro de la escena nacional. Y por raros nos referimos a 100% genuinos: es de los pocos que puede reconocer la necesidad de adaptarse a los vertiginosos y superficiales rumbos de la industria en orden de sobrevivir y, al mismo tiempo, publicar un gran disco en el que defiende una época no tan lejana en la que la forma de sentir y consumir la música era mucho más cercana y paciente. Aún así, la mueca agridulce se mantiene: “La era de la híper oferta está buena, pero si no te dan la oportunidad quedás en las sombras”, cuenta en conversación con Indie Hoy.
Inmerso en una nueva etapa, después del lanzamiento de su más reciente disco, Lush: Vibralounge, Juan se encuentra en pleno armado de la banda que defenderá cada canción con uñas y dientes sobre el escenario. El hecho de que sea un disco mucho más minimalista, centrado y oscuro no es un dato menor: después de haber experimentado a fondo con el caos creativo en su ópera prima –y disco doble, algo que magnifica la apuesta– titulada Camino a la ataraxia (2016), y de un parate de varios años, hoy el foco está puesto en otro lugar: “Valoro el proceso, no estoy tan enfocado en el resultado. Quiero disfrutarlo y sentirme cómodo. También entiendo lo importante que es armar un equipo, entender que uno no puede hacer todo”, sostiene.
Por eso, dentro de tanta vorágine, nunca es tarde para recordar lo importante que es el poner un freno. La percepción de que uno está en la cresta de la ola y de que cada segundo tiene que ser ocupado con nueva música puede distorsionar y hasta romper la relación entre el artista y aquello que más ama. “Antes del parate estaba quemado, no disfrutaba de lo que hacía. Hubo un momento en el que el laburo me consumió y dejé de encontrar placer en la música”, lanza con una sonrisa reflexiva. Lo que siguió fue un hiato -luego extendido por la pandemia- que le permitió ajustar bien fuerte todas las tuercas y encontrar una vez más el rumbo personal y profesional. La mirada en perspectiva, pone en valor lo que en ese entonces fue un problema a resolver: “Avanzar entre tormentas y llegar, eso fue lo importante en esos años”.
Dentro de una escena que parece reconfigurarse a diario, Navia abraza con fuerza un lugar que se sale de los cánones habituales. Si bien puede pertenecer a lo alternativo y al rock más clásico, su interés principal está puesto en la nueva escena independiente y alternativa. La escucha atenta de Lush: Vibralounge no deja dudas al respecto: existen todavía corrientes musicales dentro de nuestro país que intentan rescatar lo mejor de nuestra tradición histórica para poder crear los sonidos que habitan y llenan el presente.
Ya habiendo dejado atrás el disco previo (“Lo veo con mucha ternura, me identifica porque es algo honesto y genuino”), Juan apostó por lo minimalista, sin exageraciones, buscando ser metódico y prolijo, con un estilo vintage influenciado por la estética del cine francés de los setentas y por la música orquestal de cámara. La producción en manos de la banda de reggae fusión Sig Ragga fue un acierto que le permitió llegar a lo que estaba buscando sin interferencias: Lush: Vibralounge es un set de canciones directas, sin muchas vueltas, que configuran uno de los discos cortos más interesantes y audaces del último tiempo. Todo sin perder esa esa honestidad y ese impulso lúdico que lo siguen caracterizando aun teniendo los bordes artísticos mucho más afilados que hace siete años.
“Lo importante que es confiar en el plan de juego”, reflexiona con mucha razón. A fin de cuentas, eso fue lo que le permitió crear una obra repleta de intensas y alternantes atmósferas visuales y sonoras, con momentos de total brillantez instrumental, que juegan de forma ambivalente con la luz y la oscuridad. Es imposible no imaginarse a una persona sentada en soledad a la madrugada en un viejo bar de jazz, tratando de encontrar una salida dentro del laberinto nostálgico que anida en su cabeza. “Hay que estar despierto y buscar la salida aun en la oscuridad. No hay que temerle a las sombras”, continúa.
Tal como plantea el disco desde lo conceptual, la conversación deriva hacia territorios un poco más filosóficos: “¿Cómo querés mostrarte al mundo? ¿Cómo podés convencer al otro de tu valor?”, se pregunta Juan Navia. Claro que alrededor de esos interrogantes está presente la cuestión de la segunda piel, de eso que elegimos mostrar como caparazón ante la sociedad, pero de lo que nos desprendemos cuando estamos con nuestros afectos. No hay que engañarse, pues esta tal vez sea la gran lucha interna de todo artista: encontrar ese punto en el que ambas facetas se unen para poder abrirse por completo al público sin perder nada en el camino.
Ahora, ¿es posible esto? Sin dudas que los tiempos que corren distan de ser aquellos en los que había una relación más física con el objeto en sí mismo. Juan celebra que algunos artistas como Duki y Neo Pistea hayan decidido ir a contramano –aunque sea por un instante– de “un exceso de dinamismo que no le hace bien a la música”. Pero esa tensión interna, ese debate entre lo real y lo posible, no tarda en emerger una vez más, pues él sostiene que la única manera de nadar como el salmón en esta era es tener la espalda suficiente en lo que refiere a lo artístico, lo mediático y lo económico. Tarea cuasi imposible para más del 95% de los artistas a nivel no solo local, sino regional y global.
Más allá de la nostalgia, es claro que Navia comprende que el camino hoy es a través de los singles: “Ahora todos quieren sacar videoclips para tener views y salir de gira. Se trata de cómo vender y no tanto de lo que el artista quiere hacer”. Afortunadamente para ese público ávido de encontrar sonidos realmente diferentes, artistas como Juan Navia eligen adaptarse de forma inteligente a la maquinaria. Es decir, seguir buscando con insistencia, y sin sobreactuar el quijotismo, el Santo Grial. Una búsqueda que comenzó en un lugar opuesto al actual, pero en la que lo más importante siempre fue no traicionarse, ni siquiera por un segundo.
Escuchá a Juan Navia en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).