Hit Parade, el flamante nuevo disco de Róisín Murphy producido por DJ Koze, es una exploración y reinvención de la más representativa música de baile de nuestro tiempo. Aunque su sonido está basado en el R&B, el funk, el disco y el house, el álbum no es un mero repaso de estos géneros, sino una mutación de sus premisas estilísticas en pos de un disco de pop electrónico que se siente fresco y contemporáneo.
En este contexto, el término “electrónico” puede llevar a equívocos. Si lo comparamos con su predecesor, el ultra-robótico Róisín Machine, Hit Parade suena orgánico y natural, como el ensayo de una banda que lleva años tocando en vivo. Y es que, a pesar de haber sido elaborado a distancia, en un intercambio de archivos digitales entre Róisín y Koze, los sonidos del álbum –sus baterías, sus líneas de bajo, sus rasgueos de guitarra– evocan la fluidez de una grabación en directo.
Esta sensación de espontaneidad es el resultado del minucioso trabajo que Murphy y Koze le han puesto a la mezcla del disco. Así sean producto de samples de música de los setenta o de un software de última generación, los instrumentos de Hit Parade suenan con una claridad asombrosa, como si estuviesen instalados en la sala de nuestra casa. Por otro lado, la modulación de sus niveles de volumen produce una sensación de exquisita profundidad. Como en un inspirado ensayo, podemos escuchar cómo la base rítmica y las líneas melódicas responden intuitivamente a la estructura de las canciones, retrocediendo en sus estrofas, saltando hacia adelante en sus coros, cediéndole espacio a quien tenga que brillar.
Sin embargo, el rasgo más distintivo del disco –su mayor logro, quizás– es la tensión producida por el choque entre esta naturalidad y la artificialidad que Murphy y Koze traen a la placa con diversos efectos que inyectan un torrente futurista a las canciones. Esta tensión aparece en la superposición de texturas rítmicas de “CooCool”, en las voces procesadas digitalmente de “The House” y en los pads electrónicos que reemplazan a la batería en los redobles de “Hurtz So Bad”. Y es esta tensión entre tradición y modernidad, entre naturaleza y artificio, entre los sonidos del ayer y del presente, la que salva al álbum de caer en un ejercicio puramente genérico y lo convierte en un trabajo donde los elementos del pasado son revisitados, recreados y reinventados.
Uno de los trucos usados por Murphy y Koze para obtener esta tensión se halla en su adhesión a la estructura de las canciones. En contraste con Róisín Machine, donde la forma fluida y expansiva de los temas respondía a las pulsiones rítmicas del club, en Hit Parade los elementos característicos de la música electrónica de baile –sus timbres, sus texturas– se someten a la estructura más tradicional –estrofa, estribillo, estrofa– de los éxitos de la música pop. Quizás, si lo pensamos un poco, de ahí provenga el título del álbum. Con excepción de la apertura, “What Not To Do”, el orden de las canciones puede oírse como un comentario a la evolución del pop y la música de baile de los últimos cincuenta años.
En todo caso, el resultado de esta combinación de elementos, géneros musicales e intenciones artísticas es un álbum que no busca hacernos mover las caderas bajo la bola de espejos tanto como introducirse en nuestra vida diaria para hacernos compañía, murmurando en nuestros oídos mientras caminamos por el parque o nos dirigimos hacia el trabajo; iluminando, aclarando y enriqueciendo nuestro recorrido por la cotidianidad.
Si bien Hit Parade puede considerarse un triunfo artístico para Murphy y Koze, su llegada se vio afectada negativamente por los poco afortunados comentarios que Murphy hizo en su página de Facebook que resurgieron unos días antes de su lanzamiento. En ellos, la cantante llamó “niñitos confundidos” a los adolescentes transgénero y calificó de “jodidos” a los bloqueadores puberales usados para retrasar los cambios hormonales de la pubertad. Estos comentarios no solo parecen ignorar el enorme porcentaje de fans que Murphy tiene en la comunidad LGBT, sino la evidencia empírica que respalda los beneficios de los bloqueadores puberales como, por ejemplo, la reducción de la depresión y el suicido entre los adolescentes transgénero.
Si optamos por ser generosos, podemos afirmar que no es la primera vez que un creador no logra dar la talla que alcanza su obra. Salvadas las distancias, no es un secreto que Picasso abusó psicológicamente de sus mujeres, que Einstein despreció a uno de sus hijos por sufrir una enfermedad mental y que Martin Heidegger apoyó al nazismo. Desde esta perspectiva, Hit Parade se siente como otra prueba de cómo seres imperfectos como nosotros pueden aspirar a la perfección a través del arte. Y, en esta ocasión, el intento de Murphy estuvo cerca de ser perfecto.
Escuchá Hit Parade en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).