El magma, silencioso y misterioso, se contiene en el interior de un volcán. Una erupción puede liberar todo de forma violenta, pasional. La lava avanza lenta y delicadamente destruyendo todo a su paso. Seduce y cautiva, pero al mismo tiempo, arrasa y mata. ¿Cómo algo tan hermoso puede, en cuestión de minutos, explotar y destruirlo todo?
“Vulka es un monstruo de sentimientos, de pasión“, dice Julia Consolo, la creadora del proyecto, en conversación con Indie Hoy. Y su alter ego artístico se nutre de eso. De lo que quema por dentro, de lo que no se puede contener. En toda emocionalidad humana -dice-, hay contradicciones. “Yo creo que intento entender y explorar las contradicciones cuando escribo canciones… Lo bueno y lo malo, el goce y el dolor. Vulka surge a raíz de eso”.
La música de Vulka está enraizada en el rock y la canción, y suma capas de sintetizadores que incitan al movimiento del cuerpo. Lo electrónico convive con lo orgánico, creando una fórmula que evita los extremos y busca el punto justo de tensión.
Julia toca el piano desde los 7 años. Su papá les dio a elegir un instrumento a ella y a su hermano cuando eran chicos. Ella agarró el piano y nunca más lo soltó. Con su profesor de toda la vida exploró distintos géneros, aunque su formación tuvo una fuerte impronta del jazz.
Cuando ingresó a la carrera de “Música popular” en la Facultad de Artes de la UNLP, pudo expandir esa formación. Comenzó a moverse y vincularse con la escena under platense forjando experiencia como pianista en diversas bandas. Con el proyecto de Juan Baro todo prosperó: se profesionalizó, ganó escenario y profundizó su interés por la producción musical.
La pandemia fue un momento bisagra. “Abrí el Ableton y me metí en el mundo de los sintetizadores y empecé, de manera autodidacta“, recuerda. Así comenzó a darle forma a sus primeras canciones que ya tenía grabadas en notas de voz de su celular.
“Siempre tengo el piano enchufado al lado de la computadora —admite—. No existe una sin la otra. Prendo la PC y prendo el piano. Está pasando todo al mismo tiempo. De hecho mi piano también sirve como MIDI. Una es la extensión de la otra. Y todos mis temas tienen piano. Pese a todo el mundo de la electrónica y el sonido sintético, no puedo dejar atrás lo analógico. Me gusta la canción, pero a la vez me interesa el movimiento“.
“Cuando estás tanto tiempo analizando la música de otros, me empezó a picar el bicho. Y dije: ¿Y si yo hiciera, qué? ¿Qué sale dentro mío? Así que empecé a hacer canciones y de pronto, en esa búsqueda y en esa composición, fue apareciendo una narrativa propia“, explica.

Su primer disco, titulado Vulka y publicado a fines de marzo, fue el inicio de ese proceso. Pero con el tiempo empezó a buscar otras miradas. “En un momento, empezó a surgir la necesidad de tener una mirada ajena —cuenta Julia—. Siempre elaborar con otros es nutrirse todo el tiempo. En algún momento quise dejar de ser quien hacía absolutamente todo”. Así fue como empezó a trabajar con Pablo Bursztyn, productor musical integrante de Proyecto Gómez Casa y Antagonista, lo que le permitió explorar nuevas dimensiones de su música.
Poco a poco, empezó a querer darle forma al proyecto, pensándolo arriba de un escenario. Se tomó su tiempo para diagramar meticulosamente la formación de su banda. “Fue muy complejo para mí, porque es dar el primer salto para que las cosas sucedan”, admite. Hoy la acompañan Morena Pantucci en batería, Agustín Buaon en sintetizadores y Agustín Parodi en guitarra. Y fue la propia pasión de Julia la que se encargó de construir una sinergia genuina en el grupo. Hoy, antes que nada, son amigos. Y eso en el escenario se enciende y se nota.
Así como sus canciones están atravesadas por lo emocional y lo pasional, también su puesta en escena tiene una dirección. “Siempre hay un guiño y una seducción con el color rojo. Tiene que ver con traer un poco de vida, la pulsión de la sangre“, argumenta.
La sobriedad del negro —presente en la ropa de la banda— contrasta con el rojo que ella elige vestir, no como un gesto de protagonismo sino como una forma de acentuar la simpleza y dirigir la atención a lo esencial. “Me gusta jugar mucho con el silencio también. Cuando hay algo más limpio visualmente, uno puede prestar atención a otras cosas“, dice.
Esta estética también se refleja en el videoclip de “La espera”, donde Vulka encarna la vulnerabilidad interna con una narrativa visual sobria. La puesta, en clave rojo y negro, profundiza esa sensación de vacío y contradicción que habita su universo artístico.
El proyecto tuvo un inicio potente: en poco tiempo, Vulka ya se presentó en escenarios y festivales de La Plata, en Buenos Aires y una pequeña gira de verano en la Costa Atlántica, además de tener la oportunidad de tocar en el mítico festival Rock en Baradero.
Y aunque el recorrido recién empieza, Julia no puede evitar mirar hacia adelante: “Uno cree que encuentra una narrativa propia. Eso se va construyendo y va mutando, digo, porque por ahí lo que hago en dos años es muy distinto. Con el tiempo cambia, indudablemente”.
Escuchá a Vulka en plataformas (Spotify, Tidal, Apple Music).