Melaní Luraschi es cantante, es uruguaya y es compositora. Pero podría ser el mar. O un puente, como ella misma dice en conversación con Indie Hoy: “me gusta ser puente, unir los universos”.
Nació hace 29 años en Maldonado, una ciudad que no llega a los 200 mil habitantes y que tiene 100 kilómetros de península. En un pasado, allí había más mar que personas, y eso debió de significar algo. En principio significó tener una playa a dos cuadras y usarla de inspiración para componer. Ella y su guitarra y el mar fue una imagen invariable de esos días.
El mar se imprimió en su arte todo y ya no solo lo usó de semillero sino que lo sacó a relucir en nombres de canciones y hasta de proyectos. “Camino de las aguas”, por ejemplo, es el espacio donde se realizan talleres para niñes del que es artífice y coordinadora. Cuando creó ese proyecto tenía 18 años y escribía cosas como: “La vida es una eterna composición”.
Melaní puede precisar con exactitud el momento bisagra que dividió su vida en un antes y un después. Tenía 16 años y estaba cursando bachillerato artístico. Una efervescencia le empezó a recorrer cada célula y ya no quiso hacer otra cosa que no fuera crear. Se atrincheró en cuatro paredes y escribió y compuso y meditó y cantó. A la hora que sus amigos volvían de la parranda -seis, siete de la mañana- ella se levantaba para hacer todo eso y alguna otra cosa más.
De esa etapa volcánica surgen canciones como “Piel de miel” y “Alondra“, que luego incorporaría en su primer disco Canto ancestral (2015). Pero antes de grabar un álbum, incluso antes de escribir una canción, Melaní escribió poemas y los publicó en un libro que tituló Día para pescar un sueño. Y mucho antes de eso, estudió teatro. Toda manifestación artística encontró en ese cuerpo un hueco por donde colarse.
Aprendió de compositoras como la chilena Violeta Parra, la costarricensemexicana Chavela Vargas y la peruana Chabuca Granda. El viaje que emprendió a los 20 años por países sudamericanos terminaron de imprimirle la música del continente en los genes. Aspiró los ritmos folclóricos de cada país al que visitó y los hizo propios. “A mí lo primero que me mueve es eso, la música latinoamericana”, dice. Esa influencia quedó reflejada en su mencionado primer disco y más tarde en su segundo álbum, Lumbral (2018).
“Puedo reconocer que hoy mi música tiene una base más de milonga, de samba”, dice, e incluso va más lejos. Dice que es zitarresca, “más como Darnauchans”. Melaní tiene la voz dulce, la calma al hablar de alguien que ha aprendido a tener paciencia. La sabiduría de quien eligió lo profundo en un mundo atraído por lo superficial.
“Siempre cuestioné la rapidez con que se mueve el mundo y la frialdad de los vínculos”, dice. Y también lo canta en “Profundo“, su último single, sobre cómo no nacimos de esta fórmula tan pasajera, o cómo le cuesta ver las formas en que este mundo de ahora siente. Por eso quizás su música invite a la cercanía y evoque una ronda de cuerpos apretados alrededor de un fuego. Quizás por eso tenga algo de ancestral.
Como si buscar fuese una condición para existir, esta mujer no para de moverse. Por eso grabó un videoclip en un bosque de Polonia, la pilló un tsunami en Chile y se fue a vivir a París. Por eso abrió las alas en un pueblo que no supo seducirla del todo y por eso canta que nada puede hacer con esta sed, que no te claves en el viento, que busques senderos. Y también por eso dijo “mi alma no estaba pudiendo expresarse del todo”. Y se fue allí donde sí.
Melaní Luraschi es poeta, es productora y es artista. Y no podría haber sido otra cosa. “Cada vez que quise alejarme de la música, ella me trajo de vuelta”, cuenta. Como aquella vez que trabajó de vendedora en una tienda de ropa en Punta Ballena y apareció a comprar la cantante brasilera María Gadú. Comenzaron a hablar de música y Gadú la invitó al concierto que daría esa noche: “deixe tudo minina”. Entonces supo que el universo le daba señales. Cerró la tienda y se fue a vibrar.
Ahora está cocinando su tercer disco, un álbum conceptual que necesita tiempo para que cada eslabón de la cadena encaje. En una era de hits que pegan un sopapo y se van, ella no tiene prisa: “el ritmo de la industria te obliga a sacar cosas, pero yo voy a tomarme mi tiempo”. Para el nuevo trabajo está incursionando en la electrónica y mezclando tradición con ritmos más modernos. Parte de esa experiencia ya se puede escuchar en “Profundo” junto a Julieta Rada y en “Orión” junto a Lisandro Aristimuño, dos adelantos de lo que vendrá. Mientras tanto, se va a estar presentando en Dijón, Francia, y en Viena, Austria, por primera vez. Y en los próximos meses, París la verá cantar sobre un barco, como no podía ser de otra manera.
Escuchá a Melaní Luraschi en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).