El taxi se desliza como si estuviera flotando por la ciudad vacía en Semana Santa. El barrio de Constitución parece detenido en la siesta de un falso domingo, o el momento previo de una gran tormenta. El auto se detiene frente a una puerta grande y negra, justo antes de un contenedor rebalsado de basura. Tocamos el timbre con Dafna, la fotógrafa, y entramos a otra dimensión: un pasillo largo con cuadros de Bob Dylan, los Beatles y cientos de muñecos de Star Wars. Juan Román Diosque sale de una sala y nos chocamos en el pasillo, está envuelto en un pañuelo violeta: “llegaron justo, estamos grabando con Molli”.
No entiendo a qué se refiere y me quedo con Damián Cubilla (guitarrista) y Peta Berardi (tecladista) que charlan y tocan la guitarra, debajo de una escalera. Entrá, me dicen, es ahí. Empujo una puerta pesada y aparezco detrás de los controles donde está Jean Deon de un lado y del otro Diosque con Molly Nilsson.
Están grabando “Viéndolo“, un tema que Los Twist grabaron en 1985 para su disco La Máquina del Tiempo. Es una canción perfecta para ellos, la voz robusta y grave de Molly suena en los versos que cantó Daniel Melingo originariamente y Diosque hace los de Hilda Lizarazu, en un diálogo místico sobre el más allá.
Molly, de polera blanca de mangas cortas, los labios rojos y su pelo plateado, como una Storm de X-Men pero blanca y sueca, dice, “no quiero escucharme, sólo la pista por favor”, en un castellano perfecto. Jean Deon, productor de Constante, ex Michael Mike, tecladista de la banda, le pide de probar con los yo como “sho” en lugar del “io” que le sale. Ella se ríe, moderada, vuelve a hacerlo perfecto. La misma estrofa en agudo y grave, una y otra vez, hasta que están todos satisfechos y Diosque propone parar, “no quiero tocar mucho más un tema tan bueno”.
“Viéndolo” es parte de un single que Diosque va a lanzar pronto, sólo tiene dos temas, el primero es con Julieta Venegas, canción que grabaron en diciembre pasado. La relación con la mexicana empezó gracias a un tuit donde ella recomendó la escucha de Constante para todos los días de la semana. Diosque le agradeció por mensaje privado y después de un tiempo le pidió si podía mandarle una canción para que la escuchara, ella aceptó y le contestó rápido: ¿Cómo hacemos para grabarla? Justo a la semana venía a Buenos Aires y ahí salió. “Si no era así, probablemente hubiera quedado sólo en un tuit de internet”.
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Es el segundo de cuatro días de grabación. Además del cover con Molly se van a grabar hoy los synthes y las guitarras de la canción “Nudos“. Es, hasta ahora, la más rápida (es decir, bailable) de lo que será el cuarto disco. El técnico de grabación tiene en uno de sus monitores tiras de colores que representan a los instrumentos que ya fueron grabados: la voz en estado de borrador, apenas como una guía, las baterías de Pedro Bulgakov, el bajo de Ben Ochoa y poco más.
Adentro del estudio está Jean Deon con Damián Cubilla para probar y grabar distintas ideas que tienen sobre la guitarra en esa canción. Jean canta lo que se imagina y Damián interpreta con una Rickenbacker original de 12 cuerdas, prueban varias opciones y graban una que le convence a todos. Afuera está Diosque con una criolla, está terminando de componer “Malestar en la canción“, tema que van a empezar a grabar al día siguiente. Rasguea la guitarra, canta para sí mismo, piensa. De lo que ensaya retengo dos frases, las escribo rápido antes de que se vayan y no vuelvan: “dime cómo es que la distancia nos define” y “las palabras se usan para decir lo que dicho está, lo que ya dicho está”. En esa repetición su voz se evapora en una estrofa aguda.
Las canciones (o las proto-canciones) del cuarto disco del tucumano se arman de a poco en las distintas salas del estudio Spector. Entre paredes que muestran la obsesión de alguien desconocido, la luz entra por el techo y se va junto con las horas que parecen cortas, que se comprimen y presionan. Diosque cambia de un momento para el otro, de un día al otro. Su concentración es la de un artista (o un niño), se ríe y se mueve entre el pasillo, la cocina, el estudio, la sala, la guitarra, el pañuelo, las facturas, el whisky, para frenar de manera imperceptible y ensimismarse en la acústica, en su cuaderno, en la timidez.
“Constante lo hicimos Juan y yo en mi casa, con la colaboración de Marcos Orellana (ex Michael Mike, Onda Vaga) que también estará en este”, me dice Jean Deon el tercer día de grabación, mientras preparan la batería para grabar las bases de dos temas más. “Lo hicimos con mis teclados y mis cosas, lo que teníamos ahí. Un poco más experimental que esto porque teníamos las canciones que eran sólo guitarra acústica y voz, como ‘Soy las seis‘, que tuvimos que ‘armarla’ con el universo que creamos juntos, con ese estilo de composición o experimentación. Esta vez tenemos una banda y un estudio, los temas ya los planteamos para que suenen como banda”.
Se suman capas y capas de material que se van armando en la cabeza –y computadora- de Jean Deon y Diosque, ellos tienen la visión global de lo que están haciendo aunque estén trabajando en una parte minúscula del sonido. Y son un equipo con roles muy específicos, como un monstruo de dos cabezas, cuatro manos y un mismo cuerpo. Están ahí operando al mismo tiempo, cada uno moviéndose en un registro de sensibilidad diferente con una visión clara y compartida.
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Si Bote era un disco de ruptura y Constante uno de esperanza, de enamoramiento, ¿dónde estás ahora?
Ahora estoy en una meseta, arriba de todas las cosas. No sé cuánto durará ni me importa. Es parecido a antes y después. Eso es muy bueno, me siento muy bien, lo digo sin tonterías.
Grabaste tres discos sin banda, ahora estás hace dos años tocando con los mismos músicos, ¿cambió tu forma de componer? ¿Pensás en la interpretación grupal a la hora de hacer una canción?
Ojalá en el futuro me pase de componer pensando en cómo van a interpretarlo, sería como una app de lo que me pasa, pero no, voy a lo que tengo que hacer, escribir una buena letra, hacer unos buenos acordes y después ellos hacen cosas buenísimas con lo instrumental. Aparte de ser buenos autores y compositores por su lado, ellos son muy buenos intérpretes, que es una buena particularidad del músico. Es una orquesta.
¿Qué particularidad tienen estas canciones en relación al disco Constante?
Estoy continuando Constante pero yendo hacia otro lugar. Por ejemplo, adentro de una canción estoy cambiando los ritmos, todo puede pasar.
¿Son más bailables?
Es que Constante es un disco lento, es un falso-bailable. A veces lo estamos tocando y paro todo porque muchachos, ¡qué rápido está sonando! Es como algo más fuerte que nosotros, está en la carne. Pero esto es más lento aunque hay más synthes.
¿Chau al sampleo clásico de Diosque?
El sampler era la banda que quería tener, ahora no hay samples porque tengo a los muchachos. Sí hay synthes, que es algo medio nuevo para mí.
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Hasta el tercer día de grabación hay entre cinco y seis canciones grabadas. Juan quiere llevarse 13 para elegir 11 porque lo bueno es corto, según dice. Sin embargo, llegan a grabar 8. Según el calendario, el domingo de Pascuas, último día en el estudio, van a grabar voces y los coros de El Chueco Ferrer.
Lo que suena hasta ahora es, sin dudas, un disco de Diosque pero con una personalidad diferente, una presencia nueva: la banda. En la siesta del tercer día de grabación algunos de los músicos y Jean Deon se encierran en el estudio a escuchar “Nudos“, que dura, en un cálculo rápido, cerca de 9 minutos. Diosque no está, fue a comprar facturas. Lo que se escucha es una canción que bien podría haber entrado en Constante hasta que en el presunto final hace un cambio de ritmo con unos rápidos golpes de bombo y redoblante que te impulsan hacia otro lugar, es como una eyección dentro de la misma canción de un lado al otro del sonido, un peloteo sorpresivo pero natural.
Esa misma fuerza que nace de la dupla batería-bajo es lo nuevo en el registro de Diosque. Las canciones suenan más melódicas, más lentas, sin embargo, siguen siendo experimentales. Todo el material que se grabará en estos cuatro días se usará como materia prima del disco. Todo esto será, en un momento posterior, la base con la que el monstruo de dos cabezas y cuatro manos de Diosque y Jean Deon hará el cuarto disco del tucumano. El resultado final está por escucharse.