Con pinceladas melancólicas de una época post-punk, aferrada a un sonido que hace reaccionar su carácter contemporáneo, la música no envejece. Son los cuerpos los que lo hacen. De esto se trata, ya directamente desde el título del disco, Obras de juventud: una resistencia al reloj que concibe la eternidad. Pasaron poco más de cuatro años desde la aparición del EP de Juvenilia y este 2018 empezó nublado gracias a la salida del disco. Empezó literal, porque la banda lo dio a conocer el primero de enero; y nublado, metafóricamente, porque toda persona que se deja atraer por la atmósfera de sus canciones logra percibir la niebla y ver la belleza en la oscuridad.
Las canciones de Obras de juventud distorsionan la melancolía en la música y la realidad en la poética. Una situación sincera y agobiante que genera tristeza pero en forma de enojo y bronca. La voz siempre tiene ese punto rasposo que se complementa con una guitarra con presencia hilarante y da la energía necesaria para que habitar en la tristeza sea un buen motivo para enfadarse.
“Los búhos no son lo que parecen” es una canción poderosa que habla sobre la distancia, tiene unos teclados que inmediatamente ilustran una referencia a The Cure pero es necesario leer una arista mucho mayor, que supera el género estrictamente musical y se mete en otro terreno, uno mucho más onírico. Uno que le pertenece a Twin Peaks. El título junto a unos samples escalofriantes que recitan “Fire walk with me” le dan un retoque a la canción que la vuelve mucho más interesante.
“Imagen rota” es un tema que carga con toda la intensidad de Juvenilia desde su “¡No!” inicial, presentando distintas texturas y recursos que la banda va a ir atravesando durante el disco, caídas punzantes para luego estallidos estridentes que generan confusión en la escucha: cuando te parece que terminó, en realidad es sólo un nuevo comienzo. Lo progresivo que marca sus tiempos entre beats, convierten a las caídas en una nueva forma de aterrizar.
Ya en la quinta canción dan a entender gran parte de su mensaje: “Solíamos reírnos más” es quizás una de las mejores canciones del disco porque logran enganchar y persuadir. Cuando lográs una mayor sensibilidad, fruto de la empatía que genera una pequeña historia de despedida, la banda te absorbe en su clima asfixiante y la única salida posible parece ser a través de inquebrantables paredes de ruido.
El bajo tiene una actitud rebelde. No busca marcar las bases solamente, sino que en el post punk toma un rol más bien de guía y hace conocer su simpatía con desvíos y efectos metálicos, no del género metal, sino del material, como sucede en “Luces lentas“. A su vez, con esta posición del bajo, quien se convierte, en algunas canciones, en el mejor amigo de la batería es el teclado, que se encarga siempre de imponer ese aire fúnebre y acongojante. Con sintetizadores que se vuelven muy relevantes pero no ambiciosos, Juvenilia busca un sonido muy apretante, necesita hacer estallar la fuerza y lo logra quitándole todo el aire.
El disco cierra con una canción muy hermosa llamada “Crinblanca“, en la que toda la tensión es apaciguada y donde se encuentra un pequeño destello de luz, como si todo el disco fuera una tormenta y en la última parte vuelve a salir el sol. Juvenilia recupera aquel sonido de la new wave de los años ochenta y junto a Pyramides son de las bandas que más apostaron a esta música que estuvo escondida en la oscuridad por mucho tiempo.
Juvenilia – Obras de juventud
2018 – Independiente
01. Cuerpos
02. Aterrizar
03. Los búhos no son lo que parecen
04. Imagen rota
05. Solíamos reírnos más
06. Luces lentas
07. Obras de juventud
08. Belleza en la oscuridad
09. Acorralados
10. Distorsión
11. Cenizas en silencio
12. Crinblanca