“Si no querés que los artistas se ganen la vida, entonces no querés arte en tu sociedad. Y si no querés arte en tu sociedad, lo lamento, pero sos un fascista”. Harto de que cada vez alcance para menos y encima le digan que “se lo buscó” por querer dedicarse al arte, el guitarrista Andrew Bailey develó algo del impulso detrás de Frog in Boiling Water, el más reciente disco de DIIV.
Ya desde Oshin (2012), la banda que el cantante y guitarrista Zachary Cole Smith nombró en honor a una canción de Nirvana supo patear el tablero refrescando la escena independiente con su shoegaze y dream pop. Más de diez años después (y con muchos altibajos), Smith, junto a Andrew Bailey, Colin Caulfield y Ben Newman, volvieron a honrar a la banda que les dio su nombre con su disco más político hasta el momento.
“La sociedad está perdiendo su capacidad de abastecer a la población, a todos. Y las esferas dominantes parecen querer jugarla callada, como si pudieran escabullirse por la noche con todos los recursos, convenciéndonos de que es la mejor opción -postula Bailey en conversación con Indie Hoy-. Es casi como si nos hicieran gaslighting, porque cuando vienen los problemas, su respuesta es que nosotros somos unos vagos que tienen que trabajar más. Y el problema, en realidad, es la transferencia masiva de riqueza que tiene lugar en los últimos 50 años, y especialmente en el último par de años”.
En Frog in Boiling Water, publicado en mayo de este año, las velocidades del grunge, los movimientos brillantes de su historial guitarrero y la ineludible comprensión de que estamos al borde del colapso –esta vez colectivo– se confabulan para dar con un disco tan atractivo como devastador. ¿Qué importa el estilo, la corriente o la etiqueta musical? Ahogando la desilusión con reverb, DIIV logró hilar el desamparo individual con el social, lo teórico y lo íntimo.
La tendencia a la concentración de riqueza ya era lo suficientemente pronunciada, pero la pandemia empeoró las cosas y la música fue una de las industrias en donde más se notó. “Muchos escenarios independientes cerraron o fueron comprados por compañías más grandes, y muchos sellos chicos dejaron de operar -reflexiona el baterista Ben Newman-. Sí fue interesante ver cómo hacía la gente para reconstruir a partir de eso de maneras nuevas y creativas, pero llevó algunos años. Por un momento ni siquiera estaba claro si sería posible tener una industria musical de nuevo. Solo empeoró un poco para todos, excepto para los que ya tenían mucho. Y eso también pasó en la industria de la música”.
“Es una especie de microcosmos en donde se ve la riqueza que se filtra hacia arriba a expensas de la gente de abajo -concuerda el frontman Zachary Cole Smith-. En Spotify, por ejemplo, los accionistas ganan muchísimo a costa del trabajo de los artistas”.
Si el título “rana en agua hirviendo” te llama la atención, no serías el primero. Se remonta a una novela filosófica titulada The Story of B, del escritor estadounidense Daniel Quinn, donde su enigmático protagonista propone una forma de vida en armonía con el ecosistema y todo lo que lo habita, criticando el consumismo desenfrenado y la alienación del ser humano respecto de su entorno. Un fragmento del libro explica que si tiraras una rana en una olla de agua hirviendo, intentaría escapar frenéticamente; en cambio, al introducirla en una olla de agua tibia sobre un fuego bajo, la rana se sumiría en un tranquilo sopor y se dejaría hervir sin resistencia, muriendo con una sonrisa en la cara.
“El libro fue bastante importante para mí cuando era más chico -cuenta Bailey-. Es sobre cómo los humanos, con la agricultura, se alejaron del ecosistema de la tierra y, como resultado, la están matando”. El aporte más relevante del libro es el paralelismo que los neoyorkinos hicieron entre la rana que se entrega plácidamente a su propia destrucción y las brutales realidades que normalizamos en el capitalismo tardío. “El álbum es más o menos una colección de instantáneas desde diversos ángulos de nuestra condición moderna, que creemos que pone en relieve cómo es este colapso y, más concretamente, cómo se siente”, cuenta la banda.
“Fuimos dando pasitos en el camino hacia una música más política -agrega Cole-. Fue difícil porque no teníamos muchos ejemplos a seguir. Si bien era fácil saber todo lo que teníamos que evitar, no sabíamos cuáles eran las cosas que sí eran importantes para que salga bien. Tuvimos que probar e ir descubriendo, pero definitivamente este es el tipo de música que nos interesa hacer”.
“In Amber” da inicio a este LP con una fuerte apuesta por el contraste entre la potencia de las guitarras y una melodía vocal tan remota que parece despreocupada. Pero no tenemos que confundir disociación con apatía.
“El título se refiere a algo como un fósil, como los insectos atrapados en ámbar, algo así como en Jurassic Park -explica Cole-. Surgió por esta idea de que cada generación siente que es el punto cúlmine de la humanidad, que toda la historia llevó hasta ellos. Si estás en el ápice, también estás en el fin de la historia. Es una visión realmente narcisista que define a los multimillonarios que quieren construir una colonia en Marte, o un búnker bajo tierra, o lo que sea. Quieren extraer todo hasta el punto de colapso. Ser el fin de la historia implica tácitamente que cuando mueras, el mundo también se muere”.
En 2021, la banda firmó una carta abierta en contra de que Spotify pudiera monitorear el habla de sus usuarios para mejorar su algoritmo y sus recomendaciones. Cuando publicaron el segundo single de su nuevo disco, “Soul-net”, lo hicieron a través del sitio soul-net.co, una web plagada de mensajes entre crípticos y woke, anunciando cosas como “Ni siquiera sabés todos los pesticidas que le ponen a la fruta que comés. Cada banana que comés en tu vida es genéticamente igual a la que comiste antes. Eso es porque el capitalismo es una máquina poderosa, que todos estamos engrasando con nuestro sudor y sangre”.
Lo más similar a una explicación que tienen sobre ese universo digital de conspiraciones, numerología y espiritualidad es que la diversión estuvo en “publicar música de una forma que ignore a las grandes plataformas de streaming, pero que se inspire en la naturaleza distópica de su vómito algorítmico sin alma”.
El video de esta canción es tan intrigante e inaprensible como esa estrategia de lanzamiento. “La canción trata sobre la búsqueda paranoica del significado en la red, y tiene sus raíces en la experiencia temprana de internet -comenta Cole-. Queríamos seguir la estética de estos sitios un poco de secta, pero de manera más retorcida, que sirviera más para capturar la esencia de ese sentimiento que para hablar específicamente de ideas”.
El productor de este disco fue Chris Coady, quien viene de trabajar en varios discos de Beach House, así como en el homónimo de Slowdive y el debut de los Yeah Yeah Yeahs. “Él es muy bueno en su trabajo y tiene un buen lugar para grabar -acota el Ben Newman-. También es muy bueno para entender a las personas. Siento que hizo un esfuerzo por entendernos a cada uno de nosotros como individuos”.
“Cuando trabajás con una banda, ellos quizás tengan una relación establecida que puede abarcar décadas, y el productor tiene que entrar y convertirse esencialmente en un miembro más de la banda -agrega Cole-. Yo creo que nunca podría hacer eso. Chris fue muy atento y cariñoso, le importaba mucho el disco porque, al final, es su trabajo y también va a impactar en su carrera. Llegamos a construir una amistad y una forma de trabajo, y creo que al final de todo, los cuatro de la banda y Chris estamos realmente felices y orgullosos del disco que hicimos”.
El arduo trabajo les valió una gira que incluye paradas en México, Perú, Chile, Argentina, Brasil, y llega hasta Alemania, Suiza y Noruega, entre muchos otros países. La banda no toma por sentado el privilegio de poder concretar una gira de tal magnitud en el panorama musical actual.
“Las formas en que los músicos ganaban plata antes ya no existen. Incluso el tema de las giras se volvió más difícil, porque todo es más caro -señala Ben-. A medida que los gastos aumentan, la cantidad de dinero que podemos traer a casa disminuye. Pero, afortunadamente, todavía podemos hacerlo, y esperamos seguir haciéndolo. Creo que solo hay que ser más creativo buscando soluciones”.
En efecto, DIIV es una banda que trabaja duro y sin descanso. El año pasado, al mismo tiempo que empezaban a salir los primeros singles y se construía la expectativa sobre este cuarto disco, estaban de gira como banda soporte de Depeche Mode.
“Fue un curso intensivo sobre cómo ser una banda en un nivel superior al nuestro, diría que cinco niveles superiores –rememora Bailey–. Aprendí mucho sobre cómo se vería este trabajo si siguiera hasta mis 40, cosa que me había prometido no hacer porque no podía imaginar una versión que no fuera decadente o patética. Y me alegra saber que hay una forma de hacerlo sin odiarme a mí mismo”.
Para Cole, por su parte, fue una experiencia que le cambió la vida. “Se convirtieron en una de mis bandas favoritas de todos los tiempos durante la gira, mientras que nosotros nos convertimos en estudiantes de su música. En cada gira aprendemos, especialmente en las de apoyo. También aprendemos cosas de las bandas que nos apoyan, en términos de actitud, enfoque y entusiasmo. Es importante porque no existe ningún manual”.
Pero el trabajo en los shows en vivo no fue solo cuantitativo, sino también cualitativo. Despabilados y comedidos a esta nueva conciencia social, Cole, Bailey y Newman saben que no solo es difícil para ellos, sino también para su audiencia. “El poder adquisitivo de la gente no aumentó al mismo ritmo que los costos de los shows. La gente no dice ‘ay, qué lindo, voy a gastar esto extra que tengo para ir a ver una banda hoy’. Más bien, están gastando plata que quizás necesitan para comprar comida”, comentan sobre este conflicto de dos caras: no hay recitales sin bandas, pero tampoco sin público.
“Personalmente, eso hace que quiera asegurarme de que todos estén pasando el mejor momento de su vida, incluso como una presión -continúa Newman-. Todos en la banda lo sienten y lo expresan de diferentes maneras. Cole hizo un trabajo muy grande para que el show se sienta como algo más que un recital, y para asegurarse de que la gente se vaya sorprendida, incluso pensando que pagarían el doble por verlo. Fue increíble, y recibimos muchos comentarios que sugieren que lo logramos”.
A pesar de hacerlo todo a pulmón, todavía encuentran la gracia de ser una banda independiente, al menos en uno de los sentidos de la palabra. “La palabra indie o independiente se convirtió en un significante tan vacío que en cada temporada de American Idol aparece un artista ‘indie’ -denuncia Cole-. Para nosotros, se trata de tener un control creativo total. Y estoy agradecido de que seamos capaces de hacer este tipo de álbum extraño con este extraño lanzamiento. Creo que si estuviéramos sometidos a grandes intereses, simplemente nos habrían dicho que no”.
El renovado esfuerzo apunta a optimizar tanto sonido como performance, “haciendo todo lo posible para que esté a otro nivel, mejor que simplemente bien”, explica Cole. “Este es nuestro medio de vida. Queremos que el show sea algo especial. Especialmente las giras, que son una parte tan importante para nuestra subsistencia. Tenemos que demostrar que somos una banda que vale la pena ver en vivo”.
Todo este nuevo trabajo propone una experiencia inmersiva y multimedial. “Si la gente no tiene plata para ir a un show pero se las rebusca de alguna manera, nos lo tomamos en serio. El espectáculo tiene mucho peso. Más vale que sea bueno”, concluye el frontman.
DIIV se presenta el jueves 12 de septiembre a las 19 h en el Complejo C Art Media (Av. Corrientes 6271, CABA) junto a Marchitorial. Entradas disponibles a través de Passline, 25% de descuento para socios de la Comunidad Indie Hoy. Escuchá Frog in Boiling Water en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).