En la tapa de El fin del mundo fue ayer, el disco debut de Uno en la Luna, un pollo está parado sobre la superficie de ese satélite dándole la espalda a la Tierra, el planeta celeste del que se escapa un auto volador dejando una densa estela dorada en su camino.
La Luna es el único satélite natural del planeta Tierra. Y a juzgar por la tranquilidad que demuestra el pollo y la velocidad con la que ese auto verde intenta escapar de aquel martirio, esa superficie rocosa parece ser el mejor lugar para estar.
El fin del mundo fue ayer fue publicado en marzo de 2014. Josefina Irurzun (teclados, piano eléctrico y voz) y Mariano Cescatti (batería, teclados, coros, bajo), la dupla que compone este proyecto, lo grabaron en La Máquina de Coser Estudio, La Plata, en invierno de 2013. Sin embargo, aunque nos engañe por su sonido, el dúo no es platense. Josefina y Mariano observan a la Luna desde el valle serrano de Tandil.
El álbum consta de nueve canciones y dura apenas 32 minutos. Teniendo en cuenta que la distancia de la Tierra a la Luna es de 384.400 km, con una velocidad promedio de 120 km/h, durante el viaje se podría escuchar el disco unas 6500 veces de ida, y otras tantas de vuelta.
El periplo sería largo, claro, pero estaría acompañado por las canciones perfectas para ambientarlo. Temas que hablan de escapadas, planetas nuevos, soles, ciudades grises, fórmulas perfectas, nubes, noches y autopistas.
Con el piano siempre al frente y ese sabor a Belle and Sebastian, en su ópera prima Uno en la Luna recorre paisajes tristes con una nostalgia que (vaya uno a saber por qué) termina transformándolo todo en sonrisas.
En el final del disco, sugieren un cierre de esta historia y nos ayudan a terminar de entender su mambo: “Viajero que sube, hasta la guarida, descansa y predica, su renovación”. Son ellos, los Uno en la Luna, que nos hablan desde aquel satélite que utilizan de refugio. O es el pollo, que a casi 400 mil kilómetros nos invita a descansar a su lado.