El rapero Kendrick Lamar nos tiene muy mal acostumbrados: en 2012 sacó Good Kid, m.A.A.d city, un álbum que fue considerado al instante como el mejor del año por los fans y la crítica. Tres años después lanzó To Pimp a Butterfly, y se armaron debates para saber cuál de los dos era el más logrado. Hasta su colección de lados B del año pasado recibió bastantes elogios. Así que era lógico que iba a haber mucha presión sobre trabajo más reciente, llamado DAMN.
Los que no escucharon nunca a Kendrick me preguntan qué tiene que es tan bueno. En realidad son varias cosas. Una de mis favoritas es que los dos álbumes que mencioné primero parecen películas: cuentan historias que se desarrollan lentamente y que en ningún momento tapan a los buenos temas, porque las historias son los buenos temas. DAMN. empieza de forma parecida: Kendrick se acerca a una señora ciega y le pregunta si la puede ayudar a encontrar lo que perdió. Pero la señora saca una pistola y lo mata. Extrañamente, este principio tan sorpresivo no vuelve a aparecer. Los otros tracks hablan mucho sobre la muerte, pero no están muy conectados entre sí. DAMN. no es un álbum narrativo.
Otra de las grandes cosas de Kendrick es que escribe letras sobre política que son a la vez agresivas y poéticas. Y esas ideas resuenan en el público: por ejemplo, en 2015, unos manifestantes del movimiento Black Lives Matter empezaron a cantar el tema “Alright” y, desde entonces, se volvió un himno contra la violencia policial. Kendrick pudo estar orgulloso, pero en su nuevo álbum decidió correrse definitivamente del lugar de “voz de su generación” y se enfocó en temas más íntimos. Eso no significa que evite mencionar a Trump o que falten denuncias contra la injusticia, pero casi todas las letras hablan sobre amor, familia y fama. Por ejemplo, en la larga y relajada “Fear”, Kendrick dice que su mayor miedo es perder todo lo que ganó desde que se volvió una estrella.
Quizás una de las mejores facetas de este rapero es su vanguardismo musical. Es verdad que no inventó la mezcla de jazz con rap (eso ya viene desde los ’90), pero sí le dio nueva vida cuando otros artistas de hip hop estaban obsesionados con el pop electrónico. En ese sentido, es un poco decepcionante que en DAMN. haya abandonado su marca registrada y se haya inclinado por dos caminos que contrastan mucho: por un lado, está la agresión del trap, que aparece en temas como el frenético “DNA” y en el menos logrado “Humble”. Por otro lado, está el sonido soñador y lánguido de artistas como Frank Ocean, que suena en algunos de los mejores momentos (“Yah” o “Pride”). Digo que todo esto es decepcionante por dos motivos: el primero es que Kendrick dejó de marcar tendencia como venía haciendo y se enfiló detrás de estilos, famosos sí, pero ajenos. El segundo motivo es que el salto de un sonido al otro hace que el álbum parezca poco cohesivo. Y de vez en cuando hay pasos en falsos, como la muy cursi “Love”, donde las declaraciones de amor se mezclan con el canto agudo de Zacari, un joven “apadrinado” por Kendrick. Algo parecido intentó Lupe Fiasco a principios de este año, en su álbum DROGAS light, donde se juntó con cantantes pop poco conocidos y trató de hacer temas más pegadizos. Tanto para él como para Kendrick, la jugada no fue demasiado exitosa.
Y esto es raro, porque si hay otra cosa que siempre admiré de Kendrick (la cuarta de mi lista) es que nunca tuvo problemas para pasearse entre el pop más comercial y la innovación. Solo alguien de su talla pudo ser invitado a un álbum de jazz electrónico experimental de Flying Lotus para luego grabar un genial tema con Sia. Básicamente, nuestro joven rapero puede elegir cualquier artista del mundo y grabar con él. ¿Por qué, entonces, en DAMN. eligió a Rihanna? Entiendo que vende mucho, pero su tema, “Loyalty”, es bastante perezoso y poco memorable: se arrastra, y el único truco de Rihanna parece repetir el título de las canciones una y otra vez (“Work, work, work”, “Loyalty, loyalty, loyalty”). Más adelante aparece también U2, banda de rock muy odiada por estos días, pero la verdad es que su presencia es mínima. Mientras tanto, grandes artistas que colaboraron en el disco (como Kaytranada, Anna Wise y Thundercat) no aparecen mencionados en la contratapa.
Más allá de eso, no estoy queriendo decir que DAMN. sea un desastre: por cada canción a medio formar, hay otra genial, como la minimalista “Element”, en cuyo estribillo Kendrick dice la palabra “sexy” de una forma, bueno, bastante sexy. Y nunca faltan los momentos emocionalmente impactantes, como “Feel”, que tiene un flow impecable y nos invita a conocer los aspectos más oscuros de la mente.
Este álbum tiene muchos momentos brillantes de ese calibre, es absolutamente sólido y trata asuntos muy personales con la calidad lírica de siempre. Solo pasa que, viniendo de donde viene, se siente como un pequeño retroceso en la carrera de Kendrick.
Kendrick Lamar – DAMN.
2017 – Interscope / Top Dawg Entertainment
01. BLOOD.
02. DNA.
03. YAH.
04. ELEMENT.
05. FEEL.
06. LOYALTY. (FEAT. RIHANNA.)
07. PRIDE.
08. HUMBLE.
09. LUST.
10. LOVE. (FEAT. ZACARI.)
11. XXX. (FEAT. U2.)
12. FEAR.
13. GOD.
14. DUCKWORTH.