Cuando estamos solos encontramos el momento para actuar con libertad y seguir el instinto propio. Sin hacer concesiones, sin buscar la aceptación ajena, en el aislamiento sólo hay lugar para una voz: la propia. Para grabar su primer disco, Juan Manuel Rodríguez confió en crear su sonido sin la ayuda de nadie. “En los confines de mi casa no tenía a nadie que me diga qué hacer. Solo, en mi home studio, podía hacer lo que yo quiera”, dice sobre la producción de Astrology Went Stupid, el debut de su proyecto como Cajú que saldrá el 21 de septiembre a través de Yolanda Discos.
“Excepto algunas voces y teclados, grabé todo el disco yo solo. Tiene que ver con poder mantener el control, pero también fue así porque es la forma en la que aprendí a trabajar”.
Juan empezó a hacer música a los 10 años cuando vio su primer guitarra eléctrica en lo de un amigo. Este descubrimiento coincidió con mudarse de Haedo, el barrio en donde nació, a Moreno, también en Zona Oeste de la Provincia de Buenos Aires pero más alejado de Capital. El cambio fue brusco y no la pasó bien, pero fue en Moreno donde conoció gente que lo metió en la música “en un sentido directo. Fue automático. Quise empezar a tomar clases en seguida. Ver la guitarra, sentirla, escuchar lo que tocaba. Me cambió todo”.
“Después del colegio fui a la facultad a estudiar música. Tuve profesores que me volaron la cabeza. Uno llegó el primer día con “A Day in the Life”, algo de Charles Mingus y una pieza de Ravel. Nos pidió que escuchemos con los ojos cerrados. Es algo muy simple pero aprender a escuchar música con los ojos cerrados me pareció increíble. Estás tapando un sentido muy fuerte para abrir otros”.
¿Cuál fue lo que más te marcó estudiando música?
Yo entré a la facultad sin saber casi nada de teoría. Y parece una boludéz pero ahí aprendí lo que eran las melodías. Antes no sabía bien qué era una melodía. Cuando lo aprendí empecé a escuchar música de una forma completamente distinta. Me di cuenta del poder de una melodía, y de cómo todo el fluir de la música está en la melodía. En 2016 saqué un EP bajo el nombre de Sleepy Cajú que estuvo muy influenciado por ese descubrimiento. Es hipermelódico.
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Sleepy Cajú se siente como un experimento lo-fi en comparación con la nueva música de Cajú. Las voces están, las melodías también, pero todo se pierde en una nube de reverb y efectos. Varios de los riffs de guitarras y loops de batería que habitan ese EP regresan en Astrology Went Stupid. Pero esas ideas se reestructuraron en un sonido más pop y todavía más melódico. “Sleepy Cajú es un disco más dream, si lo tuviera que encasillar en un género. Astrology es un disco más seco y claro, con la voz bien protagónica”.
“Girasoles”, “Sos más linda” y “Beach House” fueron los primeros adelantos del disco. Los tres singles ponen al frente una intimidad y simpleza que logran destacar a Cajú entre la escena de rock psicodélico nacional. Y si bien el tema principal de estas canciones es el amor, podemos conocer mucho de Cajú por la forma inocente y libre en que describe sus relaciones sentimentales. La clave en Astrology Went Stupid está en el balance entre introspección y relación, soledad y amor. Hay también una idea romántica en los sonidos elegidos, que podría hablar de una manera tradicional de pensar en el disco como formato clásico.
“El mundo del streaming y yo no vamos de la mano. Siento que se consume mucho, se descarta en el momento y se pasa a lo siguiente. No se le da mucha importancia a cómo escuchar un disco, lo siento todo muy obsoleto. Todo dura menos, hasta las relaciones”.
¿Te considerarías un romántico?
A veces parezco medio fundamentalista o idealista. Puede ser que lo sea, creo que se perdió mucho de lo romántico. Me acuerdo de una vez que me emocioné viendo I vitelloni, una película de Federico Fellini. Hay una escena en la que un personaje se pone a piropear a una mujer vecina de ventana a ventana, y era algo tan natural y tan hermoso que me emocionó. Me pareció algo que no pasa hoy, que no puede pasar, que estaría “mal” que pase. Esas épocas tenían cosas malas pero también cosas buenas, y las rescato.
¿Cómo pasaste de tener un disco tan personal a compartirlo con Yolanda Discos y planear su salida?
Una noche salí a una fecha de Yolanda con algunas canciones en mi celular. El disco lo estaba haciendo todavía, lo tenía cocinado por la mitad. Después de la fecha me volví en auto al oeste con Agus Suaya de Yolanda, le mostré algunas canciones y le encantó. Después seguimos hablando y empezamos a considerar la idea de sumarme a Yolanda. Tener a alguien a quien tener que mostrarle los temas me hizo avanzar mucho y mejorar el disco. Cuando lo terminé nos volvimos a juntar, le puse muchos temas, le gustó y ahí definimos que tenía que salir por el sello. Hay muchas cosas en Yolanda que me gustan. Creo que es un sello que aporta algo que le falta a la movida local. Tiene propuestas muy jugadas, como Fonso o Coghlan, que esquivan la típica canción de indie pop.
En tu disco también aparece una búsqueda pop que esquiva lo esperado. Como “Príncipe”, que es el tema más pop y melódico del disco, y en el que más cómodo sonás.
Escribí “Príncipe” el día que murió Prince. Hay muchas referencias a él y la letra es como una conversación imaginaria con él. Pero sí, me sentí muy cómodo haciéndolo. Es un placer hacer algo muy pop. Un placer culposo. No tendría que ser culposo pero yo creo en que la música tiene ciertas fórmulas. Y hay una cuestión de timing también. En los temas jugué mucho con silenciar algunos instrumentos. No quería que todo suene todo el tiempo. Fui muy selectivo. Hubo miles de versiones, grabaciones, baterías. Pero intenté ser lo más minimalista posible.
A veces se parte de mucho para sacar y quedarse con lo esencial.
Sí, hice cosas así. Por ejemplo, “Beach House” tenía demasiados sonidos, y cuando le empecé a sacar cosas aparecieron nuevas partes en la canción. Tenés que estar abierto a escuchar, borrar y a empezar de nuevo. Una vez escuché a alguien decir que las canciones son como semillas. Algunas crecen y algunas no. Te podés enamorar de una idea, tener la semilla y verla crecer, pero por ahí termina siendo un plantín nada más. Hay otras ideas que crecen. Es algo que se puede aplicar a la vida: hay ideas, conjeturas o planes que crecen y planes que no.
¿Y no se pueden forzar?
Un poco sí. Yo soy de los que trata de forzar un poco, pero hasta ahí. No me considero nihilista pero hay cosas del nihilismo que me gustan. Hay una entrevista buenísima a Harry Dean Stanton en el BluRay de Repo Man (1984). Está él, viejo, fumando, tirado en el sillón con una guitarra. En el video le preguntan de todo y él dice “no sé, no sé qué va a pasar, yo no tengo el control de nada”. Esa manera de entender me parece cero pretenciosa. Se trata de estar en el presente. Intento incorporar eso en mi música y en mi vida también. Hay que dejar que las cosas pasen.