¿Qué tuvo que pasar para que saliera un disco como El retorno en este momento? En principio, el paso del tiempo es un factor fundamental acá. Si en Tormenta roja (2003), el primer EP de El Mató a un Policía Motorizado, una canción empezaba diciendo: “Sobredosis, vamos a pelear”, más de dos décadas después Santiago Motorizado canta: “Juro quiero ser un buen pastor, pero el camino está lleno de piedras”.
Es decir: ese joven del barrio El Mondongo en La Plata creció y, sin embargo, el mundo sigue siendo el peor lugar para vivir. Y eso es parte de lo que refleja este disco y que puede traducirse en una pregunta urgente: ¿qué hay para nosotros en una época que, constantemente, quiere desterrar todo lo que fuimos en el siglo XX? Es ahí donde se perfila la esencia de este disco. Si Pappo creó al Hombre Suburbano en una canción imperecedera, Santiago Motorizado, en su primer disco solista, nos ofrece al Hombre Melancólico: el sujeto nostálgico que transita con perplejidad extrema este incierto siglo XXI.
Con una banda como El Mató y con una vigencia notable en nuestro país y en el exterior, El retorno resulta una obra con peso propio en el territorio creativo que supo construir Santiago Motorizado en el rock argentino reciente porque se vuelve muchísimo más que un capricho o la megalomanía de alguien que quiere acaparar todas las luces. No, en absoluto, este disco va a fondo con una propuesta estética: mostrar una intimidad corrompida e indefensa (“Te pido perdón”) y con una necesidad de aferrarse a ciertos símbolos culturales —películas, discos, bandas, amistad— como único horizonte posible cuando todo es caída.
El sujeto que recorre estas canciones se lleva mejor con las obras que con los humanos que desea: el objeto de deseo y proyección siempre lo destruye, es ya inalcanzable o está irremediablemente perdido. Y en ese aspecto, El retorno no es tanto un disco de desamor como una obra en donde el amor parece una abstracción imposible de bajar a tierra de donde sea que esté. Romantizar —el amor, el deseo o, por supuesto, cualquier cosa— tiene esos riesgos. La vida es compleja, simplificarla tiene sus consecuencias.
De todas maneras, este Hombre Melancólico que recorre el disco parece vencido, pero no se entrega totalmente a la pasividad ya que no quiere seguir apresado y esclavo al devenir de los ghosteos y maltratos e inseguridad de un otro que se propone como provocador de incendios mentales y dolores varios. En canciones como “El pastor me dio su mano”, aparece una certeza: sufrir no es un camino, es un pozo ciego y un palo en la rueda de la evolución. Entonces, el personaje de este disco busca distintas sogas que le permitan trepar y salir del pozo ciego de la pena y la autoconmiseración. Quiere su vida de nuevo, y lejos del sufrimiento. Y ese es, entonces, el retorno que se expone brillante en el título.
Volviendo a Pappo, aparece otra pregunta: ¿adónde está la libertad en este mundo actual donde el amor está en las ficciones y el desamor está acosando la realidad? Lo que nos lleva a cuestionarnos otra cosa: ¿realmente se puede ser libre en esta época de capitalismo en su fase más criminal donde nadie escapa a sus fauces de horror e impiedad?
En “La revolución” canta Santiago, con ingenio y gracia: "Con mi fusil yo voy a cambiar/ Todas esas cosas que a este mundo le hace mal/ Y con los días llegará la revolución/ Y así por fin voy a llamar tu atención”. ¿Será este “fusil” un espejo contemporáneo de aquel “rifle” de “Mi próximo movimiento”? Cualquiera sea la respuesta, no deja de ser increíble que se meta a la lucha armada en una canción de amor. En ese sentido, El retorno sugiere que no es posible hablar de amor hoy sin tocar también la economía, la política, la salud mental y la cultura.
El componente solista de este disco —de una soledad buscada y elegida se podría decir— también se puede notar en las condiciones de producción que lo trajeron hasta nosotros. El equipo con el que trabajó Santiago, primero en el estudio Romaphonic en 2021 y después en Sonic Ranch 2024, fue minimalista: los hermanos Quintans —Tom en la batería y Pipe en todo lo demás y la producción— y Eduardo Bergallo —que ya venía trabajando con El Mató— en la grabación y masterización. Y es en la selección de esa cofradía, en decidir hacer con pocos integrantes, es donde se puede apreciar la construcción del sonido y la forma definitiva que tomaron estas canciones. Si son piezas de una intimidad que tiende al desgarro lírico, Santiago Motorizado eligió finamente a sus aliados y testigos. Es sabido: el viaje y la aventura siempre dependen de la compañía.
Algunas de las canciones de El retorno tienen una década. Y quienes fueron a ver los recitales de Santiago Motorizado (y muchos están en YouTube) ya las conocen en su forma larval y cambiante. Por eso es posible ver/escuchar a este disco, además, como una suerte de work in progress que decantó hacia esta etapa final y se asentaron en lo definitivo. Sin perder su personalidad original, estas canciones abordan el costado más cancionero (si este fuese un disco de él solo con su guitarra, estas canciones no perderían ni un ápice de su aura), fogonero y melodioso, El retorno muestra que algunas canciones esperan a que la maduración de una voz se realice y se lleva a cabo para poder terminarse.
Santiago Motorizado, una voz única en el panorama actual de la música popular de este país, comprendió que había que cargar a su voz de toda la experiencia posible para poder cantar de forma extraordinaria cada una de las palabras que escuchamos en este disco. Un verdadero artista sabe esperar el momento preciso y a punto caramelo de su obra. Y este es uno de esos casos. No desesperar y ganarle a la ansiedad es un trabajo como cualquier otro. Santiago Motorizado lo hizo en El retorno.
Escuchá El retorno de Santiago Motorizado en plataformas (Spotify, Tidal, Apple Music).