Si de algo entiende Charli XCX es de crear música que rompe esquemas y deja a todos reculando. Luego de un recorrido de aprendizajes significativos y una trayectoria imponente, el sexto álbum de estudio de la artista británica viene a confirmar esa premisa con un trabajo que, en sus palabras, siempre quiso hacer. “Nací para hacer música dance… vengo de los clubes… XCX6 es el álbum que siempre quise hacer“, twitteaba una tarde de febrero.
Cada álbum nuevo de Charli crea una nueva era y Brat distaba de ser la excepción. Si bien la gesta puertas adentro de este trabajo comenzó de forma muy enigmática, con el paso del tiempo empezamos a enterarnos de qué venía la cosa.
El 22 de febrero tuvimos una primera prueba en su Boiler Room, evento en el que nos dejó algunos fragmentos de canciones que luego identificaríamos como “365” o “Spring Breakers“, y también nos presentó al equipo de productores que luego encontraríamos en el proyecto final: A. G. Cook, George Daniel e Easyfun. Ahí, un shock eléctrico de sonidos tenaces nos vino a confirmar una sola cosa: lo que venía era fuerte y su máxima primordial era erizarnos la piel y hacernos bailar hasta el éxtasis.
Lo que vino después fue una vorágine de información que solo Charli XCX podía surfear con tanto estilo y espontaneidad. El 29 de febrero nos entregó la primera carnada, “Von Dutch“, y a mediados de marzo sacó su respectivo remix en colaboración con Addison Rae y A. G. Cook. Finalmente, a inicios de abril y mayo salieron en formato doble single “B2b” y “Club Classics” y luego “360” -también con su respectivo remix en colaboración con Yung Lean y Robyn unos días después-, sus últimos tres cortes de difusión previos al lanzamiento que se apoderó tiránicamente de nuestros parlantes y auriculares el 7 de junio.
Tres días después nos enteramos que tendríamos una edición deluxe en nuestras manos a través de una pintada enorme en un paredón de Los Ángeles con el título Brat and it’s the same but there’s three more songs so it’s not’, y en la madrugada del 21 de junio llegaba de la misma manera “The girl, so confusing version with Lorde“, remix del track 10 del álbum. Entre todo eso, videoclips, escuchas previas en clubes nocturnos de capacidad extra reducida, presentaciones íntimas de canciones puntuales y presentaciones masivas en el Primavera Sound de Barcelona, una horda de memes staneando el proyecto y la gente volviéndose loca con el fenómeno Brat.
Ante y contra todo, Brat vino a encarar la difícil tarea de darle entidad a las raíces musicales de aquella Charli de quince años, que se escapaba a raves clandestinas con sus amigos para bailar con sonidos que le volaban la cabeza, pero también de satisfacer las pretensiones sonoras de la Charli actual, que con 31 años reconoce de frente a sus ambiciones. ‘’Cuando empecé a hacer música, tocaba en raves ilegales en almacenes de Hackney, en Londres. Ese es mi hogar”, rememoró en entrevistas.
La búsqueda no fue fácil, sino más bien autocrítica. Charli XCX, contraria a gran parte del ramal pop actual, es una de esas pocas artistas que funciona bajo una retórica ultra perceptiva a la hora de crear su propio arte, donde la conformidad y el funcionar por inercia no son una opción. Vemos a lo largo de su carrera que saca un álbum, lo deja tomar aire y después lo pone bajo un microscopio que lo somete a un análisis crítico ultra minucioso. El ejemplo más cercano que tenemos es Crash (2021), al cual cuestionó de arriba abajo durante los años siguientes.
Sin embargo, Brat marca un punto y aparte en su carrera. Con él, Charli no solo logró beber de sus influencias para crear un álbum actual y futurista que satisface y trasciende sus propias pretensiones, sino que demostró que se puede parar sobre los límites inconclusos de lo alternativo y el mainstream y, aun así, sonar original, fresca y estrictamente auténtica. Esto es posible solo cuando existe una visión creativa que decantó a través de los años y sabe lo que quiere.
¿La fórmula? Nacional. Si de algo sabe la gente de Reino Unido es de formar equipos para jugar un amistoso del que salen sorpresas maravillosas. Detrás de ella, una línea infalible de tres: A. G. Cook jugando de delantero, George Daniel y Easyfun en la defensa perfecta, y Hudson Mohawke, Gessaffelstein, El Guincho, Cirkut, Blake Slatkin, Jon Shave, Bart Schoudel, Lotus IV, Noonie Bao y Omar Fedi en el resto de la cancha generando las asistencias necesarias para que Charli meta el gol. Si bien es destacable el trabajo de todos como base sólida para que el proyecto tome cuerpo, A. G. Cook se lleva el protagonismo por afano. Es él quien aporta la cuota necesaria para reforzar la impronta más clubera de pura cepa que Charli buscaba plasmar en este disco.
Así es que Brat no solamente bebe del regocijo que brinda el trabajar entre amigos y tampoco suelta la individualidad como parte constitutiva necesaria, sino que además se permite preguntarse sobre las maneras de plasmar y transmitir todo lo que interpela, como la maternidad, la envidia, los vínculos, la fama y mucho más. La labor lírica que Charli emprende para este disco es sublime, lo hace de alguna manera siguiendo el legado de su amiga, artista y productora Sophie, quien siempre abogó por una música ruidosa, brillante, intensa y atractiva. Charli le rindo culto en “So I“, donde samplea su canción “It’s Okay to Cry” para crear una oda a aquellas amistades que ya no están.
En este trabajo, la soberbia más chav y la sensibilidad más interpelativa confluyen de manera perfecta para darnos una obra que no se pierde entre moralismos ni metáforas enroscadas, sino que dispara fijo contra las preocupaciones reales y posibles de una mujer en sus tempranos 30. Charli y Cook logran esto a través de un homenaje duro a los orígenes: el boliche Ministry of Sound, los hits de los 2000 y los clásicos del “filter house” del sello Crydamoure metidos en la licuadora junto con influencias más actuales del hyperpop.
Por su parte, el arte de tapa de Brat no se quedó atrás. Al compartir la portada del álbum, Charli fue destrozada por el público y la crítica, pero con ese ímpetu que la caracteriza se levantó a defender la portada de un álbum que entre su simpleza, arraiga un mensaje político y combativo contra todo aquello que se le sigue imponiendo a las artistas en pleno 2024. En una entrevista para Vogue Singapur, dio razones claras: las críticas la llevaron a cuestionarse por qué siempre se espera la figura de la artista en la portada, y también a tratar de entender por qué los fans creen que tienen el poder de exigirles cada vez más a sus artistas.
Por eso, la elección del verde se orientó a ofender, a demostrar simplemente con un color trillado que todo está mal y que la crítica a los modos de funcionar dentro del pop tienen que cambiar. En sus palabras: ‘’Quiero provocar a las personas, no hago las cosas para ser buena. Quiero ir con una ofensiva, con un verde pasado de moda para gatillar la idea de algo que está mal. Me gustaría que nos cuestionáramos nuestras expectativas sobre la cultura pop. ¿Por qué algunas cosas son consideradas aceptables y otras malas?’’.
Desde sus comienzos, Charli se vio expuesta ante un público que siempre la cuestionaba y le pedía más. En un contexto donde todo se torna cíclico y vuelven no solo los malestares mundiales sino también los sonidos dance para escapar del loop incesante, Brat llega a nosotros como lo hizo The Stone Roses en los 90. No pretende plantar un mensaje moralizador, sino más bien ser la banda sonora del combate: ¿te das cuenta? ¡Volvimos a vivir en los 90!
Con más de diez años de carrera, Charli XCX demuestra que está interesada en tomar riesgos y liderazgos, en lugar de sentarse a ver como todo pasa. Brat demuestra que Charli probablemente sea y seguirá siendo un nicho para los que buscan los cruces más experimentales de la música pop y, sobre todo, nos hace asumir lo difícil que es pensar en otra artista con una visión y búsqueda constante tan expansiva y genuina como ella.
Escuchá Brat de Charli XCX en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).