Encontrar la novedad puede mantenernos a salvo de la tortura ordinaria de la costumbre, pesadilla recurrente de la vida de una persona. Descubrir una banda puede cambiar el horizonte, la perspectiva de una ciudad a la que mirábamos como una cosa frágil y enferma. Suena un poco extremo decirlo así, pero es cierto. Uno, después de escuchar nuevas canciones pierde un poco la identidad, los sonidos que oímos mil veces están más definidos y conjugados de manera diferente, la voz nunca es la misma. La percepción se distorsiona y los campos nerviosos se amplían. Se observa otra vez, se respira con más frío o con más oxígeno, la realidad se (des)transforma.
Lenin Tiene Hambre es una banda de punk rock de chicas que salieron del under del circuito porteño. Francisca Amigo, en guitarra y voz, Sibila Gálvez Sánchez, teclado y voz, Tamara Goldenberg, batería, y Francisca Lysionek, en bajo y voz; ellas todas juntas son esto que se llama Lenin Tiene Hambre y que desde el 2022 suelen salir a tocar, por lo menos, una vez al mes, en alguna parte de Buenos Aires.
Debutaron en octubre de ese mismo año en un sótano medio húmedo de Retiro, compartían fecha con una entrevista que se le hacía, ahí mismo, a Katja Alemann. Terminó la entrevista, se la aplaudió a Katja, arrancó el show, y la verdad es que nadie se sabía ni un tema. Las Lenin eran un poco unas estrellas inventadas por la nada absoluta, una promesa en bruto de algo que todavía no conocíamos. Pero pasó un mes y empezaron a tocar en modo sacadas: en galerías de arte, en El Emergente, en Niceto Club, en el Puticlú, en Roseti, en El Rodney, en mil espacios; grabaron un feat. con Mailén Pankonin para su disco Affaire. Quienes las siguen desde el primer día, se aprendieron las canciones en un fanzine/cancionero que vendían en las fechas.
“Sarlo se coge a Cristina/ Cristina a Sarlo también/ Las dos te miran de arriba/ Y vos no sabés ni qué hacer”, “Rito social vicio privado/ Mate cocaína porro tabaco”, “Yo te voy a dar/ Porque vos siempre tenés/ Y cuando yo no tenga/ Sé que vos me vas a dar”, dicen algunas de las letras de la banda, que con una elegancia cutre suenan, acoplan y cantan bajo una especie de radiografía que se tensa entre las Bikini Kill y las españolas Aerolíneas Federales.
En mayo de este año sacaron su álbum homónimo de 14 canciones que pueden romper el cerebro como escabio de mala calidad, y este sábado, 3 de agosto, lo van a estar presentando en el Imaginario Cultural (Guardia Vieja 3799, CABA). El disco, que es de estudio pero tiene el espíritu de un vivo, está en internet y también existe en formato cassette (aunque solo se consigue en un local que está en una galería comercial ubicada en el centro porteño: Suipacha 925, local 13).
Con un historia(l) del punk rock argentino que es más fálico que menstrual, Lenin Tiene Hambre reivindica, a su modo, un estilo de sarcasmo amargo que emulan “las chicas”. En su lírica hay catarsis y humor, se inhala una especie de bronca alegre con gritos rotos que golpean la frente, una urgencia infinita, como si se tratara de una melancolía con encanto traficada en ironía (medio peligrosas, medio tiernas las chicas). Ellas parecen querer decirnos: “lo mejor es fumar hasta tragarse la colilla, no pares”. Escuchando el álbum entero, uno siente que las avenidas les pertenecen.
El crítico Greil Marcus, en un libro que escribió sobre los Sex Pistols, dijo algo así como que la música está hecha para cambiar la vida, aunque la vida va a seguir y la música va a quedar atrás; y que para eso está, para eso existe, para que podamos hablar de ella. Ir a un recital es “vivir lo contemporáneo, sin nostalgia”, escribió Rosario Bléfari en su cuenta de Facebook en el 2014. Y las Lenin Tiene Hambre, vistiéndose de rojo o de escocés, entregan por unas horas lo que muchos necesitamos: una canción antes de caernos en la cama, una melodía para tararear cuando soñamos poco, una idiosincrasia que vibra en ruiditos, la sensación de tener sexo por última vez.
La imagen es esa: la vida de una banda que mata las flores y la inocencia. Oyéndolas, uno se mancha el alma para bien. Verlas en vivo es hacer que los sonidos y la poesía intervengan el día, marcando la propia época, generando un pasado, dejando que la contemplación no sea sólo un consuelo perdido encerrado en una habitación.
Escuchá a Lenin Tiene Hambre en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).