Luego de su exitoso debut, Las Sombras regresaron rápidamente a los estudios de grabación y dieron con el nacimiento de su segundo disco, Crudo. Un disco que dispone de una gira por los distintos epicentros culturales más allegados para su presentación. Pasando por La Pampa, Córdoba, Santa Fe y cruzando las fronteras para alcanzar Chile y Uruguay, Las Sombras no cesan de fertilizar el sur del continente con su blues pampeano.
En esta ocasión, fruto de su estilo y pericia, fue el reconocido Mario Breuer quien se ofreció para producir el segundo disco. Así presentado, el disco da la sensación de que se tratase de la contracara del mismo vinilo en el que oíamos “Vos y yo”, “El kinto”, “Van detrás”, y varios temas más. Crudo, viene así como lo dice su nombre, en un estado puro y delirante de un blues sensual que perfora hasta la médula.
El álbum inicia con “Espejismo”, y ya ese aire de big band abre nuestros oídos con el retumbar de los toms. Una vez más de vuelta al ruedo jazzero de los platillos de Mauro López y el bajo de Julián Pico que lleva el cabeceo del oyente, cuando de repente un “Y si no encuentras un amor, mejor dimelo” nos rebota al “Rocanrol del idiota”. Ya suena el treble de Lippoli, y un riff grasiento deslizándose por las curvas de su guitarra lo cortan unos arreglos sicalípticos. Sigue “Solo y perdido”, con acordes mayores atravesados por riffs agudos. Hay un un quiebre entre rasgueos apiñados, mientras el bajo sigue la velocidad de la bata y en paralelo se inmiscuye el sutil reverb rockero de la guitarra líder. El crescendo entre batería y los coros toman vuelo momentáneamente para caer una vez más sobre el riff principal.
En el ”Boogie del recuerdo” cae la línea de bajo y de repente es una colisión de dúos. Entre batería y bajo se afilian para enfrentarse en un tag-team contra las guitarras. Ya el oyente está bailando en un zigzagueo cual escena de Earl Barton y Lisa Gaye. Una voz megafoneada boxea con una guitarra que irrumpe la escena con un blues terrorífico y salaz. Un rasgueo abierto al vacío del espacio que emulan el redoblante y el bajo nos llevan con cariño hacia la despedida.
Sigue “Nada más”, con algo de reverb para ondular el blues. Los rasgueos mutados junto a las letras del tema son como uppercuts al corazón. El solo, como la sensualidad, siempre es más venenoso cuanto más sutil y es así como “un capricho, y nada más” acarician lascivamente la pentatónica.
Por último, se encuentra “Los chicos de tu barrio”, con arreglos de un riff arpegiado. El bajo y la guitarra se acompañan con aires de un blues clásico y polenta. Un tema que pareciera de otra época, una composición aparatosa pero suntuosa. Un romance típicamente inseguro que inspiraría a más de uno. Un último arreglo entre guitarras sincronizadas y así se despide Crudo.
El renacimiento del blues en una generación tan distante de bandas e ídolos nacionales como Manal o Pappo, habría de acomodarse rejuvenecido en la genialidad de este conjunto pampeano con base en Buenos Aires. Una vez más habremos de endulzar el oído con los licks y riffs seductores de Nicolás Lippoli, mientras los coros octavados del trío de violas coquetean con justicia poética a más de un sentimiento encontrado. Crudo se trata, pues, de siete canciones cada una con un elemento más blusero que la anterior. Sin perder la sensual fantasmagoría que emula el conjunto, es un disco libertino, desenvuelto y fiel a un blues más bien up-beat.
Las Sombras – Crudo
2018 – Queruza
01. Espejismo
02. Rocanrol del idiota
03. Solo y perdido
04. Boogie del recuerdo
05. Nada más
06. Todo ahora es mucho mejor
07. Los chicos de tu barrio