Jessie Ware interpreta canciones de melodramas profundos y relucientes superficies de placer, canciones exquisitamente mundanas, impecables al momento de sintetizar cinco décadas de música bailable con susurros indiscretos y vendavales de éxtasis, cadencias disco y palpitaciones house, impasibles simetrías electro y suntuosas envolturas chic. Canciones que durante el peor momento de la pandemia trajeron la promesa de una inminente reunión bajo la bola de espejos, una promesa similar a la de la tierra prometida, pero reflejada en una multitud hedonista que regresaba a la discoteca para reiniciar sus rituales de baile.
Su cuarto álbum, What’s Your Pleasure?, publicado en medio de la segunda ola del COVID-19 y elegido como uno de los mejores discos del año para Indie Hoy, se escuchó como esa promesa. Unos meses más tarde, cuando las restricciones se levantaron, Ware la encarnó: un video la muestra cantando el tema que da título a la placa –una invitación a pasar una noche de sexo sobre un secuenciador a lo Giorgio Moroder– blandiendo un látigo de cuero por encima de su cabeza. Su álbum más reciente, el flamante That! Feels Good!, con sus elegantes violines disco, insistentes pianos house y desvergonzadas arias eurodance, se escucha como la explosiva consolidación de esa promesa.
Pero ese no era el papel que Ware encarnaba apenas cinco años atrás. Los cálidos retratos familiares de su tercer álbum, Glasshouse, marcados por el nacimiento de su primera hija y bocetados con arreglos ingrávidos que remiten al parpadeo de una luz natural atravesando una enramada, lo acercaban más al segmento adulto contemporáneo del R&B que al de una diva dirigiendo una congregación sudorosa al interior de una discoteca. El aura de autenticidad doméstica que emanaba de aquel álbum no evitó que se convirtiera en el menos vendido de toda su carrera, obligando a Ware a buscar nuevas alternativas estéticas.
La primera muestra de reinvención llegó con “Overtime”, una odisea bailable de casi cinco minutos de duración donde la cantante desplegó juegos de seducción sobre atenuados acordes de sintetizador y una base rítmica que parecía creada con la sencilla tecnología de una Roland TR-808. Pronto llegarían los singles que conformaron el núcleo de What’s Your Pleasure –“Spotlight”, “Ooh La La”, “Save a Kiss”– con los que acabó transformándose en la pitonisa de las masas que se congregan en la pista de baile.
La consolidación definitiva de este proceso de reinvención llega con That! Feels Good!, donde Ware –y las manos divinas de los productores James Ford y Stuart Price– confeccionan un vibrante mapa de la música bailable de nuestra era. La canción que abre y da título a la placa muestra a todos los involucrados en completo dominio de su arte: una poderosa base de funk robótico, arreglos de violines acentuados por una sección de trompetas, un coro de voces femeninas que –siguiendo la línea pautada por Norma Jean Wright y Alfa Anderson en sus días de gloria en Chic– susurra ingentes llamados al calor corporal. Sobre todo ello, como diamante principal de la corona, la voz de Ware ilumina un verso que refleja los sólidos vínculos entre este tipo de música y la comunidad LGBT: “La libertad es un sonido/ El placer es un derecho”.
El disco continúa con “Free Yourself”, un llamado a la libertad impelido por un piano house que parece una interpolación de “Move Your Body”, el clásico del género producido por Marshall Jefferson en Chicago allá por 1986. En “Pearls”, las bases house se confabulan con sintetizadores electro para traer de vuelta las arias eurodance de comienzos de los noventa, con Ware en su versión más desenfadadamente pop. Pero el corte central del álbum llega con “Begin Again”, un tema en el que muchos de los estilos explorados anteriormente se combinan para que Ware haga una serie de preguntas que remiten al proceso de transformación y reinvención que la llevó hasta este punto en su carrera: “¿Es esta mi vida?/ ¿Principio o final?/ ¿Puedo empezar otra vez?/ ¿Podemos empezar otra vez?”. Su audiencia, bailando, vibrando, unida como una comunidad, consciente de que la discoteca puede ser el lugar donde uno se libera y transforma en quien realmente quiere ser, responde que sí, por supuesto que sí.
That! Feels Good! está disponible en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).