
Cristian Gigena es un cantautor oriundo de Campana cuya carrera arrancó hace más de 10 años. En 2013, luego de experimentar en varios formatos, el músico estrenó su proyecto solista Ratola y logró posicionarse como un referente de su ciudad natal.
En abril de este año salió Otro mundo, el tercer álbum de Ratola que presentó a sala llena en Bisellia Teatro Bar, una noche de celebración en la que seguidores, amigos y colegas se juntaron arriba y abajo del escenario para festejar y acompañarlo. El nuevo disco presenta varias novedades respecto de sus trabajos anteriores, tanto en la lírica como en la composición musical. Las letras de las canciones se alejan del perfil aniñado y paródico de Feliz cumpleaños (2013) y Cada vez te quiero más (2015) y apuestan por un camino de honestidad introspectiva. El recorrido es una propuesta que invita a desenredar la intimidad de los procesos, con temáticas que giran en torno a la cotidianidad, el amor, los viajes y el turismo interno, con un fuerte componente autocrítico.
La primera canción del disco, “Bomba Ninja”, es un hit que suena hace varios meses en vivo, pero que hasta ahora no tenía una versión definitiva: una cumbia bailable para cantarle al desamor y a eso que la generación millennial denomina ghosting. Con una temática tan contemporánea, esta canción parece ser la estela del cometa pasado del cantautor, la que funciona de nexo entre sus discos antecesores y el punto de partida de Otro mundo. Desde la segunda canción del disco, “Mi persona favorita”, y hasta la última “Palabras compuestas” (que recuerda los ya olvidados “track fantasma”, casi obsoletos en esta era digital) se suceden variopintos cruces melódico-instrumentales. Aparecen ritmos que se alejan de lo tropical y renuevan su apuesta con la intimidad acústica mientras que, más adelante, coros con impronta murguera se infiltran para pedir que regrese el carnaval y un grito afinado a cappella demanda “es hora de salir al sol”, un voto de confianza para aquellos que se animan.
Construir una propuesta de mirada crítica que no se queda en reclamo sino que se transforma en alternativa, rodeado de nuevos ritmos y mezclas instrumentales, es quizás la cualidad más destacable en la obra del cantautor. Este disco es un relato no-lineal producido por Octavio Gómez con arte de tapa de Agustín Di Tomasso en el que el corazón rojo (sello logotípico indiscutido del cantautor) evidencia la conservación de cierta impronta estilística, pero emerge lejos de la atmósfera terrestre, en un universo más reflexivo. Y es que, siguiendo la trayectoria, estas 10 canciones son el resultado de una metamorfosis, el renacer musical de un Ratola que se anima a navegar el espacio exterior sin pudor ni miedo a perder el oxígeno: Otro mundo para conquistar.