El 20 de abril habrá juego de damas. La cita será en El Camarín de las Musas. Y todas las fichas puestas a Candelaria Zamar, Agustina Paz y Ayelén Secches. Pianistas, compositoras, cantantes. “Haremos cada una nuestro set y después habrá algunas sorpresas”, explica Candelaria sobre el formato del concierto en cuestión. Candelaria nos ha recibido en su departamento, ubicado en el epicentro del barrio de Almagro. También está Agustina Paz. Ayelén: ausente con aviso. La dueña de casa convida agua y té, en tanto Agustina explica el motivo del concierto que las reunirá: “La admiración por el trabajo de las otras. Más allá del género, en mi caso, son artistas que admiro. Y no tienen sólo una propuesta desde lo intelectual, técnico, muy respetable, sino también a un nivel… me gustan.” Risas en torno a la mesa. “Hay mucha gente que hace música compleja, si querés, interesante… hay mucho snobismo. Y a mí me gusta cuando hay canciones, cuando la forma está a la altura de algo que me quieren decir y que me convence. La propuesta de este concierto es que va a haber tres pianistas, compositoras, que van a mostrar sus cosas, la experiencia va a ser rica, va a estar bueno…”
El origen
Tres pianistas, tres compositoras, tres cantantes, tres damas que han transitado por cierta formación clásica. Candelaria Zamar –editó Un vaso de agua en 2014 y el single “Enciende” en 2016– piensa las aristas que las han unido: “Justamente ayer nos estábamos preguntando cuáles eran nuestros puntos en común, además de ser mujeres, que eso es biológico así que lo descartamos. No es que no sea importante pero no tiene que ver con la música. Las tres somos pianistas en un sentido profundo, de haber transitado por la escuela, la academia, aprendiendo el lenguaje, habiendo estado un tiempo asimilando un lenguaje como el del piano. Yo tengo una formación clásica.” Agustina Paz -editó Bosques en desiertos en 2009 y Yugo en el 2015- también tuvo ese tipo de formación musical. Y comenzó tal aprendizaje con el piano de su bisabuela como instrumento, en el pueblo Norberto de la Riestra –“un pueblo muy chiquito. Mi casa nunca tuvo llaves. Es por Lobos, Chivilcoy, centro de la Provincia de Buenos Aires”– y explica tal legado: “Mi bisabuela, a comienzos del novecientos, tocaba música clásica en el piano y componía, también. Después dejó de tocar, cuando la casaron. Y el piano de ella fue el piano en el que empecé a tocar”. Ayelén Secches, la ausente en cuestión, ha editado Carte postale en 2014 y Demos. En 2013 fue la ganadora de la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires y su principal educación musical consistió en que su padre le haya regalado la colección de discos de The Beatles cuando ella contaba con siete años. Candelaria vuelve a ofrecer agua y té y comenta sobre su propia formación musical: “Tuve la suerte de haber tenido una discoteca bastante variada en mi casa, y me escuché todo lo que había. Me gusta la música brasileña, Elis Regina, Caetano Veloso… en la adolescencia me copé con Jobim, que no es que es más complejo, sino que coquetea con otros estilos. Me copó la parte orquestal de Jobim, me abrió un poco al mundo de la composición. Escuchaba cosas no demasiado nuevas, porque escuchaba las cosas que escuchaban mis viejos. Después, cuando fui un poquito más grande, me empecé a comprar CDs de Charly, Fito Páez… los Beatles fueron mi primer fanatismo, desde los nueve que flasheé y fue lo primero que descubrí sola. Música clásica, también, pero no autores en concreto, sino como pantallazos. Últimamente considero que la música brasileña, que nombré al principio, es una de mis grandes influencias. De chica era una esponja que escuchaba todo, me acuerdo de las publicidades y eso también me ha influenciado, no puedo escapar de eso. A veces pienso: si el oído tuviera párpados, una podría elegir qué escuchar y qué no.” El origen marca: “mi infancia fue muy libre, mucho espacio, mucho tiempo para tocar el piano sin pensar en nada,” acota Agustina y otra ronda de té.
La rumba del piano
Candelaria Zamar se formó musicalmente en La Colmena, “una escuela de Córdoba que tiene fama de ser la escuela del jazz. Yo empecé a estudiar a los trece pensando que iba a ser Chick Corea. En el primer año, las materias que tenía eran de piano clásico. Y sí, la técnica que tengo es clásica, después es como que se abrió la cosa”. La rumbita del piano deviene en una serie de opiniones sobre el jazz, la música clásica y otras cuestiones y entonces, Agustina Paz: “en el piano, en el siglo XX, es como que el devenir de la música clásica desemboca en el jazz, en cierto punto. También hice jazz, y después a explorar…” El piano es la herramienta musical de Ayelén, Agustina y Candelaria, que ensaya una aproximación a la relación con dicho instrumento: “El piano es como si fuera parte de una. Yo compongo con el piano, por ejemplo. No sé cómo explicarlo, es parte del cuerpo, es como cantar”. Agustina también compone con el piano. Y Candelaria profundiza esa suerte de simbiosis con el instrumento: “A mí me cuesta, a veces, decir que soy pianista porque se arman la idea como de alguien que habla a través del piano, alguien que da un concierto de piano… y no, porque la música que nosotras proponemos es como que tiene más cosas pero está basada en el piano. No sé si se entendió”. Pianistas de formación clásica o académica, devinieron, las tres damas, cantantes de eso denominado música popular. ¿Cómo fue tal pasaje? “Yo creo que en mi caso –dice Candelaria con su tonada dulce cordobesa- se dio algo paulatino. A la vez que estudiaba se me fue despertando la inquietud por hacer mis propias canciones, mis propias musiquitas. Eventualmente, dejé de estudiar piano y pasé a composición y ahí es como que se me abrió un mundo nuevo. Creo que al aprender herramientas como más concretas, composición en mi caso, me sentí más segura como para empezar a experimentar canciones propiamente dichas. E incluso cantarlas, con letra”.
Es el turno de mover las fichas para Agustina Paz: “Lo mío fue como más abismal. Yo estaba estudiando piano clásico como muy fuerte y me quemé. Antes de entrar al conservatorio hacía música popular porque siempre toqué el piano. Y tuve la necesidad de empezar a pensar qué tipo de música era yo, y no soy Chopin, no soy Beethoven, me encantan, son una maravilla, pero ¿y yo?, ¿qué sale de mí? Fue en un momento que tenía mucho para sacar y encontrarme a mí. Creo que nació de una necesidad de simplificar, en un momento, de volver a las fuentes. Porque yo de chica tocaba el piano, y todavía no sabía música, tocaba de oído y tenía una sensación que no tenía con la música clásica. Sentía que no entraba en esa zona. Y la música tiene que ver con esa vibración, ¿no? No es racional, es orgánica, no sé, es mágica. Necesitaba volver a eso y encontré que en las cosas más simples está mi lugar. Y empecé a hacer canciones, simples, sin grandes pretensiones. Ahí fue que comencé a encontrar mi lugar”.
Geografías y teoría de los circuitos
La anfitriona, Candelaria Zamar –partícipe del proyecto Varias artistas, ideado por Lucas Martí– juega la primera ficha del tema entorno, contexto y eso de recalar en Buenos Aires “para expandir esa necesidad de hacer música y nutrirse de otras cosas, otros ritmos. “Obviamente hay muchos más estímulos, esta ciudad es fabulosa. Una viene de otro ritmo. Y eso marca. Yo hace poco que estoy acá y todavía estoy como en adaptación al entorno. Yo vengo de Córdoba Capital, que es una ciudad, tiene la dinámica de una ciudad pero hay diferencias, en la velocidad con la que pasan las cosas, el tamaño de las cosas. El entorno tiene que ver, en mi caso en la forma en la que compongo, en las cosas que necesito decir, también. Yo tengo un imaginario que siempre está influenciado por imágenes que tengo del contacto con la naturaleza y en Córdoba están las sierras, la montaña. Y acá es todo lo opuesto. Pero está el río, es otro paisaje en todo sentido y lleva un tiempo comprenderlo y entender –va a sonar re hippie– qué mensajes te están ocultos, pero todo te habla, la arquitectura te habla o te inspira ciertas cosas, lo mismo que las montañas. A mí me lleva un tiempo entender eso, qué dicen y cómo yo me vinculo con eso”.
Agustina Paz, criada en las entrañas de la provincia de Buenos Aires, ingresa en el tema de los circuitos cuando le recuerdo que en algún momento de la charla habló de cierto snobismo: “En la música clásica, por ejemplo, hay mucho snobismo. El músico clásico y el músico contemporáneo, específicamente, es como una raza compleja, hay gente abierta en todos lados pero hay ciertas personas que son cerradas, endogámicas y del resto ni siquiera se dan la posibilidad de ponerse a ver qué les puede ofrecer cierta estética, entonces es como: no lo escucho. Me parece que la música contemporánea, cierto jazz, está muy intelectualizada, con mucha información armónica y demás y deja afuera toda una riqueza sensorial, más abierta y también enriquecedora. Y me da lástima, porque me parece que cada circuito nutre de algo diferente. Me da pena que la gente de la música clásica no se conecte con gente que improvisa o se permita esa fluidez que hay en la música popular. Y dentro de los cantautores, lo mismo. Hay cantautores que parecen estar en una búsqueda como muy allá pero no me dicen nada. Mantener el corazón hacia el aprendizaje y abierto, me parece, es lo que más nos enriquece, a todos”.
Le recuerdo a Agustina que en una antigua entrevista dijo estar “obsesionada por Bach, desconcertada con Debussy e indignada con Bartok”. Al té se suman algunas carcajadas: “En esa época estaba mal de la cabeza… los amo a los tres. Bach, me parece, es como todo en la música… lo amo a Bartok. Pero era una época en la cual estaba muy cerrada y todo lo que estaba afuera de lo que yo comprendía, no me gustaba… después aprendí. Por eso decía que por suerte una se va abriendo y aceptando. Y ahora amo el atonalismo… ¡no!” –más risas- “… no lo amo, pero me permití pasar por ahí y ver… Porque eso es lo que nos pasa, juzgamos antes, somos muy prejuiciosos. Y hay que permitirse entrar en el corazón de las cosas que una no habitualmente habita. Después, ves”.
El circuito desemboca en la geografía musical actual, específicamente en la de Buenos Aires y la dama Candelaria opina: “Tengo la sensación –porque no conozco tanto- de que, no sé si tribus, pero como que se agrupan. Hay un montón de gente que hace música y de todo tipo, me falta conocer: soy relativamente nueva en la ciudad, entonces no conozco todo, tal vez me nombran grupos o músicos y no los ubico, todavía. Veo cosas que están re buenas, hay dos grupos en particular que me gustan mucho: Aloe y Programa. Me re inspiran. Si bien no haría lo mismo, me parece que tienen unas propuestas que son interesantes. Pero yo que sé, son dos en un millón…” Mueve sus fichas Agustina Paz: “Yo estaba pensando en los cantautores, también… voy a hacer una fecha con Rodrigo Tarsitano y lo que hace es alucinante, hay gente que te sorprende. Yo escucho canciones. David Amado es otro… gente muy valiosa, tienen algo para decir y lo hacen muy bien.” El movimiento de fichas es frenético: “A mí me llaman la atención –opina Zamar- las generaciones posteriores a mí, es decir los más jóvenes: he escuchado gente muy talentosa y son muy chicos, veintipico o diez y pico” –risas– “Tienen un montón de data fresca e interesante…” Paz asiente: “esa generación está con eso de lo que hablábamos antes: la apertura de conciencia, están más del lado del amor, en el buen sentido, tienen más respeto y es como que tienen valores superiores, tengo esa sensación…” Candelaria se entusiasma: “A mí lo que me gusta de la escena de Córdoba, que la viví, y que tal vez esté acá en Buenos Aires también, es la idea de cooperación. Hay músicos muy buenos y, al menos por lo que yo he vivido, está esa idea de colaborar, de ser parte de algo más grande. De trabajar en conjunto para conseguir algo más grande, sin la necesidad de ser un colectivo artístico que plantee una estética en concreto. Pero unirse para lograr ciertos objetivos y para colaborar. Quizás la industria de la música –aunque nunca sé muy bien qué es eso– esté cambiando; no sé qué pasaba antes con las discográficas pero ahora es como que tenés las herramientas para hacer las cosas por tu lado. A mí me tocó justo entrar en lo de internet, entonces no sé de la dificultad de antes llegar a grabar un disco, puedo comprenderlo. Y también hace que podamos conocernos más fácilmente entre todos. Paz mueve la última ficha: “La autogestión es el camino, hay que tomarlo y reforzarlo”.
Ya es noche en Almagro.