En una noche que se extiende iluminada por destellos coloridos, Películas perdidas de Delfina Campos es un soundtrack de calles pulsantes de la ciudad. Cada canción del nuevo álbum de la cantautora argentina evoca el murmullo de los encuentros fugaces y los susurros de amores perdidos, convirtiendo la urbe en un escenario donde cada esquina guarda una historia, una escena. Las guitarras eléctricas y baterías se entrelazan como corazones palpitantes, creando una atmósfera donde la energía del amor se mezcla con la melancolía de la memoria.
El segundo álbum de Delfina, que incluye colaboraciones con Hilda Lizarazu, El Príncipe Idiota y la participación del letrista Cuino Scornik, es un homenaje al rock nacional que se manifiesta en guiños sutiles y referencias explícitas. Desde baladas melancólicas hasta canciones con estética synthwave, la artista porteña nos invita a reflexionar sobre los absurdos del amor y el sexo con humor e irreverencia, y a celebrar la imperfección y la complejidad de las relaciones sentimentales con dulzura frenética.
El disparador del disco apareció cuando Delfina recuperó las notas de voz en su celular y sintió como que había encontrado un tesoro escondido. Aquellos sonidos, capturados en momentos de inspiración espontánea, eran para ella esbozos de obras futuras. La posibilidad de volver a escuchar esas piezas perdidas la impulsó a explorar nuevas dimensiones creativas, a redescubrir su propio lenguaje artístico.
“Creo que la fluidez en la producción es un reflejo de mí misma -cuenta en conversación con Indie Hoy sobre el proceso que culminó en tan solo cuatro meses-. Las variables externas se ordenan en función de uno, porque uno es quien orquesta todo lo que está pasando. Cuando tenés claridad, lo que sucede a tu alrededor es consecuencia de eso”.
Delfina se encuentra en la antesala de su presentación en Niceto Club, experimentando una montaña rusa emocional por la cantidad de detalles a coordinar. Desde la dirección de la banda hasta las visuales, ella decide estar en todo. Spoiler alert: aunque en un principio planeaba tocar Películas perdidas de principio a fin, decidió abrir el setlist para equilibrar la dinámica del show, mezclando canciones nuevas y viejas, en un repertorio que incluirá alrededor de 23 canciones.
¿Cómo nace esa relación con el cine para llamar Películas perdidas a tu nuevo álbum? ¿Te considerás cinéfila?
Me gustan mucho las películas, aunque, viste cómo es el mundo del cine… es un universo muy snob. No me considero una experta ni mucho menos, pero sí soy muy curiosa. Me encanta ver películas de directores distintos. No puedo decir que soy una conocedora, pero disfruto mucho explorar diferentes estilos y propuestas. En el último tiempo me metí bastante en el cine de Werner Herzog, por ejemplo, y me fascinó. Pero también disfruto de otros directores como Gaspar Noé o Pedro Almodóvar. Me gusta el equilibrio, explorar distintas miradas. También soy muy de meterme en Mubi y ahí descubrí varios directores escandinavos, el cine nórdico me parece fascinante. Además, tengo un ritual muy especial con mi abuela, somos muy cercanas y nos juntamos a ver películas. Ella tiene todo listo cuando llego, hacemos una especie de “cine en casa”, comemos algo rico y vemos una peli. Después, charlamos sobre lo que nos pareció. Es un momento que valoro muchísimo, compartimos no solo la película sino la experiencia entera.
Y en cuánto al aspecto más conceptual del título, ¿qué nos podés contar?
Primero hace referencia a una de las canciones del disco, que habla sobre una relación personal que atravesé mientras grababa, una relación que marcó mucho el proceso de creación. También, mucha gente me ha dicho que mi música tiene una cualidad audiovisual, como si fuese cinematográfica, y eso me encanta, aunque no lo hago a propósito. Me gusta la música que tiene esa cualidad, así que el título es un guiño a eso. Además, siento que las canciones del disco pueden verse como escenas de una película, o incluso como películas en sí mismas. También está la idea de que Películas perdidas puede referirse a recuerdos o relaciones que quedaron en el pasado. Es un título abierto a la interpretación. Y, en cuanto al proceso de creación, hubo un día en el que revisé mis notas de voz, gracias al almacenamiento en la nube, y rescaté varias ideas de hace años que todavía me gustaban y nunca había grabado. Si después de cinco años seguían resonando en mí, era porque valían la pena.
Queda claro lo de “películas”, pero ¿por qué “perdidas”?
Me encontré con audios viejos donde, por ejemplo, yo estaba susurrando una melodía que en su momento me parecía brillante, y ahora los escucho y pienso: ¿qué es esto? Pero, aun así, el proceso de rescatar esos audios fue muy interesante. Me hice un picnic con esas ideas viejas y encontré cosas muy buenas. Por ejemplo, “Escape” es una de esas melodías que tenía perdida en un audio, lo mismo con “Fumando en el sofá” y “Balada para el fin del mundo“. Son ideas que estaban guardadas y me encanta haberlas rescatado.
“Balada para el fin del mundo” fue la primera canción que publicaste del disco. Ahora que ya pasó un año desde su salida, ¿cómo la escuchás en retrospectiva?
Creo que nunca sabés qué va a pasar con la recepción de una canción. Me ha pasado sacar canciones que amo y que por ahí no pasa mucho, y otras que me gustan menos y terminan siendo re copadas. Con “Balada” fue especial porque es una canción que me encanta y que compuse hace varios años, pero nunca había sacado. Fue la primera que produje para el disco y eso marcó mi decisión de trabajar con Percii en la producción de varias canciones. Cuando le mostré “Balada”, la entendió de inmediato y planteó algo que me encantó. Ya sabía cómo quería sentir el disco en el cuerpo, era una búsqueda más sensorial que intelectual. No usé referencias ni nada, solo sabía qué tipo de energía quería, y esa fue mi premisa desde el principio.
Es una canción muy cinematográfica…
En mi cabeza, es como una escena de una película. Perfectamente podría ser una canción de cuna durante el Apocalipsis, donde dos seres queridos se refugian el uno en el otro mientras el mundo se cae abajo. El instrumental tiene un cambio rítmico que surgió naturalmente durante la composición, y quisimos agregar un efecto al redoblante que remita a un bombardeo, evocando ese caos exterior. La letra habla de sirenas y del deseo de que dejen de sonar, como en “voy a apagar las alarmas, voy a quedarme dormida”, haciendo referencia a esa sensación de querer escapar del ruido del mundo.
Mencionaste que este disco “se tomó menos en serio” en comparación con su antecesor, Cómo bailan los demás (2022). ¿A qué te referías con eso?
Me refería a que este disco es menos solemne, fluyó muchísimo. No estuve neurótica con la producción y eso también tiene que ver con tener un buen equipo creativo. Se genera una confianza que retroalimenta todo, porque confiás en las decisiones y en el criterio del otro. A diferencia de trabajos anteriores, donde me frenaba y cuestionaba mucho el sonido que quería para cada canción, este fue un proceso más libre. En el disco pasado, que trabajé con Matías Cella, fue un período de búsqueda y experimentación más intrincada. Era un disco más pesado, pandémico, y se trató de explorar géneros que no eran cercanos a mí. En cambio, este fue mucho más hacia adelante y tuvo otra energía.
La noche y la ciudad alimentan fuertemente la narrativa del disco, ¿qué otros motivos ayudaron a construir esta atmósfera?
La noche, la ciudad y el amor están muy presentes, y lo loco es que hay cosas que toman forma de una manera casi mágica. De repente, se genera una coherencia que me recuerda a lo que dijo Björk en un podcast sobre su proceso creativo. Ella menciona que empieza a escribir sobre su vida y la coherencia aparece después. Es fascinante cómo eso sucede, especialmente en un disco con canciones que fueron escritas en diferentes momentos de mi vida, pero que, sin embargo, logran coexistir y formar una narrativa temática y sonora coherente.
¿Cuántos años hay entre las diferentes canciones que componen el disco?
“Balada para el fin del mundo” la escribí hace cinco años, literalmente, “Fumando en el sofá” es una de las primeras canciones que compuse desde cero con otras personas, específicamente con Juana Aguirre, Hipnótica y Nicolás Landa. Sin embargo, “Malas decisiones” la compuse ahora en enero, mientras que “Películas perdidas” también es reciente. La canción “Amor de plástico” la escribí el año pasado, como también compuse “500 años luz”, así que hay una mezcla de tiempos en mi proceso creativo.
¿Cómo surgió la colaboración con El Príncipe Idiota en “500 años luz”?
Lo escribí en el verano y es curioso, porque había estado escuchando el último disco de The Smile. No sé bien qué pasó, pero después de escucharlo, me senté a escribir y salió este tema. Algo me inspiró y me encantó, aunque sentía que era muy folk y no sabía si encajaba en el universo del disco que era más pop rock. Con Mariano [Di Césare] siempre habíamos hablado de colaborar, lo admiro un montón y él también tiene ganas de hacer algo juntos. Así que le mandé esta idea que intuía que le iba a gustar. La letra me parecía buena, pero le dije que no sabía qué hacer. Mariano me respondió que lo hagamos y después vemos, incluso podríamos sacarlo como single. Al final, terminamos incluyéndolo como el último tema del disco, lo cual me parece genial, porque aborda cuestiones más existenciales. Está bueno que el cierre del disco sea así. En el disco anterior hice algo similar con “El astronauta“, que también lo puse al final. Me parece que es un tema que tiene un toque filosófico o espiritual, por las preguntas que plantea.
¿Y qué significó para vos colaborar con Hilda Lizarazu?
Una particularidad de este disco es que incluye varios guiños al rock argentino y a la música en general de Argentina, con referencias en las letras y elementos musicales; son pequeñas cositas que aparecieron de manera natural. A veces se convirtió en un juego, por ejemplo, en “Películas perdidas”, donde digo “estoy parada en medio de la vida”, que es una referencia a una canción de Serú Girán. También hay un momento en que digo “y vos esperando el milagro”, un guiño a Las Pelotas. La participación de Hilda le agrega un toque especial, especialmente con la figura de Cuino Scornik, un letrista increíble que estuvo involucrado en la música desde la composición de “Mil horas“. Cuino me dijo que la iba a invitar. Le advertí que no jugara con mis sentimientos porque me ilusionaba. Al final, se encargó de toda la gestión. Hilda es increíble, me dijo que fue al estudio pensando en una armonía que no quería olvidar y cuando me la mostró, me encantó. Sus armonías vocales son tremendas, es una genia total.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar con otros productores en los remixes de Cómo bailan los demás (Lado B)?
Eso fue lo más. Me cayó la ficha un día y me mandé. Como el disco se llama Cómo bailan los demás, pensé que sería genial hacerle un guiño. Así que escribí a mis amigos cercanos y les dije: “Yo te doy los stems y tenés libertad creativa total. Lo único que te pido es que sea relativamente electrónico y bailable”. Además, me gusta la idea de la apropiación; de hecho, el arte de las tapas también juega con ese concepto de lo meta, como mi imagen proyectada en diferentes lugares, manipulada. Fue muy divertido y me encantó el concepto. Una vez más, apagué mi cabeza y me dejé llevar.
Delfina Campos se presenta este viernes 27 de septiembre a las 20 h en Niceto Club (Cnel. Niceto Vega 5510, CABA). Entradas disponibles a través de Passline con 20% de descuento para socios de la Comunidad Indie Hoy. Escuchá Películas perdidas en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).