Más de cuatro décadas detrás de las bandejas convirtieron a Carlos Alfonsín en un explorador del sonido. Nacido en 1958, es uno de los responsables de haber introducido en las pistas argentinas subgéneros tan diversos como el minimal techno, el drum and bass o el trip hop. Su figura ayuda a pensar qué significa ser un DJ pionero en la electrónica, uno que busca traer innovación y transformar sus sets en territorios de expansión.
Siempre ligado al under, Alfonsín habita una idea de comunidad y originalidad dentro de la escena electrónica argentina, en paralelo al individualismo o la uniformidad que domina en el mainstream de fiestas masivas y festivales internacionales. Sigue activo: el último mes tomó la residencia del ciclo Círculo de sonido en Artlab y este sábado volverá a presentarse en esa misma fiesta en Crobar.
“Me gusta descubrir. Todavía sigo descubriendo cosas, todos los días escucho las novedades —afirma Alfonsín a sus 65 años—. Antes de internet, iba a las disquerías a busca y escuchar sin conocer, sin pretender comprarme el disco que escuchaba. Creo que siempre tuve un perfil diferente con mi música y por suerte me pude abrir camino con mi personalidad como DJ”. En conversación con Indie Hoy, el DJ argentino repasó una carrera atravesada por la búsqueda de un camino propio en la pista de baile.
El raro del grupo
“En los 70 viví en Brasil muchos años y me gustaba el jazz, el soul, el funk, la bossa nova, la música que se editaba mucho allá y que acá era apenas conocida. Cuando llegué a Buenos Aires, era el raro de la facultad. Además, teníamos un compañero que trabajaba en una discográfica y me regalaba todas esas cosas nuevas, raras y medio modernas que salían y que ninguno de ellos quería. Así, en el 79 yo tenía el primer disco de The Cure, de Siouxsie, de Sex Pistols, que se hicieron más populares cinco o seis años después.
Cuando empecé a trabajar, a tocar más seguido y ya tenía unos ingresos, en los 90 me pude dar el lujo de comprar otros discos. Había descubierto sellos como Mo’ Wax, The Acid Jazz y Talkin’ Loud, y pedía que me trajeran una copia no solo de todas las novedades que tenían, sino de todo ese estilo de música. En esa época había una escena electrónica muy comercial, con el sonido de DJs como Deró, y la música que traían en las disquerías era más para el boliche comercial. Es más, a mí me traían esas cosas y por poco se me reían, diciendo: ‘Esto, ¿quién te va a dar bola con esto?’. Me vendían cosas que descartaban para ellos”.
Un nicho propio
“Los primeros años de la música electrónica, de los primeros remixes y el house, con Frankie Knuckles, Little Louie Vega, Kenny Dope y Joey Negro, era una escena muy under. No lo podías poner en un club en medio de la noche y que la pista te responda. Antes, en las discotecas grandes, los DJs no ponían su música; vos ibas y había que poner lo que ellos tenían. Yo no quería hacer ese trabajo, no me gustaba. Me dediqué a ser DJ cuando encontré el nicho en donde podía hacer lo que a mí me gustaba”.
Under y glamour
“Al principio yo trabajaba en cine. A mediados de los 80, empecé a tocar en diferentes lugares y hacía unas fiestas en las que estrenábamos cinco cortometrajes o videoclips, y asistían unas dos mil personas. No todos iban por la música: estaban los músicos del video, los parientes, actores, gente de cine; era un ambiente buenísimo y se mezclaba un público under con un público normal.
En el 91, en El Dorado, me empecé a dedicar más de lleno. En esos años elegían al mejor DJ y a la mejor discoteca, y salí elegido tres años seguidos. En el 93, El Cielo fue el primer lugar que apostó por toda esa movida, en un momento en que era el mejor boliche de Argentina. Ahí empecé a trabajar con un relacionista público llamado Javier Lúquez, que era lo más top: hacía los mejores eventos sociales, con invitados que iban desde Amelita Fortabat hasta Sergio De Loof, una mezcla que nunca vi en ningún otro lugar. Él abrió las puertas del under a un público más glamuroso”.
Avec Soul
“En el 91 empecé a componer mis primeros temas con un amigo músico, Cristian Barnes, tocando en un teclado Ensonic, donde podías probar diferentes sonidos, hacer secuencias y usar un sampler. Era difícil recortar los sampleos, eran medio imperfectos, pero ahí hice los primeros bocetos. En el 93 debutamos en El Dorado y al otro día me llaman el teléfono a las 10 de la mañana: era Martín Gontad de [la marca de ropa] Guess y querían ser los sponsors.
Ellos bancaron la grabación de un álbum que hice con varios amigos: Daniel Melingo produjo y tocó guitarra, teclado y saxo; Willy Crook tocó flauta; Flavio Etcheto la trompeta; Sr. Flavio y Toto de Los Cadillacs en bajo y percusión; Pablo Guadalupe, batería; y [Guillermo] Piccolini ayudaba con la grabación. Después la cantante se fue a Estados Unidos con el disco y lo presentó a un sello, 8-Ball, que le dio bola y editaron un maxi, pero después presentaron quiebra y el álbum quedó encajonado”.
El under electrónico de los 90
“En esa época frecuentábamos todos los mismos lugares porque era todo bastante under. Con Dany [Nijensohn] somos amigos de hace mil años, hacíamos fiestas juntos y después nos abrimos un poco cuando empecé a trabajar. Él estaba en la fiesta que hacían en Club Eros a fines de los 80 con Trincado. En el 94 empecé a trabajar en el Morocco, él estaba los sábados y yo los jueves, así que nos veíamos todo el tiempo.
En esos años también era muy amigo de los Soda y de Flavio Etcheto, que lo conocí en la primera banda que tenía, Resonantes. A los de Frágil [Discos] los conocía a todos, frecuentábamos los mismos lugares, ya que en esa época era todo bastante under. Pasaba música que ellos hacían, pasé a Leandro Fresco, de Gustavo Lamas tenía varios discos, y también pasaba el minimal que a ellos les gustaba”.
Música para atardeceres
“Los DJs no solo ponemos música para bailar. De hecho, en el 94 me contrataron en Punta del Este para musicalizar las cenas en un lugar muy lindo donde se veía la puesta del sol en el mar, porque era como una bahía. En verano, todos los atardeceres pasaba música y, cuando se ponía el sol, cada día ponía un tema ambient diferente. A partir de eso fueron 12 años de atardeceres. Los primeros años pasaba bastante future jazz, acid jazz, trip hop. Después en el 96 tenía un programa en vivo desde ahí que era de drum and bass, pero muy volado, no del pistero”.
Minimal
“Los 2000 fueron años de mucha música linda, muy bailable. El sonido de la electrónica no era tan global: tenías el sonido inglés, el sonido francés, el sonido alemán. Yo en esa época iba mucho a Alemania, incluso toqué, y lo que estaba de moda en todos los clubes era techno, trance o garage house americano. No se escuchaba minimal, nadie conocía el sonido que yo ponía, ni siquiera cuando fui a tocar a Alemania. Venían todos a preguntarme, ¿qué es eso? Es música alemana, les decía”.
La importancia del warm up
“Me gusta hacer de todo. Tengo mucha música y me gusta encontrar la situación ideal para poder ponerla. Mucha de la música que me gusta no es la más pistera o la que suena en el medio de la noche. El warm up es un momento especial donde puedo mostrar esos discos que me encantan y donde podes escuchar un montón de música buenísima sin necesidad de explotar la pista. Es un buen momento para descubrir cosas.
Cuando los residentes de los boliches eran los que tocaban toda la noche, uno hacía su propio warm up: todo el desarrollo de siete horas de trabajo lo hacía un mismo DJ e iba como contando una historia de principio a fin. Ahora el warm up perdió un poco de valor con eso de la figura internacional que viene a tocar y es el protagonista de la noche. Los boliches venden poco al DJ local que toca antes”.

Un sonido propio
“Soy del 58, tengo 67 años. No son muchos los que duran tanto en la escena, siempre va a haber una renovación, una moda. El que es ahora el número uno del mundo no es el mismo que va a ser el año que viene, sí como lo que más vende hoy día tampoco es necesariamente lo que más nos gusta. Pero con mis colegas, no importa si empezaste ayer o si sos Maradona, a todos los trato por igual.
Últimamente estoy tocando bastante y no tengo tanta oportunidad de ir a ver a otros, pero siempre me gusta llegar temprano a escuchar a los que me hacen los warm ups. Aunque nunca fui de fijarme mucho en lo que hacían los demás y eso es algo que también les digo a los chicos que están empezando: que busquen su propio sonido. Vienen DJs y me preguntan, ahora ya shazamean todos los temas. Es normal. Y los que no los encuentran me preguntan por un tema que pasé, les doy toda la info que puedo, pero les digo: hacé tu laburo. Fijate vos qué te gusta. Descubrite”.
Otra forma de ver la vida
“Un artista tiene que tener esa libertad de hacer lo que quiera, de expresarse de la manera que quiera. Pero creo que, como cualquier trabajo, un DJ tiene que ser profesional. Yo creo que la música es importante en la vida de las personas: sin música la vida no sería tan linda, sería bastante peor. La música forma parte de momentos muy especiales en la vida de toda persona. Es importante. Por eso es un trabajo que requiere profesionalismo y responsabilidad, y una de las disciplinas que hay que cumplir es investigar, descubrir, compartir y educar.
Ser DJ es un trabajo de mucha comunicación. Estás dando a conocer algo que quizás hicieron otros, pero depende de vos, de la manera en que lo difundas, que eso crezca y que el artista tenga su reconocimiento. Antes, los DJs eran medio egoístas y no querían que nadie viera qué música estaban poniendo, querían ser los único en ponerlo. Eso todavía existe un poco, pero yo siempre propuse todo lo contrario y me ha ido bien de esa manera. Nunca me sentí perjudicado porque otros descubrieran algo que a mí me gustaba. Al contrario: si lo que a mí me gusta crece y le gusta a más gente, para mí mejor. Es la manera de hacer crecer tu forma de ver la vida”.