Allá por el 2018, mientras promocionaba Be the Cowboy, Mitski Miyawaki reveló algo muy esclarecedor: que la brevedad de sus canciones se debía a la poca atención que se le suele destinar a las mujeres racializadas. De joven, había advertido que sus mensajes tenían mejor recepción siempre y cuando fueran expresados en un lenguaje sucinto e inequívoco. El divague, asimiló, era una prerrogativa de otros, y su quinto disco no incluyó una sola canción que superase los cuatro minutos. Aquellos contrapuntos melódicos -que en discografías ajenas reaparecerían con cada verso- tenían una presencia pasajera, con suerte ornamental, en sus propios temas.
En 2024, la realidad de Mitski es ciertamente otra: el secreto mejor guardado de Tumblr se convirtió en una sensación viral en TikTok. Hubiera sido de esperar, consecuentemente, que Mitski aproveche la carta blanca que posibilita la fama y apueste a lo expansivo en The Land is Inhospitable and So Are We, su séptimo álbum de estudio. La longitud se sugiere desde el título: hubo un deseo manifiesto de ralentizar los ritmos y explorar géneros nuevos, y se cuenta con la garantía de un público fidelizado, es decir, atento.
La particularidad que tiene The Land is Inhospitable… es que Mitski sigue privilegiando y eligiendo la concisión, incluso en el marco de un LP en el que coquetea con las posibilidades más lánguidas del slowcore (una variante del indie rock que es, por definición, de tamaño mayúsculo, y que procede con cierto relajo, de modo gradual). Las once canciones que integran esta escucha de treinta y dos minutos vendrían a ser como crescendos en miniatura, ventiscas apacibles que revelan ser tornados brutales.
Así, el disco nuevo de Mitski es íntimo y enorme, y la tierra inhóspita que evoca junto a su productor Patrick Hyland funciona para escenificar la soledad de sus personajes, sustituyendo los teclados de Be the Cowboy con instrumentación acústica y remates de pedal steel, cual Brian Eno en Apollo. La narradora de “Bug Like an Angel”, por ejemplo, lidia con su alcoholismo, y la progresión armónica de la canción refleja la naturaleza cíclica de su naturaleza reincidente. Hay un momento en que aparece un acorde suelto, como la promesa ingenua de revertir un mal hábito, pero que se disipa prontamente: “Did you go and make promises you can’t keep?/ Well, when you break them, they break you right back”.
Muchos de los temas en The Land is Inhospitable… vuelven sobre esta cuestión que es tan troncal en Mitski, la de la imposibilidad de experimentar algo remotamente cercano a saciedad (en ese sentido, “Bug Like an Angel” es muy próxima a “Crack Baby”). En “I Don’t Like My Mind”, el método de negación privilegiado ya no es el alcohol sino el trabajo (Q.E.P.D. “Working for the Knife”); en “When Memories Snow”, se delinea un motif con lo gélido que reaparece en “The Frost”, potencial portadora de la frase más dura en el disco: “You’re my best friend, now I’ve no one to tell/ How I lost my best friend”.
Por supuesto, el mecanismo de defensa menos recomendado es el que se detalla en la mefistofélica “The Deal”, donde Mitski vende su alma con el único propósito de deshacerse de ella, sin solicitar nada a cambio. Pero entre tanta nocturnidad, también hay destellos de luminosidad. “My Love Mine All Mine”, la pieza central de The Land is Inhospitable…, se cifra en esa dicotomía de lo íntimo y lo universal. Y aunque se trate de una composición relativamente sencilla, es de una belleza tan potente y atemporal que pareciera haber existido desde siempre, casi como si “Unchained Melody” se publicara por primera vez en 2023. En algún desierto perdido, la narradora le pide a la luna que su capacidad amatoria trascienda la impermanencia de los cuerpos: “Moon, tell me if I could send up my heart to you?/ So when I die, which I must do, could it shine down here with you?”. También perdurarán sus canciones.
Escuchá The Land is Inhospitable and So Are We en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).