Un día Ari le pidió a su amigo Juan Olima, creador de la banda Plenamente, que lo invitara a tocar en algún lado, en donde sea. Olima lo invitó a Salas Blackroom, donde entre el público se encontraba Ricky Morales. Por el setlist que Ari eligió, “fue un flechazo instantáneo”, acuerdan ambos. Ricky, a su vez, paseaba a su perro en la misma plaza de Ramos que Mauro Arenas, donde ambos lucían remeras de bandas que hacían que se estudien cada vez más. Francisco Crillo, desde Mendoza, subió un día un flyer con una foto de Anton Newcombe -cantante de los Brian Jonestown Massacre-, que dio con la pantalla del teléfono de Ari. Gabi, por su parte, fue un día a sacar fotos a un ensayo, donde le surgió una intriga: “che, ¿no necesitan a un bajista?”. La posición ya estaba tomada por Santiago Vidri.
Todos estos pequeños sucesos llevaron a que exista hoy Winona Riders, la brillante y errática banda de rock psicodélico. Desde su fecha debut en Salas Tifón, lugar que estaba a punto de convertirse en un hito de zona Oeste, llegaron a tocar en diciembre en el festival Music Wins y abrirán en abril el show para Brian Jonestown Massacre, su principal inspiración. No por esto han dejado de mantenerse fieles a sus orígenes: las presentaciones en su barrio continúan siendo una constante, como es el caso del FestiPiola el domingo 26 de marzo en el Auditorio Oeste.
“La expresión más arrogante del momento”, se lee en su biografía de Instagram. Su presuntuosa presencia tanto arriba como abajo del escenario tiene con qué respaldarse: desde el fin de las medidas de aislamiento, Winona agota sus shows con soltura. Se suben al escenario con una actitud de libertad radical y sobrecogedora, y se producen avalanchas y corridas en cuanto suena el primer acorde. Lo que lo vuelve tan interesante es que, por parte de ellos, no se trata de un acto, una pose o una performance: son los frutos de una banda que cree contundentemente en su música.
La identidad de la banda comparte algo con una cantidad de músicos que destacaron por su rebeldía, tanto con la industria musical como con la sociedad en general. Se aparecen como ráfagas ciertas imágenes, titulares como “¿Dejarías que tu hija salga con uno de los Stones?”, la descripción de Joan Didion que reza “Era Morrison quien había definido a los intereses del grupo como cualquier cosa relacionada con la revuelta, el desorden, el caos y las cosas que no parecen tener significado alguno”, o aquella parte del documental Dig! en la que alguien comenta sobre los BJM: “A veces la gente trasciende los límites del bien y el mal y establece sus propias condiciones”.
Es en parte porque la banda reconoce todos estos antecedentes, y busca impulsar una nueva dinámica entre los músicos y aquello que los inspira. Cansados del correctismo en el que los artistas no admiten que “roban”, ellos ponen a sus influencias en primera plana. Así es el caso con la canción “Antes de que el diablo llegue a casa“, en donde se tomaron la libertad de copiar una de las voces de “Sympathy for the Devil“. O el llamativo diseño de su remera con la estampa “Stooges? Velvets? Spacemen? Winona Riders”, en una clara alusión a sus influencias y, al mismo tiempo, una declaración con mucho impacto.
“Entramos en el juego ese porque también hay que tomarlo -admite Ricky, uno de los dos creadores de la banda y guitarrista, en conversación con Indie Hoy-. Los Rolling Stones estaban afanando constantemente. La onda es tomar esas influencias y hacerlas mejor. ¿Por qué todo tiene que ser lindo y ‘no, yo no saco influencias de gente’? Si tus punteos o tu estilo vienen claramente de otra banda, hacete cargo. Por eso también cae bien y cae mal la actitud que terminamos tomando. Algunos te ven y piensan ‘uh, estos son delirantes’. Te miran con esa cara de ‘son re engreídos, deben ser re insoportables'”.
“No es una perfo -agrega Ariel-. Todo esto nace de que estábamos cansados de otra movida y otras actitudes. En cuanto a las influencias, yo creo que hay dos claves: Brian Jonestown Massacre y Spacemen 3. Spacemen 3 es del género trance a un nivel extremo, y vamos hacia eso. Había un flyer de ellos que decía ‘Stones? Velvets? Stooges?’. Sacamos el Stones y pusimos a Spacemen. Leí una vez una entrevista a Spacemen 3 que decía que ellos quieren que se note cuáles son sus influencias. Ellos tienen un tema que se llama ‘OD Catastrophe‘, que es un tema de los Stooges tal cual pero con otra letra. Y es la gracia eso también, divertirnos con eso y que se note. La canción ‘Antes de que el diablo llegue a casa’, era la intención que suene a ‘Sympathy’. La fuente del logo de Winona es la fuente de Spacemen 3, que tomamos como una religión. El concepto de ‘la revolución’ que tiene la banda también lo sacamos un poco de Brian Jonestown Massacre, que se ve muy bien en su documental.
La banda está conmovida por el hecho de ser teloneros para su influencia principal al tiempo que sienten que era algo indefectible. “Es loco y al mismo tiempo no: ¿qué otra banda les podía abrir si no éramos nosotros?”, opina Francisco, baterista de la banda. “Iba a pasar. No sabíamos que iba a pasar tan rápido”, acota Ariel, dejando asomar de nuevo la flagrante seguridad sobre su proyecto. “Nosotros confiamos en hacer lo nuestro, y en que, si lo hacemos bien, las cosas van a llegar”, suma Gabi, quien se incorporó a la banda como panderetista al estar ocupado ya el rol en el bajo.
Winona Riders se plantea como una banda rupturista con el contexto bonaerense previo a ellos. “Era una escena muy distinta a la de hoy en día -recuerda Ari-. Mucho West Coast, Surf Curse, Beach Fossils, mucha playa y todo eso”. “Sentíamos que era una escena en la que todos estaban cómodos -añade Ari-. Todos hacían lo correctamente lindo. Los circuitos eran chicos, era muy difícil entrar con tu banda a esos circuitos y hasta el público era siempre el mismo. Ese círculo tampoco quería seguir expandiéndose, darle lugar a otras bandas y crecer. Era todo muy tibio, muy conformista. Y la gente antes no estaba predispuesta. Cuando tocabas, gran parte del público era gente que iba a ver a su amigo tocar, no el verdadero público que va porque quiere ver música en vivo. Mucho público que iba a aguantar”.
Pero luego del aislamiento, que marcó un antes y un después para muchos de los artistas actuales, las cosas cambiaron. “Nos dimos cuenta en La Casa de Luca, fue la segunda fecha después de la pandemia y tocamos con No Me Toques, y fue un desconche. La gente agitaba todos los temas que claramente no conocían, se agotó. Había 200 personas adentro y 100 afuera queriendo entrar. Me acuerdo de estar con Ricky viendo No Me Toques y decir: Che, está pasando algo”, cuentan los dos fundadores de la banda.
Acerca de los objetivos y las expectativas para el futuro de la banda, no podríamos esperar otra cosa que una fuerte ambición. “Para mí, ver a una banda como un trabajo o algo con lo que tener rédito económico no es una prioridad. Es algo que se va a dar solo si de verdad querés trascender -concluye Ricky-. No me refiero a cambiar el mundo, porque ya está: desde el día uno se apretó el botón de autodestrucción. Pero más que nada salvar a los tuyos. Por eso es medio sectario tener una banda. Las bandas de culto terminan generando eso, porque no se trata de salvar al mundo o terminar de hacerlo mierda. Se trata de salvar a los que te rodean, en algo que sea más elevado que lo cotidiano. Ante eso, la idea de vivir de la música termina siendo fría y básica. Es volver a encasillarse, volver a apagarse. Yo no quiero que mi acorde me de plata. Si se da, se da, y va a ser porque la ambición que tenemos es mucho mayor. Cuando uno es genuino y auténtico, ahí es donde movés la fibra, y es lo que pasa con Winona, creo yo. La gente te cree y se forma todo ese bullicio que se está generando”.
Escuchá a Winona Riders en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music). La primera edición del FestiPiola será este domingo 26 de marzo en el Auditorio Oeste (Av. Rivadavia 17.230, Haedo), entradas disponibles a través de Passline. El line-up se completa con Piba, Manu Hattom, Alejandro Cares y los Magos Farciar, Picnic al Costado del Camino, Sabot, y más.