Pensando en términos puramente pragmáticos, el refrán que exige no juzgar a un libro por su tapa parece plantear una consigna un tanto utópica. Quizás aún más utópico es pretender una perfecta armonía entre el envoltorio que precede a una obra y el contenido que esta profesa. Contadas son las excepciones que exitosamente cumplen dicho cierre holístico.
Es fácil proyectar la operación a la apreciación de un disco. En este caso específico, resulta necesario, cuando no imperante convocar al gastado refrán para poder adentrarse en la última creación de The Dodos, Individ.
En el año que redondea en decena el aniversario de su primer producción, el dúo de San Francisco actualiza su propuesta elevando con firmeza los elementos que forjaron su idiosincrasia en el pasar de los años. Individ es, de hecho, el mejor checkpoint de su carrera desde el grandioso Visiter de 2008.
Precedido por el conmovedor Carrier (2013) con el que la banda había canalizado la lucha frente a la sorpresiva muerte de su amigo Chistopher Reimer -guitarrista de Women– Individ es el disco más Dodos de los últimos años. Si, la guitarra eléctrica sigue prevaleciendo sobre la acústica, pero los elementos que han edificado el sonido del dúo permanecen inmaculados, a saber: el singular rasguido de Meric Long, los intrincados arreglos y la obsesión por complejos ritmos cuasi tribales de su compañero Logan Kroeber.
El sexto disco de los estadounidenses se erige en un clima autogenerado de optimismo y rebelión. Se maneja a sus tiempos, con paciencia, sin sobresaltos, con la tranquilidad de quién sabe lo que está buscando y se abandona al natural acontecer de las cosas. No hace falta ir más allá del opener: “Precipitation” para entregarse de igual manera.
Es esta canción la que nos adentra en el palpitar que marcará el pulso de está vívida obra: cálida, conmovedora, osada e impredecible. Premisas que se elevan con astucia en el cautivante segundo tema: “The Tide” y se complementan con sutileza en la ternura de “Bubble”.
“Competition” es la dotación de optimismo que mencionaba anteriormente. Es todo a lo que la propuesta de The Dodos debería resumirse a una década de trayectoria: temas potentes afirmados en los elementos constitutivos (a los que hice referencia) que encuentran frescura en versos completamente apabullantes y se enaltecen demostrando maestría en los detalles. Reafirman esta hipótesis la gran: “Retriever” y la emotiva “Goodbyes and Endings”.
“Darkness” evoca a etapas anteriores del sonido de la banda, paisajes acústicos de sutil desolación y “Pattern/Shadow” es la infaltable canción de siete minutos donde se le da rienda a la experimentación de nuevos y arriesgados matices.
Por último, mi canción favorita: “Bastard”. El minimalismo que la edifica me resulta increíblemente atrapante, quizás por lo ajena que resulta al resto de las composiciones del disco. Un seductor rasguido, una entretenida entonación de palabras y un ritmo que resultaría básico para cualquier aspirante a percusionista es lo que colorea de manera tan singular a este seguramente no-hit de los Dodos y me enternece de enorme manera.
Individ arremete con fuerza en las razones que reafirman la relevancia de The Dodos en la escena actual. Es otro fiel ejemplo de la ley que proclamaron los Kings of Convenience al comienzo del milenio: Quiet is the New Loud. Dota de vitalidad a una banda que nunca renunció a aquello que plantearon como definitorio y agrega nueve hermosas canciones al repertorio de grandes lanzamientos previstos para esta bienaventurada mitad de década.
The Dodos – Individ
Enero 2015 – Polyvinyl Records
01 Precipitation
02 The Tide
03 Bubble
04 Competition
05 Darkness
06 Goodbyes and Endings
07 Retriever
08 Bastard
09 Pattern/Shadow