Desde estudios en sus propias casas y con búsquedas muy personales, Árwy, Lyas e Ismael Pinkler publicaron discos recientes que encuentran en lo electrónico una vía para explorar lo íntimo, lo espiritual y lo onírico. Ya sea desde una narrativa fantástica atravesada por el duelo, el recuerdo o la introspección, los tres trabajan el sonido como un umbral, un portal hacia otros mundos.
Árwy – Plutón
Awesome Tapes from Munro
Una pilota espacial, de figura humana y rasgos felinos, tiene que escapar del planeta más alejado del sol y llegar hacia la Luna. En ese recorrido se cruzan vampiros, fantasmas, dinosaurios, naves, cyborgs, cortocircuitos, sanación. Todo lo que sucede entre un punto y otro del sistema solar comienza a cargarse de drama, simbolismo y sensibilidad cruda. Un viaje sonoro que se siente como un videojuego, una ópera, un anime o un sueño.
Plutón, el primer disco solista de Árwy, nació como una necesidad urgente. En medio de la conmoción por la repentina muerte de su padre, la música volvió a ocupar un lugar central. “Fue una excusa para levantarme de la cama y hacer algo al respecto con todo eso que me estaba pasando”, dice en conversación con Indie Hoy. No como distracción, sino como portal, un medio para atravesar el duelo, explorar lo onírico y ponerle voz —y gritos— a lo que no podía decir de otro modo.
“La música me ayuda a descifrar cosas —admite la compositora y productora oriunda de Tigre—. De hecho, fue loco porque hay algunas cosas que yo cantaba que terminaron pasando después. La música tiene eso, como si abriera universos paralelos. Uno cree que lo que está haciendo es de este presente, pero está adelantando algo que va a venir después. O en realidad está todo sucediendo a la misma vez”.

Para construir la narración de su disco, Árwy escribió un guion que seguiría el viaje de esta pilota desde el planeta de la muerte hasta la luna maternal. La música fue apareciendo, así como también la influencia de distintos sonidos que había escuchado a lo largo de su vida: la música celta, el canto lírico, el noise y su más reciente interés en la electrónica.
Grabado casi por completo en su casa, producido e interpretado por ella misma, Plutón es también un disco íntimo, hecho a mano. Aunque hay capas de sintetizadores, distorsiones y samples, el instrumento central sigue siendo su voz. “La voz es muy difícil de disfrazar —admite—. Lo que sea que te está pasando, va a salir, te va a exponer”.
Cada canción de Plutón es su propio mundo, pero siempre hay una atmósfera de extrañeza. Las referencias se cruzan entre Shakespeare, Evangelion, El Principito y el cine de terror. Todo convive. Árwy no elige entre lo emocional y lo fantástico, los funde. Hay canciones que parecen arrullos cósmicos, como la íntima “Vísperas”, y otras que se sienten como pesadillas, como el ASMR alienígena de “UNIDAD 00”. En el track final, su voz se tuerce en gritos, antes de terminar en un coro hipnótico. No hay una redención fácil. La forma de sanar, si aparece, es catártica, tumultuosa, honesta.
“Tiene que ver con el camino del héroe —concluye Árwy—. Uno viaja, tiene obstáculos y después llega a destino. Pero el tema es que hay que bancarse el volver. Todo cambió porque vos cambiaste. Esos gritos tienen que ver con el laburo que me toca hacer ahora que volví”.
Escuchá Plutón de Arwy en plataformas (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).
Ismael Pinkler – Geografía mental
Metamusica
Ismael Pinkler siempre tuvo un pie en la pista de baile y otro en la música ambient. Como DJ o como mitad del dúo Carisma junto a Carolina Stegmayer, el músico porteño se había vuelto una figura constante en la escena de música electrónica bailable de la década pasada, muchas veces compartiendo cabina con amigos y colegas como Matías Aguayo y DJs Pareja. Sin embargo, hace cinco años abandonó las bandejas para enfocarse en la más introspectiva y solitaria tarea de componer música y no necesariamente bailable.
“Siempre me gustó la música bailable —cuenta Ismael en conversación con Indie Hoy—, siempre quise ser DJ y editar música techno, pero en realidad encontré mi mood en el ambient y en los beats lentos. Toda mi música rítmica está entre los 90 y 110 BPMs, incluso cuando tocaba en fiestas. Por eso siempre digo que tengo un doctorado en warm-up”. Parte de esta experiencia puede atribuirse a que comenzó a tocar como DJ en 2004, meses antes de que suceda Cromañón y la noche porteña se reconfigurara entre clausuras y fiestas clandestinas.

Los dos discos que Pinkler publicó el año pasado lo encontraron lo más alejado posible de la pista de baile: Nocturno, un álbum de piezas de piano interpretadas por Nicolás Bacal, y Geografía mental, de composiciones electrónicas abstractas y libres de beat, guiadas solo por una fascinación por sonidos que, aunque enteramente sintéticos, evocan texturas orgánicas: napas, cuevas, placas, agua, viento, tierra. “Rodocrosita” abre el álbum con largos ecos sostenidos, como un sintetizador reverberando en una caverna; el final de “Napas” parece suceder en medio de un derrumbe subterráneo.
“Lo animal y lo vegetal son parte de mi vocabulario sonoro”, admite Pinkler, sin embargo en Geografía mental no vamos a escuchar samples de cantos de pájaros ni grabaciones de campo de bosques. La sensación de entorno sonoro natural siempre es interrumpida por distorsión, glitch o cambios abruptos, como en un estado constante de alerta y transformación. “Me interesa cuando la música está al borde de desarmarse, o cuando no tiene una emoción clara —continúa Ismael—. Te pone en un estado de contemplación del sonido en sí mismo”.
En ese frontera entre lo sintético y lo orgánico, entre lo meditativo y lo inestable, Pinkler parece haber encontrado una nueva zona de creación, una forma de habitar un espacio que aún no está completamente formado. Su música ya no busca acompañar una situación, sino provocar una escucha activa, casi física, como si cada sonido fuera una superficie para explorar con los oídos. Geografía mental es un paisaje que, como Ismael, parece estar en constante reconfiguración.
Escuchá Geografía mental de Ismael Pinkler en plataformas (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).
Lyas – Lazos
Nodo Label
Catriel Nievas conoció a Oriana Tosi en una de sus clases de producción musical y los unió un interés profundo en la escucha como práctica activa y forma de habitar el mundo. Ambos del Conurbano oeste, cada unx llevaba una carrera solista: Oriana, bajo el alias Sáccea, publicó algunos EPs y tracks de electrónica melódica y experimental, por momentos etérea y otras veces agresiva. Catriel, por su parte, es un estudioso del drone y de las grabaciones de campo, con una serie de obras que indagan en la relación entre paisaje, sonido y contemplación.
Al poco tiempo comenzaron a tocar juntos, improvisar sobre el otro y crear un lenguaje compartido. Lyas —iniciales de Lágrimas y Arpas Salvajes— es el proyecto que lxs reúne para crear algo más que la suma de sus partes. Parte de esa singularidad nace del tono emocional que atraviesa las canciones de Lazos, su primer EP, como una melancolía difusa o una nostalgia sin tiempo. “Son sonidos que parecen venir de otra época, pero a la vez de ninguna época en especial”, cuenta Catriel. Oriana coincide: “Yo soy muy nostálgica. Me encanta revivir recuerdos una y otra vez, acordarme y volver a sentir esas sensaciones”.

A diferencia de sus proyectos solistas, en Lyas aparece una voluntad de canción más clara. Ambos habían usado la voz en su música como un instrumento más, pero en Lazos se propusieron componer con letra y melodía. Es la voz de Catriel bañada en autotune la que se escucha en “Misiones”, mientras que los coros de Oriana sobrevuelan durante la segunda mitad de la canción, aportando textura y atmósfera. La canción estuvo inspirada en un viaje que hicieron juntos al litoral, y en una experiencia transformativa que vivieron en una plaza antes del anochecer.
“Hacía un calor muy particular, muy espeso —recuerda Catriel—. Y hubo un momento de la tarde, del atardecer, en que empezaron a sucederse una serie de eventos sonoros en una plaza donde estábamos. Había unas chicharras que eran tipo sintes”. Oriana completa: “A lo lejos se escuchaba una murga también. Estábamos re flasheados porque de repente era como estar sumergidos en una pieza sonora. Y el sonido se movía distinto con tanta humedad. La letra de ‘Misiones’ habla mucho de las sensaciones que daba ese lugar tan especial. Sonoramente, visualmente, al tacto, al aire”.
Esa atmósfera densa y envolvente impregna todo el disco. Está en la leve distorsión y las campanas de viento que parecen hechas de cristales en la apertura de “Estados de alerta”, así como en el final catártico y casi orquestal de “Todo nos lleva”. Pero también está en las pantanosas guitarras eléctricas de “Misiones” y “Salinas”, que suenan suaves, con una melancolía sutil, como si flotaran en un paisaje brumoso.
La tapa de Lazos, obra de Marta Tworkiewicz, fue otra forma de plasmar ese clima emocional que atraviesa el disco. “Le pedimos algo difuso, medio ruidoso —recuerda Catriel—. Y sin buscarlo, apareció esta imagen que parece mostrar dos personas abrazándose. Fue muy simbólico”. Ese símbolo no es menor: Lyas también es un experimento afectivo, un modo de vincularse a través del sonido. “El nombre del EP viene por eso —dice Ori—. Habla de los lazos con el otro, pero también con el espacio, con lo que nos rodea”.
Escuchá Lazos de Lyas en plataformas (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).