“El estado de melancolía por siempre me persigue”, dijo alguna vez Sinatra. “Estas visiones de Johanna son ahora todo lo que permanece”, dijo alguna vez Dylan. Desaparecen fantasmas sin visión alguna, y distintas palabras llevan a distintas conclusiones. Sin embargo, para Damon Albarn, creador y mente maestra de Blur y Gorillaz, las palabras adecuadas las encontró en uno de los poetas ingleses más consagrados del siglo XXIV, John Clare, en su poema, “Love and Memory”: “Te has ido/ Al viaje oscuro que no deja regreso/ Es infructuoso para mí llorarte/ Pero, ¿quién puede evitar el duelo?”. Una sensación de frío anhelo persigue a Albarn, uno de los artistas más consagrados y creativos de los últimos 30 años.
Para poder adentrarnos en su nuevo proyecto, The Nearer the Fountain, More Pure the Stream Flows (una línea de “Love and Memory”), primero hay que comprender el por qué. Porque Albarn no hace un disco solista solo porque sí. Al fin y al cabo, su primer proyecto bajo su propio nombre vino en 2014 con Everyday Robots, en un punto en el que tanto Gorillaz como Blur, sus dos proyectos principales, habían sido pausados. Desde ese disco, trajo de vuelta a la vida a ambas bandas, y les volvió a traer éxito comercial y crítico. Gorillaz, en particular, tuvo una gran racha de discos llenos de invitados eclécticos que le daban mucho color a proyectos como su último en 2020, Song Machine, Season One: Strange Timez.
Sin embargo, incluso alguien tan alienígena como Albarn no podía quedar exento de los efectos de la pandemia. Luego de lograr obtener la ciudadanía islandica, comenzó un proyecto orquestal inspirado por el ambiente, el clima y la atmósfera de Islandia. Pero luego de tanta pérdida en el mundo, de amigos y colegas, especialmente de su frecuente colaborador y amigo cercano Tony Allen (pionero del afrobeat), se encontró en una posición en la que tenía que decir algo. Llegar a lo más profundo de su alma, en un lugar que reconocía como su hogar. Cuanto más cerca a la fuente, más pura fluye la corriente.
Ese mantra se mantiene durante todo el disco. Albarn busca una pureza en el sonido muy fina y calmada, lo que hace que, ni como músico ni como intérprete, pueda perderse en el sonido. Como gran parte de su discografía, este es un proyecto refinado, minucioso, y con cada detalle planeado con seguridad y antelación. Las revelaciones que deben ocurrir sucederán en el momento en el que deban suceder; no antes, no después. Tanto una virtud como una maldición, ese control constante le da al disco fluidez y consistencia, pero le quita momentos posibles de espontaneidad que siempre pueden ser apreciados. Pero es entendible. Al fin y al cabo, Albarn está siendo influenciado por su doble ciudadanía: es calculante como un inglés, y reservado como un islándico.
Por lo cual, sí, los colores que este disco evoca no son los inmersivos de tiempos anteriores. Sin embargo, buscar en el medio de tantos grises es algo que vale la pena. Hay momentos de guitarras acústicas combinadas con arreglos de cuerdas tensas y duras, que reflejan lo estático del paisaje que Albarn ve. La canción inicial, nombrada al igual que el disco, es una canción folk que, al citar a John Clare, lo inspira a sacar melodías quietas, pero que buscan algo profundo. Cuando decide darle a su nueva identidad un poco más de ritmo, como en “Royal Morning Blue”, encuentra una visión de viajes escondidos en el medio de un groove persistente, que incluso le encuentra algo de sentido del humor. El humor es algo necesario para un disco como este, que incluso en esos momentos de baile, le pide a esa otra persona, ese otro ser, algo más: “Quedate a mi lado/ En el fin del mundo”.
Hay una desolación de la que Albarn no puede dejar ir, una visión de algo que se fue. No ahonda en la nostalgia demasiado tiempo -sabe que no vale la pena- pero vuelve a los mismos lugares y las mismas ideas una y otra vez. No debe ser coincidencia que “Darkness to Light”, un waltz sintetizado con sus teclados cursis, haga pensar en la extrañeza de Twin Peaks de David Lynch, una serie sobre cómo seguir luego de un gran trauma y no quedarse atrapado en el tiempo. Albarn incluso le da mucho espacio al silencio y que el sonido hable por su cuenta. De esa forma, tenemos piezas instrumentales como la desafiante y caótica “Combustion” que se pierde en esos grises más sombríos, o la percusiva “Esja” que nunca termina de desarrollarse a propósito, como una navaja que raspa hielo.
Ese hielo es clave para Albarn. Logra nadar desde Islandia hasta Montevideo, y puede llegar a la calmada “The Tower of Montevideo”, salida de un bar de lounge. Esa torre le permite ver muchas cosas desde distintas perspectivas, pero también a quien ya no está con él. Ese fantasma evasivo no lo ahuyenta, sino que sigue sus pasos, como una sombra que nunca lo deja solo pero no puede acompañarlo. Por eso, trata de dejarlo ir. Durante el disco, Albarn se despide de su “gran mártir”, cuyas partículas serán llevadas a su hogar una vez más. Las partículas lo persiguen, como algo que entra en uno, hace un efecto, y luego desaparece. Eso puede dar lugar para algo nuevo, algo bueno y esperanzador… pero Albarn todavía no ha llegado allí. Tiene demasiado duelo que procesar.
Lo que tenemos aquí, al fin y al cabo, no es una de las piezas más aventureras de Albarn. Aquí hay algo más reservado, íntimo, hecho para romper con algún ciclo invisible que no puede del todo captar. Al aprender a tomarlo por lo que es, es una libre y noble expresión de cómo lidiar en estos tiempos todavía insólitos. De todas formas, cuando hay una voluntad, hay una manera, y Albarn se ha encontrado en peores situaciones que esta. Las palabras no conocen su sufrimiento, pero la música sí. De eso, hay que valerse.
The Nearer the Fountain, More Pure the Stream Flows de Damon Albarn está disponible en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Apple Music).