“Inventé tres personajes. Ahora que lo pienso un poco no sé si los inventé, o si surgieron de la realidad de mierda en la que estaba, que no podía ni ver. Y ahora no sé quién soy, y eso nunca pudo haber estado mejor”. Así se presentaba K4 en esa iracunda muestra de gypsy punk que fue “No sé quién soy”.
Publicado en septiembre de 2022, este track sirvió a modo de manifiesto y, a su vez, profesaba una negación indescifrable. Ninguna pregunta al artista argentino lleva a una respuesta esperada, cómoda ni mentirosa, sino que son pistas para desentrañar las distintas capas de su psiquis y acercarnos hacia la mente de K4.
Durante sus inicios, el trap fue como una máquina a toda velocidad dirigida hacia un paredón, con la intención de hacerlo pedazos. Para K4, el trap no era simplemente un género, sino más bien un vehículo de destrucción creativa, una herramienta para pulverizar las expectativas preconcebidas. No se contentó con seguir el camino trazado; en cambio, optó por pisar el acelerador y llevar su excéntrica propuesta hacia territorios desconocidos y audaces, dejando un rastro de caos y provocación a su paso.
Su primer encuentro con ese género ocurrió durante un viaje a Estados Unidos, específicamente a Texas, donde quedó impactado por la potencia de los subwoofers en los autos y la escena de trap. En su regreso a Argentina, buscó hasta al hartazgo algo similar sin llegar a buen puerto. Él era un pibe que había sido flechado por el retumbar de los bajos bien fuertes, mientras escuchaba Manu Chao, Crystal Castles y Todos Tus Muertos. “La motivación inicial era: como no existe la música que me gustaría escuchar, voy a intentar hacerla yo”, asegura K4 en conversación con Indie Hoy.
K4 es parte del colectivo Rip Gang, donde cada artista tiene su propio universo. Sin embargo, en este peculiar colectivo, el mundo de K4 se destaca como el más desenfrenado. Su mente parece ser el epicentro de una tormenta de visiones surrealistas que quedaron registradas en distintas colaboraciones prematuras que sellaron una profunda conexión con los otros integrantes del movimiento: Dillom (“Waxxx”), Taichu (“Pegado en el futuro”), Odd Mami (“Starboy”), Saramalacara (“Chupetines”), y más tarde el EP Desnutrición mental (2020) junto a Ill Quentin, y el track “aH” junto a Muerejoven.
El crecimiento de K4 se materializó con el respaldo de Bohemian Groove, sello independiente que le brindó la libertad y el apoyo necesario. K4 reconoce la importancia de un sello que permite la experimentación y la expresión artística sin restricciones, y está notablemente agradecido por la oportunidad de formar parte de Bohemian Groove para llevar adelante un proyecto tan extraño y potente como el suyo.
Entre 2022 y 2023, tomaron forma una serie de shows conceptuales bajo el título de “No sé quién soy”. Cuatro fechas, tres personajes, cada una con su temática, su misterio. La primera fue un shock, furioso y rotundo. La segunda, una muestra de nihilismo puro. En la tercera se fue de las manos: desplegó sobre el escenario un laboratorio nuclear donde todos hablaban otro idioma y corrían desesperados hasta el momento de dar a luz a un monstruo. Ese monstruo era K4.
“Es algo que nunca pensé de antemano, se fue dando solo. Yo lo fui acompañando, lo fui guiando -explica el artista porteño-. Y ahora con esa misma intención, con ese mismo concepto, siento que ya quedaron en el proyecto del disco y con el desarrollo del ciclo. Por eso mismo, en la última fecha no hubo ningún personaje”.
Los tres personajes de K4 conviven en distintas líneas temporales: una arraigada en el presente, otra vinculada al pasado y la tercera proyectada hacia el futuro. Nada fue concebido con la intención de converger en el resultado final. Las canciones ya estaban ahí, eran alrededor de 28, pero fue junto al músico y productor Fermín Ugarte que la travesía de selección y producción comenzó, una suerte de cernido para depurar la esencia. De ese proceso surgieron 15 tracks que formarían una narrativa desarrollada a lo largo de tres EPs –K1, K2 y K3-, agrupados más tarde en el álbum homónimo de K4.
K1, situado en el presente, se desenvuelve en escenarios cotidianos como el subte (“Saltando molinetes”) o el Congreso (“Huevo frito”), según muestran los videos. Si bien se ancla firmemente en el ahora, es el suéter surrealista de color rojo sangre, con sus mangas de 20 metros confeccionadas en lana gruesa y notablemente pesado, el que emerge como una falla en la matrix. Esta prenda, según el artista, más que un accesorio, se convierte en una representación de sus limitaciones. Cantar con brazos que arrastran cables resultaba incómodo, pero también representó un desafío, una confrontación para descubrir nuevas posibilidades.
En medio del clima de agitación que se vive en Argentina debido a las nuevas medidas implementadas por el gobierno de Javier Milei, “Saltando molinetes” se volvió un himno narcótico que refleja el sentir de muchos ciudadanos. Con protestas e insultos, este tema se convierte en el soundtrack de lo que hoy sucede en Constitución, Retiro o cualquier ramificación ferroviaria. Representa el grito de aquellos que se ven ahogados por los aumentos de tarifas de transporte y las difíciles condiciones económicas, expresando la resistencia y la búsqueda de la verdadera libertad en un contexto de creciente presión y descontento social.
Por su parte, K2 tiene nombre y apellido: Agustín Espinosa, un hombre desaliñado, uñas negras, y mirada perdida, embriagado en el pasado. Según cuenta K4, es el personaje que más desarrollo narrativo tiene. “Habitó en la época de la dictadura en los 70. Agustín vivió el motín de los colchones en la cárcel de Devoto. Hay un tema del Indio Solari, ‘Pabellón séptimo‘ que narra la tragedia. Escuché ese tema y me removió un montón de cosas porque mi viejo siempre me lo mostraba. La letra me hacía dar piel de gallina. Me tocaba algo que yo no viví en carne propia, ni temporal ni familiarmente. Pero incluso así, me tocaba algo que me daban ganas de llorar”.
Junto al director y escritor Mutti Valentini desarrollaron toda la historia del personaje a partir de ese relato. Los presos ponían los colchones contra las rejas para que los guardias no los cagaran a palos, pero los canas los prendieron fuego y toda la cárcel se incendió. K4 encontró inspiración al ver un video donde un hombre que sobrevivió cuenta cómo se tapaban la cara con trapos para respirar mientras se desmayaban. Cuando despertó, vio a sus compañeros derretidos al lado. Por milagro, él sobrevivió y logró escapar de la cárcel. Se refugió en una casa que tomó como suya, y a partir de ahí, su vida se ve en los videos, sin mostrar nunca toda la miseria que cargaba en sus espaldas.
“Para encarnar el personaje, con Mutti nos vestíamos de la época, chupábamos un montón y empecé a fumar mucho -cuenta K4-. La historia narra que lo meten en cana por una represión que hubo en los ferrocarriles donde laburaba. Desaparecen a un amigo, y Agustín se quiere vengar cuando reconoce a uno por la calle, pero lo agarran y lo meten en el cana”.
La dupla pasó ahondando en el cuerpo y alma de Espinosa. Uno usaba un mameluco de ferrocarril que le prestó un tío, y el otro tenía uno de YPF. Mutti lo pasaba a buscar temprano por su casa y se iban a caminar por las estaciones del tren. El video de “Hisopos y disfraz” muestra a Agustín agarrando una foto donde él y su amigo están felices en blanco y negro, justo antes de que lo mataran, y toda la historia parte de ahí.
Por último, K3 parece sacado de películas de terror y ciencia ficción clase B. Una figura sin cejas ni pelos en ninguna parte, moviéndose de manera súper creepy, a veces despacito como si estuviera arrastrándose, y otras veces corriendo a toda velocidad sin explicación. Se luce al máximo en los videos de “Veneno“, “Crema del cielo” y “Barco de cristal“, recordándonos a una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Es el punto más agudo, mutante y esquizo de su propuesta.
“La idea de este personaje era en un principio un alien del futuro, el cual venía a encarnar, o a conocer el mundo humano por primera vez -cuenta K4 acerca de esta fantasía posthumana y sónicamente catatónica-. Lo que le pasa en su primer contacto es un poco el mensaje que quería dar. Por ejemplo, en el video de ‘Crema del cielo’, ve a todo el mundo con los celulares y se envicia a robar celulares hasta que se muere. El ser que viene de otra dirección, o de otro tiempo que se supone que es re avanzado, al caer acá, la realidad que estamos viviendo lo supera totalmente y lo arruina”.
K4 vino a desestabilizar el juego. Su enfoque disruptivo y provocador busca estimular e incluso molestar. No solamente con sus cambios de looks, sino con delirios propios de su ritual: en vivo, suele pedirle al público que haga un círculo rápidamente porque quiere que se rompa todo. El público se abre y se forma una circunferencia perfecta, sin importar el espacio, ni la cantidad. Semejante parafernalia rockstar para tocar “Salchicha”, una canción de apenas 14 segundos, breve pero intensa (K4 se jacta que hasta Spotify no le deja ver las reproducciones de este track). En cierto modo, es un vómito que lo aventura en los terrenos más controvertidos del arte, alejándose de la simple complacencia para generar una sensación, no importa cuál sea. El objetivo es sentir algo en el pecho.
Una noche en el estudio, mientras pensaban en incluir temas con batería en el repertorio, Fermín tuvo una visión: “¿Sabés con quién te tenés que juntar? ¡Te va a encantar Proyecto Gómez Casa!”. Y tenía razón. “Cuando lo vi en vivo, entendí de inmediato por qué lo había recomendado -cuenta K4-. Proyecto Gómez Casa es un baterista con un dominio técnico impresionante y un estilo muy marcado. Conectamos desde el primer momento y ahí le metimos sin parar“.
“Cuando armé todo esto, el deseo fue un poco el querer escapar de la realidad -admite K4 sobre la inspiración detrás del proyecto-. La verdad que yo estaba re mal en ese momento, descubriendo cosas de mi identidad. Sentía que no era una sola persona, me preguntaba quién es K4, quién soy yo, cuántas partes hay en mí y todo ese tipo de dudas existenciales que surgen y marcan momentos donde uno no se siente muy bien. Yo escribo mucho, y en ese entonces escribía más todavía. Escribía, escribía, escribía todo lo que me pasaba, cosas que pensaba acerca de mí y de K4. A su vez, iba haciendo esos temas también bajo el mismo concepto de escapar, de reciclar emociones negativas en algo productivo y sumamente divertido”.
El disco cerró una etapa antes de virar hacia distintas dimensiones conceptuales. Las canciones que aparecieron después fueron el espejo distorsionado de todo lo narrado. Porque K4 es el caos ordenado, la anomalía. En “Latas“, junto a Dillom y Gómez Casa, se convirtieron en ratas enardecidas por la furia del punk rock. También hay altas dosis de punk en “Colchón”, la colaboración censurada por YouTube con La Piba Berreta. Sin perder la rabia, su experimentación contorsionista con la electrónica abarcó desde “Psicura” y “Abrazame” hasta el remix ácido de “A Forest”, el clásico de The Cure.
Intentar adivinar los movimientos de K4 en el 2024 sería como buscar una aguja en un pajar durante una tormenta de arena. ¿Tres personajes? ¿Cuatro? ¿Quién sabe? K4 es el anfitrión de un desfile interminable de identidades, cada una más impredecible que la anterior. Cada canción, cada actuación, es un salto al vacío en un carnaval de locura donde las reglas son solo sugerencias y la única garantía es la incertidumbre.
Al final del día, ¿pudo K4 entender quién era, o se dio cuenta que estaba más confundido? “Yo creo que la respuesta es la pregunta -contesta K4-. Soy todo esto y puedo mostrarme a mí mismo como soy. Puedo abarcarlos dentro de mí como única persona. Y entender que no somos nada, y que como no somos nada, podemos ser todo lo que se nos canta el orto e igualmente seguir existiendo acá y hoy”.
Escuchá a K4 en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).