Yo La Tengo - Stuff Like That There

Se dice que quien nunca experimentó alegría, no podrá verdaderamente entender la tristeza. Del mismo modo, quien nunca estuvo desanimado o afligido no podría realmente disfrutar la excepcionalidad de un estado de contento. Naturalmente, muchas emociones pueden definirse por oposición a otras. Sin embargo, existen ciertas sensaciones, generalmente ancladas a concretos episodios, que se definen específicamente por su particularidad. No existe una oposición directa al olor a lluvia o a tierra mojada, del mismo modo en que no existe forma de definir el placer de un disco de Yo La Tengo más que apelando a la excepcionalidad de sus estímulos.

Sin remitir a ese particular estado de regocijo es imposible intentar describir la importancia de un primer encuentro con Stuff Like That There, el decimocuarto disco de la banda de Hoboken. La sutileza y el encanto con el que se presentan los primeros segundos de “My Heart’s Not In It” (Darlene McCrea), seguidos por la dulzura del timbre de Georgia Hubley, disimulan con alegría una punzante lírica sobre la común triada entre amor, desamor y amor no correspondido, la imposibilidad de pelear contra los caprichos del corazón y la satisfacción general de perder esa batalla. “Rickety”, la única canción estrenada en este trabajo, es un hipnótico pasaje por las entrañables armonías compositivas de Kaplan y Hubley, una nueva revalorización de las propiedades del susurro. Esta dualidad representa acertadamente las dos grandes categorías entre las que pueden separarse el resto de las producciones: dulces canciones de amor y desencuentros, junto a otras que plantean detallados paisajes desde donde apelar complejos sentimientos y redescubrirlos.

Entre las protagonistas del primer grupo se encuentran (la ya mencionada canción que propicia de apertura), la jovial “I Can Feel The Ice Melting” (The Parliaments), la clásica balada de Hank Williams “I'm So Lonesome I Could Cry” y la delicada “Somebody’s In Love” (The Cosmic Rays con Le Sun Ra and Arkestra), ocupada de cerrar el disco. En la misma línea se ubica el indisputable momento álgido del trabajo, el cover a “Friday I’m In Love” de The Cure, conmovedora reinterpretación de una canción que ha exigido felicidad en cada ser que haya entonado su estribillo.
El segundo grupo de canciones invita a la inmersión con matices articulados meticulosamente, magnéticas armonías y frescos interludios de experimentación instrumental. Entre ellos se discute la búsqueda del bienestar frente a los cambios (“All Your Secrets”), la batalla frente a la propia conciencia (“Awhileaway”), la evitable vejez del alma (“Before We Stopped to Think”), el desarraigo (“Butchie’s Tune”), la estandarización de la vida (“Automatic Doom”) y la (infaltable) lucha contra la soledad. Ya sea a través de reversiones de viejas canciones de la banda (con la ya mencionada “All Your Secrets”, “The Ballad of Red Buckets” o la imponente reinvención de “Deeper Into Movies”) o apelando a palabras que otros supieron cimentar de una forma más elocuente (Great Plains, The Lovin’ Spoonful, Special Pillow, Antietam, entre los advertidos en párrafos precedentes) Yo La Tengo completa su decimocuarta entrega de una forma cohesiva y ante todo, placentera.

Frente al inescapable sentimiento de resguardo y aprensión a la incertidumbre común de un mundo cambiante, es reconfortante tener la certeza de que un nuevo disco con covers de Yo La Tengo puede estar a la vuelta de la esquina. Es reconfortante saber que seguramente superará las expectativas que se depositen en él, pero no privarlo del beneficio de la duda. Ante todo, es reconfortante saber que aún hoy, a más de treinta años de actividad, cada una de las invenciones del trío pueda alojarse en aquel inmutable halo de familiaridad que han construido con el pasar de los años y, fundamentalmente, sentir que siguen generando con humildad y sabiduría ese singular y exquisito goce propio de discos de Yo La Tengo, definido por sí mismo, imposible de comparar o contraponer.