El carácter destructivo solo conoce una actividad: despejar. Hacer escombros de lo existente para que algo nuevo se manifieste. Así lo describió Walter Benjamin en 1931, y casi cinco décadas después, la distópica Berlín Occidental sería el escenario perfecto para que un tal Blixa Bargeld y su equipo de demolición disfrazado de rock de vanguardia se conviertan en ejemplo viviente de esos postulados.
Asistir a un concierto de Einstürzende Neubauten en los 80 era un verdadero tour de force, una experiencia impredecible, mucho más cercana al exorcismo colectivo que a un espectáculo musical. Su versión más extrema fue el mítico Concerto for Voice and Machinery, una performance realizada en 1984 en el Instituto para el Arte Contemporáneo (ICA) de Londres. En aquella ocasión, el plan utópico de la banda era excavar a través del escenario hasta llegar a la red de túneles que pasaban por debajo, que en teoría conectaban con el Palacio de Buckingham. El venue desconocía esas intenciones, y recién comenzó a sospechar cuando se instaló una mezcladora de cemento en el escenario, junto con taladros eléctricos y martillos neumáticos. La audiencia entró en un éxtasis salvaje, y tras 21 minutos de descontrol, la administración del lugar terminó cortando la energía eléctrica. El evento fue tan icónico que hasta hubo una recreación en 2007, en la misma sala, con actores reemplazando a la banda.
No se trata del único episodio caótico asociado a estos precursores de la música industrial, género nacido gracias a otro colectivo de perturbadores seriales, los británicos Throbbing Gristle, con la creación de su sello Industrial Records. Taladrar paredes hasta hacer temblar los cimientos, aporrear planchas de metal, revolear objetos contundentes al público o hacer fogatas con líquidos inflamables eran prácticas comunes en vivo (no en vano, Einstürzende Neubauten significa “derrumbando edificios nuevos”), con lo cual tiene sentido que hayan durado solo una noche como acto soporte de U2.
Kollaps, su debut de 1981, irrumpió en esa Berlín post-apocalíptica con la monstruosidad de una criatura lovecraftiana. El álbum, una especie de manifiesto anticanción diseñado para perforar tímpanos, era el grito de una ciudad-isla desintegrándose a la sombra del muro, y el soundtrack perfecto para ese paraíso underground lleno de lujuria, drogas y nihilismo que tan bien retrató Mark Reeder en su documental B-Movie: Lust & Sound in West Berlin (2015). La misma Berlín que cobijó a Nick Cave tras la separación de The Birthday Party, y que vio nacer de sus cenizas a los Bad Seeds, agrupación que el mismo Bargeld integraría como guitarrista hasta 2003.
Destruir no era tanto una provocación sino un signo de estar vivo, explicó alguna vez Blixa (nacido como Christian Emmerich), misterioso vocalista de Neubauten y a esta altura una figura legendaria. Sin embargo, nunca se imaginó que ese laboratorio de ruidismo salvaje fundado casi de casualidad, seguiría en pie 40 años después. En un contexto inédito, hoy celebra esas cuatro décadas al frente de la agrupación con nuevo disco y una gira suspendida a causa de la situación sanitaria. Aquel tridente ofensivo que completaban Alexander Hacke y N.U. Unruh también se mantiene intacto, y Alles in Allem (que podría traducirse como “considerándolo todo”) es el primer lanzamiento de estudio de la banda desde 2007. En pleno siglo XXI, seguir siendo testigos de su evolución sonora es tan estimulante como ese espíritu rupturista que mantienen incólume hasta el día de hoy.
A sus 61 años, Bargeld sigue siendo indomable. La criatura con vicios piromaníacos no desapareció, solo reemplazó viejas mañas por otras: en esta nueva faceta, menos hermética, hasta lleva un diario virtual de cuarentena donde recomienda libros y cocina en vivo para sus fans. En realidad detesta el término, y no es por capricho lingüístico que prefiere llamarlos “supporters”, sino porque cumplen una función estructural. Pionero en el concepto de crowdfunding, en 2002 ideó junto a su mujer un sistema de suscripciones digitales, que desde entonces le permite a Neubauten financiar sus producciones discográficas sin depender de grandes sellos. Con la membresía, los colaboradores reciben diferentes beneficios y participan activamente en el proceso creativo de la banda.
El carácter destructivo, aclaraba Benjamin, no se manifiesta siempre con aspereza. A veces hay violencia refinada, y es ahí donde profundiza Alles in Allem, casi de principio a fin. En pos de un caos elegante, este nuevo trabajo del colectivo alemán se adentra aún más en la senda de la depuración, y es que a los Neubauten no les gusta repetir fórmulas ni ser fácilmente encasillables. Se resisten a convertirse en un revival de sí mismos. Así que en esta vuelta al ruedo no había mucho espacio para fantasear con un retorno a esa furia primitiva, cuando desafiaban el paisaje urbano con performances callejeras, grababan bajo una autopista, o revolvían desguaces para fabricar esos Frankenstein de chatarra que todavía usan como instrumentos. Para esos “geniales diletantes”, atentar contra el buen gusto era una cuestión de principios y una manera de oponerse al espíritu de la época.
Tras la caída del muro, volvieron a reinventarse. El Blixa fetichista mutó en una especie de crooner de las tinieblas, y la mecánica destructiva bajó un poco los decibeles. Este comienzo de década marca otro punto de inflexión en la etapa de madurez musical de la banda, con Alles in Allem como un nuevo paradigma. Pero aunque de un tiempo a esta parte se hayan amigado con la estructura, la libre asociación sigue jugando un papel importante al momento de componer. Las pautas las dicta el viejo y querido Dave, un sistema de cartas similar al de Estrategias oblicuas creado por Brian Eno (aquel que transformó el proceso creativo de David Bowie en su famosa trilogía de Berlín), pero desarrollado por el mismo Bargeld en 2007.
Pasa el tiempo y Blixa, que siempre fue un experto en distanciamiento social (“Afuera es hostil/Encerrate conmigo/Estamos a salvo aquí”, cantaba en el quinto track de Kollaps), de a poco va dejando de ser un enigma. Ahora la poética bargeldiana es menos uraña, y más cercana al lamento intimista de su ex ladero Nick Cave. Lo mismo la instrumentación, esa topadora de tracción a sangre y metal que fue encontrando un equilibrio distinto en los últimos años. Pero la búsqueda no se agota en el minimalismo. Aunque no se adivine desde la –inusual- portada, Alles in Allem es ante todo una obra introspectiva, intensa y de una profundidad conmovedora.
Los chillidos guturales y el traqueteo metálico de “Ten Grand Goldie” son, en cierto modo, un guiño a la vieja escuela. Una prueba de que la maquinaria infernal no se ha oxidado con el paso del tiempo. También reafirma el lugar que ocupan los “supporters”: basándose en Dave, cuya única instrucción fue “anrufen” (llamar), Blixa le pidió a 20 de sus colaboradores que eligieran una palabra para aportar a la letra de la canción. De ahí el carácter lúdico y abstracto de sus versos. “Zivilisatorisches Missgeschick” más que guiño es un mazazo. Una suerte de hueco en la estructura del disco, por donde se cuelan ráfagas de aquel pasado cáustico y brutal. Lo suficiente como para dejar en éxtasis a cualquier fundamentalista de las primeras épocas.
“Teníamos mil ideas y todas eran buenas”, reflexiona en “Am Landwehrkanal”, arropado por una atmósfera country con melancolía de canción de cuna. Los versos tienen un tono autorreferencial, y también una dimensión política: en ese mismo canal fue arrojado el cuerpo sin vida de Rosa Luxemburgo, tras su barbárico asesinato a manos de las fuerzas paramilitares derechistas.
Blixa Bargeld todavía escribe a mano. Su método, la “extraña sistemática de la forma” (otro secreto que compartió con sus “supporters”), consiste en una serie de cuadernos donde vuelca listas de palabras, ideas o metáforas, para luego unirlas y obtener algo nuevo. Si acude a internet es solo para someter al algoritmo, pidiéndole al buscador de Google que complete oraciones al azar. Todo sea por desafiar la noción romántica de la escritura, como buen rupturista, y tal vez a eso se refiera en “Möbliertes Lied” con “Acabo de renovar nuestra canción”. O quizás sea un intento de exorcizar viejos fantasmas. En cualquier caso, esta balada gótica con perfume a The Cure es otra prueba de lo bien que ha madurado el sonido de Neubauten. La provocación salvaje encontró la calma en el confesionario baladístico, siempre a la manera dadaísta, y ese frontman encriptado que se ocultaba en su propia verborragia, hoy parece haber descubierto en la pausa evocativa una nueva forma de hacer catarsis. En ese sentido, “Grazer Damm” es de las más autobiográficas: como en un sueño, Blixa vuelve a la calle de su infancia donde vivió durante 17 años. Curiosamente, se trata de la única referencia directa a Berlín en el disco. Existió una canción llamada “Welcome to Berlín”, pero fue descartada en la etapa de preselección.
Esta nueva versión de Neubauten no andará de gira por depósitos de chatarra (acceder no es tan fácil como antes, dice Blixa), pero está lejos de aburguesarse. Sigue declarándole la guerra a los convencionalismos y respondiendo a una lógica propia donde el contexto tiene tanto o más valor que el sonido. A la hora de experimentar, su abordaje de los objetos roza lo chamánico: la clave está en lograr que cada material revele algo sobre sí mismo, y “Taschen” es un buen ejemplo de cómo funciona esa dinámica. Además de los arreglos de cuerdas, hay otro elemento que contribuye a ese clima de dramatismo envolvente. Se trata de las típicas bolsas que suelen usar los refugiados para transportar sus pertenencias, y que fueron rellenadas con distintos materiales hasta dar con un sonido que los interpelara.
Y si “Grazer Damm” es para Blixa el retrato onírico de su infancia, “Seven Screws” podría leerse como una reflexión acerca de su sexualidad. Nada que no se haya encargado de militar desde su estética y actitud a lo largo del tiempo, pero si en algo se diferencia de Nick Cave, es en lo poco que le gusta hablar de su vida personal; por lo que esta suerte de reafirmación a través de la palabra es, en cierta forma, un voto de confianza.
No importa el contexto ni la época, Einstürzende Neubauten sigue firme en su cruzada contra la normalidad. Pero hoy, a 40 años de su génesis, se permite pensar el universo como un lugar menos hostil. “Considerándolo todo/Todo al mismo tiempo”, canta Blixa en su barítono sensible, casi como una versión berlinesa de Daniel Melero. La inspiración para escribirla le llegó de repente. Tuvo una epifanía mientras observaba fijamente un piso viejo con capas de pintura descascaradas, como una metáfora de lo universal. El círculo se completa con el spoken word mántrico de “Wedding” y los paisajes ambient de “Tempelhof”, pruebas cada vez más contundentes de que la violencia ya no es un imperativo. Y aunque sus propios artífices nieguen que se trate de un álbum conceptual sobre Berlín, su presencia es omnisciente. Una postal vívida donde los edificios siguen colapsando en un loop fantasmagórico. Es que Einstürzende Neubauten se nutre del colapso, y hasta su disco más acogedor es toda una lección sobre cómo sobrevivir al apocalipsis.
Einstürzende Neubauten – Alles in Allem
2020 – Potomak
01. Ten Grand Goldie
02. Am Landwehrkanal
03. Möbliertes Lied
04. Zivilisatorisches Missgeschick
05. Taschen
06. Seven Screws
07. Alles In Allem
08. Grazer Damm
09. Wedding
10. Tempelhof