Si hay algo que la carrera de Freddie Gibbs no ha sido, es lineal, liviana y previsible. Más bien ha sido un recorrido tumultuoso y absolutamente caótico, cuestión que funciona como la primera pista para entender a un artista que puede ser catalogado de muchísimas maneras, sin que ninguna de ellas tenga relación directa con todas las restantes. Otro dato importante a la hora de comprender a Fredrick Jamel Tipton es su conexión con el hip hop más clásico, con esa segunda ola de la vieja escuela que encuentra sus puntos de origen y de evolución en la (ambivalente) esencia festiva y soleada de Los Ángeles y en la oscuridad introspectiva y lluviosa de Nueva York.
Allí dónde Tupac y DMX dialogan libre y creativamente –en términos técnicos y culturales– con The Notorious B.I.G y Nas, Freddie Gibbs estableció una reconocible marca registrada que lo acompaña en una actualidad llena de reconocimiento. Reconocimiento que ha sido sin dudas tardío, pero que llega en un momento en el que dos pesos ultra pesados como Kendrick Lamar y J Cole se encuentran en un período de (relativa) tranquilidad tras una década más que ganada en la que supieron marcar el camino cultural, político y social de la Comunidad Negra. Esto no significa que no estén produciendo o publicando canciones ni que no estén presentes en un momento pivotal para la historia afroamericana, pero ha sido Gibbs quién lideró la carga en el momento en el que las preguntas no paran de aflorar y las lágrimas no dejan de brotar.
Segunda colaboración entre The Alchemist y Gibbs, Alfredo se inserta en una extensa y profunda corriente de adoración a la estética clásica de la mafia italiana. No es una novedad este romance entre los artistas de hip hop y los gangsters originarios del sur de Italia, aunque es necesario remarcar que la relación es meramente superficial: el racismo era una forma de vida para el mafioso promedio, siendo los negros un permanente blanco tanto retórico como físico –lo hacemos más simple: ideológico– de cada una de sus acciones criminales. Lo más reduccionista sería afirmar que una gran porción de artistas negros admira profundamente a estos personajes quienes, enfundados en sus trajes caros, mostrando sus anillos y pulseras de oro y fumando sus exagerados habanos, solían considerarlos como muchísimo menos que un ser humano.
Pero no sería correcto quedarse solamente con este enfoque: así como es muy claro que el racismo era el modo de vida de estos cabecillas de la mafia, también hay que entender la admiración por parte de los artistas de hip hop negros desde lo aspiracional. Reivindicación de clase y demostración de que desde el ghetto también se puede llegar a la cima del mundo, la estética del mafioso fue resignificada por la Comunidad Negra, manteniendo varios de sus elementos negativos, pero poniendo sobre la mesa las luchas y ambiciones de quienes –a pesar de todo– se niegan a morir acribillados en la calle debido a una venta de droga que salió mal. No será el mejor de los ejemplos, pero la idea de poder compartir los mismos espacios con la alta sociedad blanca y de poder apropiárselos con un sentido de venganza histórica, no parece algo tan negativo si se consideran los padecimientos sufridos hasta el día de la fecha.
Atendiendo y exponiendo la fealdad subyacente en la estética mafiosa, dos luminarias como Freddie Gibbs y The Alchemist –la pareja dispareja más pareja del presente– se ponen en la piel de dos leyendas del submundo criminal como lo son Bumpy Johnson y Frank Lucas, aunque eligiendo observarlos desde el (ambivalente) prisma de la reivindicación racial dentro del negocio y de la justicia social en las calles, antes que el de la real, asesina e indiscriminada venta de crack a los integrantes más jóvenes de la propia comunidad durante sus años de oro en los ghettos de Harlem, Queens y el Bronx.
Apoyándose sobre un sonido global que combina lo vintage y lo lujoso con una precisión caligráfica, Alfredo es un home run por su capacidad para encapsular dos eras complejas con más puntos en común que lo que podemos imaginarnos, aunque sin por ello inclinarse hacia el panfleto político de estilo superficial y oportunista. Quien busque en Freddie Gibbs una declamación tras otra, no la encontrará y esto lo convierte en un verdadero referente del movimiento: si hay algo que siempre caracterizó al hip hop fue (y es) su capacidad para contar la cruda realidad de las calles sin filtros ni miedos, siendo ello una de las expresiones políticas más poderosas de la historia moderna.
Si King’s Disease (2020) de Nas establece una conexión tan nostálgica como necesaria con ese pasado de barro y oro, es justo decir que Alfredo se planta desde el mismo lugar geográfico (California, allá vamos), pero elige traer a la mesa la oscuridad y la suciedad del costado neoyorquino de una década imposible de olvidar para el hip hop. Jugando con la confianza y agresividad de Michael Jordan desde una oscuridad vintage-lujosa, plagada de texturas, de experiencias al filo de la ley y del dolor más profundo, Gibbs expone que para su comunidad la persecución policial es una consecuencia nefasta del infierno al que el sistema blanco los viene empujando desde el comienzo de los tiempos.
Animándose a adentrarse en los territorios del soul y del rock originarios, Freddie Gibbs encuentra en Joe Pesci y Assata Shakur la colisión perfecta entre dos mundos tan lejanos como cercanos temporalmente, recorriendo con convicción las calles de un barrio tomado por las pandillas: si el dinero fluye con velocidad, las drogas y la sangre también. En “Scottie Beam“, con la voz espesa de Rick Ross como aliada, Gibbs predica con la misma dureza y conciencia que Malcolm X: “La revolución es el genocidio, mirá, tu ejecución va a ser televisada”. Exageración del concepto de mafioso de por medio, el rapero norteamericano pone los ojos en la policía y en el hecho de que la opresión y la segregación racial han sido massmediatizadas hasta el punto de ser consideradas normales por millones y millones de personas.
Si el lujo es aspiración, la atmósfera en la que se lo busca es sin dudas decadente: “Look At Me” y “Frank Lucas” (esta última junto a Benny The Butcher) dialogan intensamente al punto de representar una pesadilla romántica ochentosa de la que es imposible escapar. En un mundo en el que todo es blanco o negro, se vive y se muere bajo la ley de la pistola. Hay más de una contradicción en la figura de Frank Lucas, pero Gibbs abraza las dos caras del sueño americano: elige brillar sobre un beat tan sedoso y suave como los trajes del otrora cabecilla de la mafia y, en una vuelta de tuerca fenomenal, juega con la icónica carcajada de Vincent Price para dejarnos un sinsabor absoluto.
La presencia de Tyler, The Creator en “Something To Rap About” no es casualidad, contraponiéndose a los ideales de mafioso y de entrepreneur pero remarcando que no necesariamente son figuras excluyentes. Moldeando cada tramo a gusto, Tyler y Freddie se prueban como dos imprescindibles a la hora de representar y de reforzar los lazos históricos que unen a la Comunidad Negra. No se baja la guardia ni se olvida, ni olvido ni perdón: “Skinny Suge” se conecta con una de las épocas más confusas y vigorosas del hip hop, advirtiendo que Tupac tenía mucha razón cuando advertía acerca de lo peligrosa que era la masacre entre hermanos, una que siempre estuvo al servicio de la White America y de sus aliados de turno.
Trap y psicodelia à la Gibbs, “Baby $hit” dirige la mirada hacia el dinero, el lujo y las mujeres, volviendo a exacerbar el aspiracional gangsta, pero sin jamás sacar los pies de la calle (o de la fuente, como más les guste). Conway The Machine abre su corazón a lo largo de la dolorosa “Babies & Fools”, aprovechando el tono entre jazzy y brumoso de la base para invitarnos a recorrer y reconocer las vivencias de cualquier niño negro salido del ghetto en los Estados Unidos. El caos representado por la pared sonora que acompaña a “All Glass” –otro muy fino trabajo de The Alchemist redondeado a la perfección– asienta el clima paranoide que recorre a Alfredo de punta a punta y lo lleva a una conclusión tenebrosa: para una mayoritaria porción de la población norteamericana, aún si han podido esquivar momentáneamente (y con mucho éxito económico) los designios de un sistema racista y excluyente, el final siempre esperará a la vuelta de la esquina.
Freddie Gibbs & The Alchemist – Alfredo
2020 – ESGN / ALC / Empire
01. 1985
02. God is Perfect
03. Scottie Beam
04. Look at Me
05. Frank Lucas
06. Something to Rap About
07. Baby Shit
08. Babies & Fools
09. Skinny Suge
10. All Glass
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