El entramado social moderno es complejo, se hace difícil entender la actividad económica en términos de necesidades. Las urgencias también son complejas, y el decreto de necesidad y urgencia que ante el avance intempestivo del COVID-19 instaló una cortina de hierro entre lo esencial y lo no esencial cae por su propio peso en una sociedad que no puede esperar más a la mesiánica vacuna. Dalmiro Aguirre vive de una actividad no esencial: es músico.
El año pasado presentó Pescadores, su primer disco solista bajo el nombre de Delfín. Originalmente, Aguirre había pensado su obra para una banda, con la que llegó a presentarse en vivo en La Tangente a finales de 2019. Pero en este nuevo contexto, tuvo que adaptar sus canciones para una presentación unipersonal por streaming.
“Al principio fue muy de supervivencia -cuenta Delfin-. Es como un mimo, estás en tu casa solo, abrís el celu y ves que del otro lado hay alguien tocando, cantando, cocinando, haciendo una artesanía, poesía, cualquier cosa y decís: ‘Bueno, sigo teniendo fe en la humanidad’. Los vivos que hice fueron muy informales, tipo fogón, yo con la guitarra. La mitad de los temas de mi repertorio actual no están pensados para tocar en plan fogón, porque ya la composición está muy basada en los arreglos que son de una banda bastante virtuosa. No fue súper cómodo, pero estuvo buena la experiencia. Ahora tengo ganas de hacer una live session, una sesión en vivo en un estudio con la banda y tal vez vender los tíckets. Buscarle el lado creativo”.
Buscando el lado positivo a la situación, el artista argentino resalta las oportunidades que trae el streaming como soporte. “Cualquier cosa que sea medio disruptiva y te saque de lo que esperás está buenísimo”, dice, aunque no puede esconder que extraña los espectáculos en vivo en donde sucede “eso impredecible que nunca se sabe, que tiene que ver con el momento”.
En este contexto salió “Mundo“, un single candombero que simboliza una transición porque ya era parte del repertorio de la banda desde la presentación de Pescadores. Por eso, Dalmiro le adjudica una esencia de la vieja presencialidad: “Hay algo, cuando uno graba, que no sé si es estrictamente musical, pero tal vez sí quede impregnado en la música, que es cómo la pasas mientras lo hacés, la experiencia. Ahora que van pasando los años me di cuenta de que es clave. Quedan los recuerdos de las personas que estuvieron ahí. De eso se trata la vida, de las experiencias”.
“Mundo” es la nueva cosa vieja, la vieja presencialidad que añoramos, que ahora es y no es al mismo tiempo. Después del play escuchamos un caos instrumental, pero como después de toda tormenta llega la calma, una milésima de silencio ampara la creación y entonces explota el comienzo. El bajo groovero de Martín Varela rompe el silencio y le sigue una banda que con memoria muscular funciona como uno. No es casualidad que las primeras palabras que escuchamos sean “estoy muriendo”. En un mundo que se apaga, en un vacío que permite, Delfín silba en el silencio.
El lanzamiento salió acompañado de un video realizado por Bárbara Tazelaar, también responsable del arte de Pescadores. “El mundo es visual -dice Delfín-, y no está mal que lo sea, aunque no toda música necesite un video. Hay canciones que apuntan tan profundo que no necesitan nada más que solo la música. Pero después hay un montón de música que creo más instantánea, para despertar una emoción fogosa, de rabia o exaltación y estando en la casa es difícil acceder a ese estado solo con música”.
Mientras toma mate en el estudio de su casa de Palermo, Dalmiro dice que tiene ganas de jugar, algo que siempre lo caracterizó. Riendo pícaro avisa que tiene “bajo la manga un par de cartas más modernas. El arte es un juego y quiero jugar a eso también”. Delfín entiende que el arte se nutre del arte, y allí es donde busca inspiración. Durante el último tiempo estuvo viendo El viaje de Chihiro repetidas veces y de ahí salió una canción. También consulta el I Ching, del que se compró un libro de interpretaciones.
Acá es donde se pone en juego la primera ruptura de este single: un rap, marcando otro tempo para la voz, reflexiona sobre la vida y la muerte. Otra vez vuelven los opuestos a marcar la cancha en el plano de la creación (“Hace tanto frío que yo solo pienso en fuego”). A cada vuelta del estribillo se hace más vieja la cosa nueva. La canción se vuelve mundo, jugando entre géneros para destapar en un candombe furioso. Su voz se confunde cada vez más con la instrumentación para amalgamarse en una melodía que queda en el aire por semanas.
Como no podría ser de otra manera, “Mundo” son dos temas. El single en Spotify cierra con un solo de batería de Joaquín Waiman, mientras que en la versión de YouTube desemboca en unos pasajes de “La cigarra” de María Elena Walsh. La vida y la muerte como péndulos de la creación, y como final, el ave fénix. “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí/Sin embargo estoy aquí, resucitando”.
“Hay una crisis de mensaje hoy. Para mí está clarísimo. El 90% o más de las letras son una basura. Soy radical en eso, re hater. Mucha música urbana que está muy buena la producción, obras maestras del nivel sonoro, pero después la poesía es para compre ya, llame ya. Como 1984, que la música que suena en la radio es música hecha por una computadora que elige las palabras de acuerdo al éxito que puedan tener juntas. Es todo estadístico. Junto estas palabras y va a ser un hit”.
¿Le ves lo artístico a un algoritmo que hace un tema?
Lo artístico tiene que ver con lo sorpresivo. Si es predecible, no sé dónde está el arte. Es más utilitario. El tema es adónde queremos ir. Mi deseo es que la música cada vez sea más profunda. Que la música sea súper variada siempre, pero que no pierda la profundidad, que no se vuelva algo excluyentemente utilitario. Me gusta la vida intervenida por la vida misma, amigarse un poco con el conflicto. Que te presten un libro y esté todo anotado, o que alguien le haya arrancado una hoja, hace a la vida, a la experiencia. Me cabe la sorpresa, me parece que es estimulante.
Cortázar dice que lo fantástico es levantarse, meter los pies en el zapato y que haya una araña.
Tal vez te pica y te querés matar, pero tenés una historia. Tenés algo para contar.