¿Cuánta cantidad de sonidos nuevos se pueden explotar para hacer canciones? Esta debió ser una pregunta que se hizo Roberto Carlos Lange, Helado Negro, cuando se retiró a una residencia en Connecticut para componer su último trabajo, Canta Lechuza.
En este nuevo álbum, Helado Negro pasa de la electrónica combinada con funky y rap de sus anteriores trabajos a una experimentación tecno-ochentera que recuerda a pistas de videojuegos 8bit, si el juego fuera, como en la canción Globitos, sobre aventuras moderadas. El álbum sigue una estructura lírica apagada pero entretenida en todas las canciones. El sonido regresivo nos devuelve una y otra vez al estado primitivo de la canción tal como debe funcionar un buen tema pop. Incluso la portada del disco, en la que Helado sale sumergiéndose en una bañera, nos da esa sensación sonora del álbum de estar saliendo y entrando del agua y nuestros oídos se vuelven plomizos. Esto se ve más patente en canciones como Segundo Día, una buena canción que te hace olvidar letra y ritmos en su poca variación de sonido.
A pesar de vivir y actuar en Brooklyn, y siendo descendiente de ecuatorianos todas sus canciones están en castellano neutro cercano al que se habla en España. Sus letras son sencillas y aparentemente desconectadas haciendo que no las escuchemos aparentemente y que entren en nuestro inconsciente al igual que El Guincho o más cercano aún a Javiera Mena, cuya electrónica recuerda mucho al estilo de Canta Lechuza. Me gustaría añadir que gustoso cogería un avión hasta el JFK solo para que me explicara que significa “lechuguillame”, y espero que no sea una metáfora sexual.
En definitiva Canta Lechuza puede servir para una tarde de bajón de esas en la que se tiene ganas de oír algo nuevo y que se tarda en encontrar.