Lo primero que Pablo Matías Vidal hizo fue ser un arqueólogo de sus propias canciones. Sus distintas eras estaban talladas en piedra: 25 años del oficio de compositor que van de 1999 a la actualidad. El siguiente paso fue reunirlas detrás del nombre de un estado norteamericano, pero que él siempre repite como un mantra gracioso y responde a sus macanas, a las que define como “pavadas sagradas”.
Sin ningún plan de grabación más que la urgencia de hacerlo real, decidió actuar rápido, cansado de imaginar discos perfectos en su cabeza y de hablar de eso en terapia. Entonces pateó el penal y dijo: “de ahora en más son todas finales“, mientras inició la cuenta regresiva en la que fabricó el combustible perfecto: entusiasmo e intensidad para crear el disco folk que siempre quiso hacer, unas 13 canciones en 4 meses donde a la postergación le ganó por goleada.
Entre junio y noviembre registró cada paso en una bitácora en la que describió la cocina de un proceso que puede ser bisagra en su camino de cantautor. Se puso la meta de ir al estudio El Zumbido de Matías Olmedo, en la zona de Parque Castelli de La Plata, “sin planificación y un día a la vez como los adictos en recuperación”, a grabar lo que sea: unas guitarras acústicas o meter un coro o pensar a quién llamar para que continúe la siguiente capa y que el álbum se amase de a poco como una bola de nieve.
”Una vez por semana, cada jueves, y con esa regularidad empecé a encontrarle el sentido al disco. Hubo veces que no sabía qué hacer y hasta quise cancelarle algunos días, pero Matías me decía: ‘No, dale, Mago, vení que me matás sino, acá te estoy esperando'”, cuenta Vidal en conversación con Indie Hoy, sobre el mecanismo instintivo que quizás sea la respuesta efectiva a por qué le dicen Mago.
Pablo Matías “el Mago” Vidal tiene 42 años y cinco discos como cantautor: Te amo (2007), Verano (2010), Llamativa boda psi (2012), Sobrevida (2020), y el último que salió el pasado 12 de noviembre: Michigan. Vidal nació en 1982 en el barrio de Ringuelet de la ciudad de La Plata, y en su carrera podemos reconocer algunas rachas creativas prolíficas en las que organizó el ciclo de cantautores “Tocate mil”, un sello discográfico con amigos colegas llamado Uf Caruf, el taller de canciones “La trama panal -por el que pasaron más de 60 compositores en cuatro años-, y formó parte de una pila de bandas: Niños Knöll, Semidesnudos, Orquesta de Perros, Los Amorosos y -la que continúa vigente en la actualidad- Los Valses.
En todos sus proyectos, Vidal ha dejado su estela de folk y rock trazada en un mapa de influencias que van desde Elliott Smith y Estelares hasta los primeros discos de Neil Young y Oasis. Sus canciones son agridulces, con una poética que pone la lupa en lo cotidiano y diminuto -un pocillo de azúcar en “Colmillos“, una cucharita de té en “Egnaro“- y que pueden traficar tanto miedo como ternura fraseadas a través de una voz incisiva de tenor que lleva al falsete como marca registrada y que lo convierten un referente de la canción platense de autor.
A la vez, su obra también cruzó el charco del Río de La Plata a Uruguay y el año pasado logró tocar su repertorio con una banda uruguaya armada para la ocasión. Esto muestra la firmeza de un puente construido a base de amistad por el que ahora cruzará Rodrigo Vaccotti con su proyecto Milonga Indie para abrir el show de presentación de Michigan el próximo sábado 30 de noviembre en Casa Suiza de La Plata.
“Cuando pensé en qué significa Michigan para mí, recordé lugares como Londres, Catamarca, o París, Texas, o Washington, Río Cuarto. Entonces dije: esto es Michigan, La Plata, un paraje folk, una estación intermedia. En el evento de escucha del disco, antes de darle play pusimos un audio que decía: estimados pasajeros, estamos apunto de abordar a la estación… Nosotros que somos de la generación de los discos largos, Michigan propone un recorrido y los tracks no están ordenados al azar”.
Michigan comienza con “Vodka en el desayuno“, una rock que abre el disco con banda (batería, bajo, guitarras, teclados) y una letra que habla de coleccionar vicios aleatorios en un pasaje en “donde todo se vuelve oscuro”, aunque el sonido funciona como un contraste amable. “Robotes” continúa el álbum con el rasgueo de guitarra bien típico de folk country que distingue a otras composiciones del Mago y pueden hacer yunta con “Ahora es tarde” del disco anterior, Sobrevida.
Por su parte, “Reframe” funciona como una composición minimalista de guitarras que arpegian e instalan una atmósfera melancólica que se va en fade out y da paso a “Parripollo“, una canción que pisa el acelerador con su batería y muestra a Pablo como un cronista de su ciudad que describe la situación de ir a procurarse la cena en un típico negocio de los 90, pero a la vez se adentra en la psiquis del personaje narrador y su tormenta mental.
“Toallas“, “Crucigramas” y “Días tan POB” funcionan como la pulpa conceptual del álbum, el momento en el que la intensidad y la fragilidad cobran su mayor espesura poética musical y se fusionan para instalar una atmósfera de campanas y sintetizadores hipnóticos que también tiene un intertexto de una influencia innegable para el autor como es Plastic Ono Band de John Lennon, un disco que ranquea entre sus favoritos.
“BsAs NY” es el momento del puente en Michigan que traza una unión generacional con el Tío Valen, uno de los cantautores jóvenes más reconocidos de la escena actual, que le agrega un color rioplatense al disco. A la vez, la composición corresponde a una banda clásica platense de rock barrial llamada Don Lunfardo y el Señor Otario, y el Mago siempre subrayó la canción con flúor por frases como “nena sos mi ventiluz”.
“Mi manera de interpretarla es bien folk -cuenta Pablo-, y cuando entra el Tío Valen, se va sintiendo esa vena rioplatense. Al final nuestras voces se encuentran con una improvisación que grabó él y que quedó hermosísima, y en ese mix del encuentro de voces sí termina de sonar rioplatense, pero eso se logra también por el crisol generacional con un muchacho más joven que está más metido en las corrientes en la que se inscribe esta canción de Don Lunfardo tan emblemática, que a mí me remonta a mis orígenes en las canciones que venían por ese lado a esa edad. Entonces yo lo veo a él y me veo a mí también en el espejo retrovisor. Me gustó en ese sentido tender esa mano y ese lazo generacional y estético con alguien que no es del indie rock sofisticado sino que está más inscripto en lo más rockero y rioplatense”.
El Mago utiliza la imagen de un péndulo para describir su sutil manera de equilibrar luces y sombras en un disco o dentro de una misma canción. También dice que no le tiembla el pulso a la hora de escribir, ni le esquiva el bulto a lo que le perturba, como los miedos a la muerte, a un accidente o a levantarse sin rumbo que lo convierten en un cantautor incómodo para muchos.
“A mí me gusta cuando hay un poco y un poco -admite-. Cuando algo carga mucho las tintas en un solo lugar, a mí como artista me empieza a tensar y necesito algo que descomprima. Por eso me gusta mucho la imagen del péndulo: ir de acá para allá. En este disco algunos me señalaron el uso de lo humorístico, algo así como pequeños chistes. Primero me preguntaba por qué me decían esto, pero entonces claro, me pongo a escuchar la primera canción que dice ‘mucho VHS, mucho THC, lunes de Reliverán’, u otras letras del disco como ‘estoy en el Parripollo esperando mi pollo’… aunque se pueden tomar como algo irónico y gracioso, son cosas que digo en serio. En los trasfondos de las canciones hay cosas más heavys y dramáticas o existenciales de alguien que está pasando por un momento complejo anímicamente”.
En la recta final del disco, “Cada luz” es una micro canción que el artista tenía guardada en sus cajones más antiguos, de los tiempos en los que vivía en Ringuelet, y muestra el lado más juvenil e inocente de sus composiciones. “Beijing 2008“, en cambio, se enmarca más en tiempos de La Comu: una casa del barrio platense de Meridiano V que él siempre describe como una de sus etapas más prolíficas e intensas de su vida en convivencia con otros músicos -Sebastián Coronel, Sebastián Rulli, el Tano Peri, Lautaro Barceló- con quienes se aliaron y potenciaron en la amistad y la gimnasia por hacer canciones en tertulias maratónicas.
“El pentescotal” es otra pieza de lo más folk del disco, que le da paso a “Gracias“, un momento de ternura y amistad logrado a través de la sociedad infalible con tal vez su más antiguo compañero de aventuras, Santiago Tano Peri de Los Valses. El álbum finaliza con “Verbo“, una balada melancólica en la que se escucha el arpegio de las cuerdas de acero que hacen sonar el arrastre de los dedos por los trastes para darle nervio de vivo, mientras prepara el telón y se saca el sombrero ante el verbo de la canción. Un verbo por el que apostó todo y se volvió la forma que encontró para agenciarse un futuro en su territorio etéreo preferido: el de la canción.
Escuchá a Pablo Matías Vidal en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).