Aunque no ejerce, Santiago Cayrol es diseñador industrial de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, sede Mar del Plata, pero su interés siempre fue la música. “Las bandas que armamos en Mardel no tenían mucha movida porque justo agarré la época post Cromañón y además no había mucha cultura emergente”, cuenta. Pero en un viaje con su ukelele por Sudamérica vio que despertaba interés en sus ocasionales públicos; una réplica en Alicante, España, lo convenció de que fuera de su ciudad natal existían las posibilidades de su carrera soñada. El posterior fallecimiento de su padre fue el detonante final para irse a vivir a Barcelona. “La vida es corta y quería hacer lo que me gustaba, entonces ahí me empecé a soltar más y a permitirme”, recuerda de ese momento.
En Barcelona nació Ricci Nostra, su versión proyecto solista. Al principio, se presentaba en bares haciendo covers y transformado en playlist, según comenta él mismo, pero con el tiempo un compañero lo convenció de empezar a grabar sus primeros temas. Aunque esa grabación no prosperó, sí le abrió el camino a empezar a buscar estudios y de otro grupo de amigos surgió un formato de banda, con el que seleccionó algunos temas y eso dio origen a Jinete de conejos, su primer disco de 2019. De aquel álbum, rememora que “era más introspectivo y más bajonero por el momento del viaje y de mi padre”. En medio del camino de desarrollo posterior del álbum vino la pandemia y con ella, nuevas composiciones e intenciones de grabar un segundo álbum, que el pasado 17 de septiembre vio la luz bajo el título La maldición del amarre.
Musicalmente, a Ricci Nostra se lo puede encontrar en muchos aspectos. Él mismo dice que le encanta Gustavo Cerati y Luis Alberto Spinetta y que en el momento de la composición estaba metido con Ceramic Animal, Arcade Fire y Vampire Weekend, pero que además es fanático de AC/DC desde chico. Toda esa mezcla de colores encuentra matices en el recorrido de este álbum, que por momentos parece que va a recibir un coro de Cerati, como en “Soltémonos”, pero que en otros va con instrumentos fuertes al frente con mucho colorido. A la variedad de matices la podríamos llamar pop alternativo, pero el cóctel también incluye rock e incluso sonidos electrónicos, conectando así décadas y décadas de música con lo más actual. Al escuchar uno por uno los temas, esas influencias afloran combinadas con una melancolía que estaba más presente en el primer disco pero que no deja de estar presente en este nuevo material.
En cuanto a letras, el concepto aglutina todo lo nuevo. “Están todos esos peros de la tía vieja que te come la oreja, la tía Marta es la maldición del amarre”, dice, aunque también confiesa que hay una obsesión con el mar que siempre está presente en sus líricas. “El orden que llevan las canciones cuenta una historia que se ve bastante clara y la crítica a esto de la sociedad es esto del amarrar, del agarrar, de cuantas ataduras tenemos que no nos permiten ciertas cosas”, define Cayrol. Como conclusión, el mensaje para los oyentes es “despertate”.
Escuchá La maldición del amarre en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).