Catalina Giordano venía acumulando demos y maquetas de canciones sin terminar desde hace años. Comenzó a hacer música a los 18 años, formándose de manera autodidacta y creando a partir del juego y la intuición. El inicio de la cuarentena la encontró con 25, aislada en un departamento en Barcelona y con mucho tiempo libre. Un día se sentó en la computadora como había hecho tantas veces, pero esta vez fue diferente; sintió que era el principio de algo nuevo. Un año después publicó el disco que comenzó ese día titulado Terrario, el debut de su proyecto Lidna.
Una verdad oculta que brota para oírse y ser oída. Ese día, tuvo una visión de los sonidos e ideas que quería para su álbum. Imaginó un mundo verde habitado por fuerzas naturales y sonidos acuáticos. Escuchó canciones lentas, con frases que se repiten como mantras hasta que se dispersan. El proceso de producción coincidió con un creciente interés en la filosofía espiritual, la astrología y el tarot. Las percepciones sutiles, el azar y el autodescubrimiento serían las guías durante la creación de las cuatro canciones que componen el disco.
Pero la artista también describe Terrario como un trabajo colaborativo. Hubo una “intuición colectiva” que atravesó la composición de las canciones, el diseño del arte de tapa y la elección del nombre Lidna para el proyecto. Catalina trabajó junto a la música Luca Bocci, les productores Moreira y Kenya, y la diseñadora Victoria Lowy, con quienes compartió un entendimiento telepático. “Se empezaron a dar cosas muy locas, como que lo que estaba buscando lo encontraba sin decirlo -recuerda Lidna-. Creo en que las cosas que fluyen son las más fáciles de soltar y lanzar al mundo”.
Inspirada en Kate Bush y David Bowie, Catalina eligió no ser el foco de su proyecto y creó un personaje imaginario y personal a la vez. Lidna le dio la libertad de entender y compartir el proyecto sin pensar en quién era y qué había hecho en el pasado. Terrario concibe un mundo en donde todo puede pasar, con momentos etéreos de sintetizadores delicados y otros de una densidad electrónica pantanosa. Lidna habita ese ecosistema de ensueño, buscando conectar con la naturaleza y con el presente mientras su voz deja largas estelas de reverb.
Esa primera canción que dio inicio al proyecto fue “Transforma”, el single adelanto que publicó en marzo de este año y que abre el disco. “Es una canción que habla sobre cambiar de piel y mutar a través del dolor -cuenta-. Es un disco bastante autorreferencial pero siento que son cosas que le pasan a todo el mundo. Por ejemplo, ‘Crece’ habla de la naturaleza, de cómo maltratamos al planeta y no podemos ver la belleza de la Tierra. Era un año en el que todas esas cosas estaban pasando, pero también empezaron a pasar cosas muy colectivas. Había una necesidad de ampliarse, de ver la mirada de los demás sobre lo que vos hacés, salir un poco del ego, poder compartirlo. Por eso sentí que el disco ya no era solo mío”.
En “Presente”, la segunda canción del disco, Lidna lamenta no poder vivir en el aquí-ahora mientras la producción de Kenya crea una planicie de texturas electrónicas y beats esqueléticos. Luego, una guitarra eléctrica rasga la canción por la mitad, y Lidna decide prender fuego el reloj y chocar con el futuro para “volver al presente”.
Esta sensación reaparece en “Paisaje”, el cierre del disco, un remix que toma porciones de las canciones anteriores para concluir con un sentido de circularidad y vuelta al comienzo. Es como si Lidna se alejara unos pasos para ver la escena completa, un mundo en donde todo se transforma y se vuelve a descubrir. “Siento que hay una responsabilidad cuando uno hace una obra de arte y la lanza al mundo -reflexiona la artista-. Ya hay demasiadas cosas dando vueltas. Si vas a contar una historia creo que tiene que ser una que tenga sentido al menos para vos. Y esta es la primera vez que hago algo que tiene sentido para mí”.
Mirá el video de “Paisaje” a continuación y escuchá a Lidna en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Apple Music).