No vamos a comenzar metiéndonos en terrenos pantanosos. Cristóbal Briceño ya tiene mucha polémica encima en comparación a la poca fanfarria que se le ha dado por El hombre puede (2016, Quemasucabeza), flamante disco que lanzó recientemente junto a su banda Ases Falsos.
Producida por el también integrante de la banda Martín del Real y estrenando a su nuevo baterista Daniel de la Fuente, la tercer entrega de Ases Falsos goza de una producción sobresaliente y de una potencia que destaca entre los trabajos de estudio del quinteto santiaguino: “En cuanto a la batería, creo que encontramos a nuestro hombre. Daniel enganchó inmediatamente con nuestras obsesiones musicales y se comprometió mucho con las canciones. Tiene la soltura que siempre buscamos y nada más trabajamos en tonificarlo, en fortalecerlo atléticamente, la batería es un instrumento muy demandante a nivel físico” comenta Briceño en entrevista con Indie Hoy, y agrega: “la producción musical, a cargo de Martín, fue otro acierto. Martín es un hombre conservador, al menos sónicamente, y creo que logró que el disco sonara a clásico. El equipo ya se conoce bien, músicos y técnicos nos queremos y nos cuidamos.”
Otra de las novedades técnicas que trae consigo El hombre puede es su búsqueda por obtener un sonido nítido y de calidad a través de la grabación en cinta, medio que usan por primera vez en un disco:
“La cinta logra una definición mucho más alta, más fiel que el proceso 100% digital. En ese sentido, no es un ejercicio revisionista o vintage, como algunos medios han querido ver. Por el contrario, es aumentar la nitidez, el peso, para que la experiencia auditiva sea más real. Creo que se consiguió, si bien nosotros queremos creer que fue la preparación para un siguiente disco con el que intentaremos tocar el cielo”.
Los múltiples proyectos musicales del líder de la banda respaldada por el reconocido sello independiente Quemasucabeza hablan de su infinita pasión por lo que hace. Contando el disco Fuera de mi vista de Los Mil Jinetes que se espera esté listo a fines de diciembre de este año, Briceño habrá estrenado cuatro discos en éste 2016: Cuerpo a Cuerpo, trabajo en solitario; Una Hora de Cristóbal Briceño y La Estrella Solitaria; y El hombre puede de Ases Falsos. Sin dar demasiadas pausas a su sed creativa, Cristóbal también espera lanzar el próximo año el nuevo trabajo de Las Chaquetas Amarillas, otro de sus proyectos paralelos: “Absolutamente todo me inspira para hacer música, esa es la aburrida verdad. Pero muchas veces es escuchando música cuando me dan más ganas de participar y de hacer sentir a alguien algo tan lindo como lo que siento frente a mi radio”, dice y luego trata de rememorar cómo y cuándo comenzó su amor por su actual trabajo: “Ya no recuerdo bien por qué empecé, algo habrá tenido que ver la atención femenina y el deseo ferviente de no trabajar. Por suerte debajo de esos caprichos yacía un amor por la canción, me refiero al formato, que se ha mantenido y robustecido con los años. Humildemente, siento que es un amor correspondido, aunque la canción no sea tan fiel conmigo como lo soy yo con ella. Pero no soy celoso.”
Con un último año marcado por polémicas extra-musicales, lo que muchas veces gusta y disgusta del compositor, vocalista y guitarrista de Ases Falsos es la dura sinceridad con la que se planta. Acostumbrados hoy a una sociedad que apunta con el cyber-dedo a todo aquel que no comulgue con la opinion trending topic del momento, nos olvidamos a veces cuán necesarios para nuestra fauna son los artistas con carácter, con opiniones fuertes que a veces pueden ser disidentes e incómodas para ciertos sectores pero que muchas veces –si las aprovechamos, si ahondamos en ellas- pueden tener el valor de enriquecer la discusión y ayudar a sacar algo en limpio. Quizá olvidamos profundizar en las personas y no en los meros personajes “recipientes de ira” que nos dan en bandeja ciertos medios de comunicación. Nos olvidamos que el enemigo es otro. Respecto a su experiencia personal, Briceño admite la mayor visibilidad que le ha dado a Ases Falsos el ir y venir de dichos acerca de él en la prensa de su país, pero al mismo tiempo lamenta el poco nivel que han tenido aquellas apariciones y lo vulgar del periodismo hecho en los tiempos que corren: “Evidentemente la banda se hace más popular, las polémicas hacen que más gente escuche la banda y muchos se enganchan porque les gusta lo que oyen, si tan malos no somos. También supongo que mucha gente nos abandona escandalizada por algún titular, pero creo que eso está bien, es un filtro muy sano de selección natural. No somos monedita de oro y al final uno se va quedando con los oyentes compatibles, que no quiere decir complacientes, lo que facilita una mejor relación amorosa entre canción y oyente, que al final de eso se trata. Es una pena, eso sí, el bajo nivel de las polémicas. A mí me encanta discutir, pero así no dan muchas ganas” sostiene el también cantante de Los Mil Jinetes, para luego agregar: “El periodismo padece, cuando menos, tres enfermedades: la primera es el apetito desmedido por el click, ¿cierto? Hoy el periodista está demasiado consciente de la reacción inmediata de la masa y se guía por ella, en otras palabras, un ciego guía a otro ciego y juntos caen a un pozo. Segundo, al periodista promedio le cuesta mucho entender cualquier sutileza, tiene su mente y su corazón divididos en secciones tan grotescas como las de un periódico, lleno de frases efectistas como las de un periódico y, para rematar, atiborrado de anuncios comerciales, como un periódico. El periodista, como la mayoría de la gente, ya no tiene tiempo para ver, para oír o para leer serenamente. Todo es Twitter, Whatsapp, Instagram, todo lo que come es inmediato y desnutrido. No tiene interés por generar un sólo pensamiento original pero sí por adherir a las causas más gritonas. No se relaciona con la naturaleza, factor importantísimo y subestimado. No busca la consistencia. Aspira a trabajar en medios cuyos dueños son los malditos más malditos del país. En fin. Y el tercer punto, acaso el más profundo, es que el periodista ha perdido la curiosidad. Infinidad de veces me encuentro frente a un entrevistador a quién realmente no le interesa preguntarme nada, que está ahí porque su editor se lo ordenó. Y el editor lo mandó porque sí, porque es una banda de moda. Pero el periodista en realidad no quiere saber nada, no quiere discutir nada de verdad. Entonces se pone a repetir como loro lo que ha oído o leído por ahí, para completar el trámite. Es muy tedioso. Yo intento trabajar en conjunto con el periodista, pues entiendo que ambos somos parte del circo. Yo necesito promocionar el disco, él necesita hacer noticias. Y lo del circo no lo digo despectivamente, me encanta un circo cuando está bien armado. Por ejemplo, cuando dicen que el parlamento es un circo, yo disiento: un circo es un espacio de amor, de disciplina, de esfuerzo y de coordinación. En este país es muy difícil levantar un circo de verdad, que estimule a grandes y chicos, que sorprenda, que haga magia. Yo gustoso de hacer mi modesto papel de payaso, pero el periodismo no da el ancho. La opinión pública, gestada por medios y comentaristas de internet en conjunto, es de una debilidad lastimosa que rompe el corazón. Esta sociedad se ha lobotomizado a sí misma. Y el periodismo, noble oficio que tanto podría influir en el fortalecimiento nacional, no escribe nunca por amor. Nunca. Hace la pega porque hay que hacerla y después al depa a ver una serie en Netflix, que mañana es otro día. No siente amor por la gracia, por el detalle delicado, por la idea sutil. Todo tiene que ser estereotipado, tosco, imbécil, pintado a brocha gorda. Porque el periodismo, y con esto termino, no escribe con amor sino con miedo. Miedo a no obtener clicks, no obtener suficientes “me gusta”, suficientes comentarios, o sea miedo a ser impopular y miedo a perder la pega. Y si en la pasada tiene que hacer el papel del escolar que sujeta al más chico para que el más grande le pegue, bueno, lo hace, pega [trabajo] es pega. Y lo peor de todo es que creo que el periodista no es culpable, porque no es la malicia lo que lo empuja, sino la inocente estupidez”, sentencia.
Luego de varias fechas en Chile para promocionar su más reciente material, Ases Falsos llega a La Plata, Rosario y Buenos Aires para hacer sonar en éste lado de la cordillera los diez tracks con los que cuenta El hombre puede y repasar parte de su contundente historia cancionística. Briceño, respecto a su show y a la música argentina que lo ha acompañado en su vida comenta: “Por motivos presupuestario no viajamos con nuestro admirado sonidista Kili González, pero estoy seguro que nos las vamos a arreglar, Michel Mora mediante, para sonar espectacular. Que de eso se trata, de dar espectáculo. Ustedes vayan con confianza. En cuanto a la música argentina, tengo un panteón entero de héroes trasandinos como Charly García, Atahualpa Yupanqui, Litto Nebbia o Quique Villanueva. Y también extramusicales, que han influido en mi formación, como don Jorge Luis Borges o Quino, aunque estos dos sean infinitamente más musicales que la mayoría de los músicos del planeta”.