En su cuarto álbum, Alex Anwandter busca transformar la pista de baile en el centro del mundo. Como tantos otros dedicados a esta tarea –piénsese en Chic y sus exquisitas utopías disco, en Sylvester y sus himnos gay salpicados de brillantina, en Frankie Knuckles y sus anabolizantes remixes en pos de una noche interminable– el cantante y productor chileno no aspira solo a hacernos mover los pies con una arrebatada base rítmica, sino a convertir la discoteca en el lugar donde los conflictos se resuelven al compás de la música.
El diablo en el cuerpo empieza con “Maricoteca”, una canción en la que Anwandter –como un Virgilio de neón que regresa del infierno para conducirnos a un renovado paraíso– ofrece sus consejos a un joven que ha sido expulsado de casa de sus padres. La música, carnal y eléctrica, es puro funk robótico, una gloriosa actualización del más acerado post disco.
Sobre este telón de fondo, con un timbre de voz que es al mismo tiempo fraternal y seductor, Anwandter enciende las luces de un oportuno hogar de acogida. El resultado, como los antiguos saturnales romanos o los vistosos carnavales del medioevo, es la creación de un territorio festivo, un despliegue de deseo liberado en forma de baile, una dramatización donde la máscara de “reina” es, en realidad, una forma de expresar identidades desplazadas que anhelan salir a la superficie.
Esta temática de conflicto y reconciliación, de incomprensión y reivindicación, de adversidad y triunfo, se repite constantemente a lo largo de todo el álbum. En “Precipicio”, sobre un tapiz de sintetizadores y un ritmo electrónico de pulso incesante, el chileno parece retomar el mito de la caída de Adán, aunque, en lugar de la vergüenza sufrida por el primer hombre tras ser expulsado del paraíso, el oyente es exhortado a desafiar el castigo y bailar al filo del abismo.
En “Unx de nosotrxs”, canción donde intercala la voz principal con Javiera Mena, Anwandter se traslada imaginariamente a la Blondie, icónica discoteca chilena donde acaba bailando para olvidar sus penas de amor: “Hace tiempo que me estoy escondiendo de los demás/ No quiero sentir, amiga, que la vida está rota/Hazme, amiga, reír de nuevo/ Y en la noche llévame a la Blondie/quiero sentir de nuevo que no hay futuro/y eso a mí no me importa”.
Gracias a un pulso que metaboliza la mejor música bailable de las últimas décadas y una sucesión de letras donde nuestras penas son purificadas en la fiesta, El diablo en el cuerpo nos recuerda las razones por las que volvemos a la pista de baile: para reparar la expulsión de nuestros propios paraísos personales, para echar abajo las limitaciones impuestas por las convenciones sociales y, por último, para librarnos de las divisiones que sufrimos en el mundo. Al finalizar el álbum, cuando la fiesta ha terminado y la luz del sol reemplaza a la bola de espejos, volvemos a la calle sintiéndonos un poco más puros, un poco más plenos, un poco más nosotros mismos.
Escuchá El diablo en el cuerpo en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).