Como las más famosas pinturas de Caravaggio, las mejores canciones de Pet Shop Boys dependen de una tensión basada en contrastes: baile e introspección, euforia y contemplación, camp y alta cultura, entretenimiento y arte.
En “West End Girls”, Neil Tennant describe el encuentro entre los muchachos de los barrios pobres del este de Londres y las muchachas adineradas del oeste de la ciudad usando el fraseo callejero del rap, pero matizándolo con alusiones a libros de sociología, historia del pop e incluso al viaje que llevó a Lenin de vuelta a Rusia para iniciar la Revolución Bolchevique. Hay un contraste similar en los personajes de “Opportunities (Let’s Make Lots of Money)”, un atractivo buscavidas y un matemático graduado en La Sorbona que deciden asociarse para hacerse ricos; una dupla similar a la que conforman los integrantes del dúo, el cantante elegante y cultivado, el tecladista astuto y callejero.
Pero quizás no haya un contraste más profundo en la discografía de Pet Shop Boys que el que el que se establece entre la vida y la muerte. En la exultante “Paninaro”, la voz robótica que enuncia la letra de la canción hace una lista de sus cosas favoritas: Givenchi, Versace, amor, sexo, dinero, violencia, religión, injusticia y muerte; en “Your Funny Uncle”, una ingenua melodía de piano presenta el funeral de un tío muerto por lo que parecen ser complicaciones relacionadas con el VIH.
Otras referencias al virus aparecen en la discotequera “Left to My Own Devices” (“Si pasás la prueba/ Vencerás a los demás”), en la letra de “Being Boring” (“Las personas que besaba/ Algunas están aquí/ Y otras desaparecieron/ En los años noventa”); y en esa oda a la comunidad gay que es “Go West”, una emotiva versión del clásico de los Village People donde el dúo convierte a la ciudad de San Francisco –una de las más golpeadas por la epidemia a inicios de los noventa– en una suerte de utópica tierra prometida.
La muerte también ronda en Nonetheless, el decimoquinto álbum de Pet Shop Boys, aunque no lo hace de forma explícita, sino como la perspectiva de una vida en soledad, como una señal del paso del tiempo, como el anuncio de una vejez inminente.
Este es el estado mental que encontramos en “A New Bohemia”, una canción que describe la vida de un hombre de mediana edad que solía estar en la onda, pero que ha perdido su brillo y pasea por los barrios hipsters sin ser reconocido mientras busca una nueva escena donde encajar. O la sensación que encontramos en “New London Boy”, una canción donde el narrador –nuevamente un melancólico hombre maduro– recuerda la época en que llegó a Londres para formar parte de la escena glam, la época en que descubrió su sexualidad y bailó al ritmo de Bowie y Roxy Music.
Si bien estas canciones no dejan de ser correctas –a estas alturas de su carrera, es difícil que Pet Shop Boys nos entregue una mala canción– hay algo que el oyente echa en falta; y el problema no está en el tópico abordado –el miedo a la soledad y la vejez– sino en la falta de un contraste que le añada profundidad a los personajes o a las situaciones que se describen en estas canciones.
Afortunadamente, no todo es llano en Nonetheless. Uno de los logros del álbum es “Dancing Star”, una canción que narra –a la manera de una roman à clef– la deserción de del bailarín Rudolf Nureyev a la Unión Soviética. Aquí vemos a Nureyev brillar como una estrella sobre la opaca cortina de hierro de la guerra fría: “Un talento fiero acompañado de una reputación/ Un rebelde entre hombres sombríos”. Y es precisamente este contraste entre el protagonista y los personajes secundarios de la canción lo que trae a primer plano su atractiva personalidad, para convertirlo en el héroe que Pet Shop Boys quiere representar.
Las otras dos mejores canciones del álbum son “Loneliness” y “Why Am I Dancing?”. La primera está dirigida a un hombre solitario a quien se le advierte que “nadie puede vivir sin amor” y si bien la temática de la canción podría llevar al protagonista al victimismo y la autocompasión, el acompañamiento de un incesante pulso electrónico con ecos de Hi-NRG ochentero le ofrece al desdichado una luz al final del túnel.
La segunda presenta a un personaje similar, un hombre solitario que llega a una discoteca solo para preguntarse “¿Por qué estoy bailando? ¿Por qué estoy tan solo? ¿Qué tengo que celebrar aquí, en soledad?”. Nuevamente, la música viene al rescate con un pulso electrónico bailable, un acompañamiento de cuerdas sintetizadas y un puñado de cornos que podrían haber salido de un concierto barroco, un tonificante tapiz musical que vuelve convincente la siguiente declaración de independencia: “Estoy empezando una nueva vida/ En un mundo muy lejos/ De la gente que me crió/ Y que desobedezco”.
En estas canciones está lo mejor de Nonetheless y de Pet Shop Boys: el equilibrio entre extremos que caracteriza a sus más notables creaciones, un equilibrio entre la nostalgia y la esperanza, entre la soledad y la liberación, entre la vida y la muerte. Como esa pintura de Nicolás Poussin en la que un grupo de ingenuos pastores se reúne en torno a una tumba que reza “Et in Arcadia Ego” (“También estoy en Arcadia”), los mejores momentos de Nonetheless nos recuerdan que en el paraíso también reina la muerte, pero que la muerte puede, también, esconder la esperanza de un nuevo paraíso.
Escuchá Nonetheless de Pet Shop Boys en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).