Los sonidos se deslizan con la elegancia propia de la noche. A veces lo hacen en forma inocua, y otras veces no. Como si su música fuera una habitación abierta a toda hora, uno entra y sale de ella según las ganas. De alguna manera —ciertamente paradójica— se cumple el deseo pictórico que alguna vez expresó Brian Eno para su creación musical: que sea estática como una pintura y que lo que se modifique sea la persona al escuchar.
La música de Entidad Animada está presta al contexto que le tiren por la cabeza, y sin poner el foco en estribillos ni salidas rápidas para el oído apurado, logra ser accesible. A fuerza de teclados y guitarras que coquetean con el espacio exterior tanto como con el fondo del océano, ruidos y capas sonoras que se hacen y deshacen, él continúa alimentando una obra que ya tiene cerca de diez años de recorrido.
Entidad Animada es el proyecto solista de Marcos Díaz que surgió en 2014 como camino paralelo al que venía y viene haciendo junto a Juan Cruz Del Cerro en la banda Bosques y al que también supo construir en la corta vida de Sué Mon Mont a partir de la convocatoria de Rosario Bléfari.
Semanas atrás salió a la luz su último trabajo, al que no entiende como un álbum sino como un beat tape, porque eso es lo que es: un muestrario de beats. Reducción de daños es el segundo beat tape que publica –Memoria y balance fue el primero, publicado en 2019-, y consta de 30 minutos de hip-hop instrumental, electrónica y ambient que construye, a puro sample, un paisaje sonoro por momentos de ensueño futurista y perfumado y, por otros, marcado por la grela y el vapor que se impregnan en la deriva noctámbula por las calles de una ciudad derruida.
Esa facilidad para el desdoblamiento es uno de los fuertes que signan a Entidad Animada y Reducción de daños refrenda esa búsqueda por fuera de la etiqueta. “Yo creo que hay discos que se pueden circunscribir a géneros, pero no el proyecto en su totalidad -reflexiona Marcos en conversación con Indie Hoy-. El proyecto en sí es muy libre y surge de mi pura inquietud de descubrir música haciendo más música“.
¿Qué es lo que lleva al camino de un músico en un banda a bifurcarse en uno solista? Los hechos marcan que Entidad Animada nació años atrás en Mar del Plata, a partir de una invitación por parte de la gente de Pistilo Records. Bosques iba a tocar e Isaac Saad Balado, cabeza del sello marplatense, le sugirió que armara un set la noche anterior a la presentación de la banda. Más que el disparador real de algo, ese tipo de invitaciones suelen ser más bien el golpe en la espalda que te obliga a juntar coraje.
Marcos había empezado a detectar una suerte de rebalsado de producción musical. “Comencé a apilar una serie de música que, en algunos casos ya desde su creación, era evidente que no era para Bosques -cuenta-. En esos momentos había empezado a escuchar bandas de otros géneros más volcados al indie como Alex G, Deerhunter, Beach Fossils, esa nueva camada. A Yo La Tengo y Pavement ya los venía escuchando desde antes. Venía escuchando hace dos semanas lo último de Beach Fossils sin parar, y llegaba a casa y me ponía hacer un tema de ese estilo”.
Por aquel entonces, Juan Cruz y Marcos vivían en una casa en La Boca. El deseo de aumentar la frecuencia en las juntadas para tocar los había llevado a tomar la decisión de irse a vivir juntos. “Qué mejor que convivir en un mismo espacio y, una vez que se cortan las obligaciones diarias, ya tener todo armado para tocar -recuerda-. Y así sucedió. La Boca nos ofrecía esto de estar medio alejados de la ciudad y alquilar una casa un poco más grande a un menor costo. Cada uno tenía su cuarto, también teníamos un comedor, y además teníamos otro cuarto grande donde teníamos armada la sala preparada para grabar con micrófonos, amplificadores, compu y demás cuestiones”.
El hecho de todo al alcance de la mano abrió un catálogo de posibilidades de grabación hasta entonces desconocido, “y sobre todo de caudal de material”, subraya Marcos. “Durante un año y medio o dos, literalmente lo único que hacía era volver del trabajo y encerrarme ahí a grabar, con Juan Cruz o solo”.
Ese proceso de grabación, Marcos siempre lo entendió como uno de experimentación. Lejos de considerarse un nerd del instrumento, la curva de aprendizaje en su proceso creativo se da por tramos. Nada lo apura, no solo porque no haya mucha razón para correr, sino porque también encuentra cierto encanto en el hecho de que el producto final sea resultado de la cadencia propia, que el descubrimiento de la tecnología vaya de la mano de lo que dicte su curiosidad y sus tiempos.
Cada instrumento o tecnología que pueda ir consiguiendo habilita una mayor calidad del material. No obstante, hay un escollo obvio que radica en los costos que implica comprar esa tecnología. “Hay un norte, pero siempre voy un par de pasos atrás. Ahora me estoy comprando lo que quería hace cuatro años”, dice. En el caso de Reducción de daños, pudo hacerse con el sampler Roland SP 404A, instrumento que le trajo Toni, amigo que tocaba batería en Bosques, tras un viaje a México.
Una foto del presente encontraría al beat y el sampleo como principales insumos en su creación, sin embargo, mañana puede agarrar la guitarra o el teclado. Ya lo ha hecho y nada indica que no lo volverá a hacer. O, quizás, puede simplemente partir del deseo de alcanzar una atmósfera particular, una sensación de confort y, desde esa premisa, determinar qué instrumentación o equipos contribuirían a esa búsqueda. En pocas palabras, el proceso creativo depende de cada lanzamiento.
“El año pasado, por ejemplo, saqué un disco que se llama Sonido velado, el cual es otro estilo incluso. Hay banda. Hay batería, bajo, guitarras, voces. Hay canciones con estribillos y estrofas”, cuenta Marcos. Para la presentación en vivo, decidió armar una banda por primera vez en torno al proyecto solista de modo de darle continuidad a la lógica según la cual había craneado ese álbum. En contraste, dentro de su catálogo también están la sesión en vivo Copia oculta (2023) o el disco de ambient puro Ensayo pulso nocturno (2021), que publicó durante la pandemia. “No hay beats, son sonidos apareciendo y desapareciendo”, sintetiza.
Los instrumentos pasan, van y vienen, pero la pulsión de la experimentación es lo que queda. Aunque no es la única constante en su carrera: el trabajo conjunto con el sello Fuego Amigo Discos es otro de los rasgos que hoy hacen a su obra.
“Con Fuego Amigo Discos nos conocemos desde hace muchos años, creo que en 2012. En una fecha que organizaron en el estudio de Pablo Acosta, que en ese momento tenía un proyecto propio que devino en banda y se llamaba Los Días. En su casa recibió a la gente y tocaron Los Días, Guazuncho, Gustavo Monsalvo [Niño Elefante] y Bosques”. Esa fue la primera fecha en que hicieron algo juntos y en la que los conoció. Después de eso, el siguiente disco de Bosques lo editó Fuego Amigo, y el resto es historia y presente.
Marcos describe el vínculo con Fuego Amigo Discos como una amistad, al margen del acompañamiento —como parte del cual destaca la edición en físico de sus producciones— que le ofrecen como sello. “Es complicado separar el lado artístico del lado amistoso —dice—, porque somos amigos desde hace muchos años y compartimos muchísimos viajes, fechas y no fechas, encuentros musicales y cenas“.
Habla de una “fe ciega” que tienen para con su música y sus producciones. “No necesitan escuchar el disco para ver si sale o no -cuenta-. Si tengo una propuesta que se me ocurre, la logran. Y si quiero tocar, le digo ‘che, Fer [Graneros], quiero hacer un set de noise abrumador en que la gente se vaya’, y me dice ‘dale, te consigo el lugar y lo hacemos’. Es difícil conseguir trabajar con alguien que tenga confianza y empuje en lo que uno hace. El vamos para delante todo el tiempo era mucho de Mariano [De Los Ríos], uno de los fundadores del sello. No importa con qué, a darlo todo, siempre. Era una especie de lema. El sello es puro corazón. ‘Sí, producimos tu disco y le hacemos unas copias físicas, pero además somos amigos. Y si hay otra banda, venite y te la presento’. Y eso es totalmente desinteresado porque no es que ellos van a conseguir un rédito de eso”.
Ese “puro corazón” abona una noción de autogestión que se entiende como una “tribu abierta”, la cual hoy en día no solo sigue estando presente en la escena independiente, sino que dentro de ella el corazón del asunto continúa funcionando del mismo modo. “No veo que haya amainado la autogestión -opina Marcos-. Sigue habiendo muchas fechas hechas por la generación más nueva. Son fechas que hace gente joven y está todo hecho a pulmón, y si falta un ampli, llaman a un amigo que vive a la vuelta y lo alcanza. Eso yo lo veo”.
Producto de esta concepción de tribu abierta, Marcos también le agradece a Fuego Amigo la posibilidad de haber conocido a artistas como Pablo Reche, Iñaki Zubieta (Guazuncho) y Federico Durand, entre otros. Quizás no estrictamente gracias a la gente de Fuego Amigo pero sí a esa semilla de conexión abierta con otros artistas que tanto sembró, Marcos supo ser parte de Sué Mon Mont, aquel súper grupo que conformó junto a Tifa Corley, Gustavo Monsalvo y Rosario Bléfari como alma mater.
El aprendizaje que le dejó aquella experiencia fue tanto profesional, humano como artístico. “Por empezar, me convocó Rosario Bléfari, o sea que la vara ya estaba altísima -recuerda-. Trabajar junto con ella, conocer su casa, a su familia… era una entrega total por el arte, era una especie de artista total”.
Además de las personas y los proyectos, hay otra influencia innegable en la identidad maleable de Entidad Animada. Marcos se sabe un melómano y da la sensación de que, si acaso se libra una disyuntiva en su cabeza, esa sería entre el tiempo dedicado a hacer música y el tiempo dedicado a escucharla. ¿Hasta qué punto escuchar música no es comenzar a hacerla?
En una escucha activa o medio de soslayo, con otros o en solitario, mientras trabajo o descansa en pantuflas en su sillón, la música lo envuelve todo el día. Sonrisa culpable mediante, reconoce que él es quien gobierna la musicalización en el hogar y le agradece a su pareja por no refunfuñar al pasar de Panda Bear a un jazz sin siquiera consultarle qué tiene ganas de escuchar. Dos discos del guitarrista de jazz Barney Kessel fueron los últimos vinilos que compró.
Le gusta mucho el jazz, indaga, lee al respecto, pero nunca supo tocarlo, confiesa. Frente a esa distancia, agradece que “el sample me permite jugar a tocar otros estilos que con una guitarra no podría“, y hoy puede estar a las puertas de lo que sería su primera aproximación al jazz.
Producto de una colaboración con Jonathan López Barrios, guitarrista de Cabeza de Ruido y amigo de la secundaria, surgió la idea de juntarse a tocar con “una idea de puntapié inicial con bases jazzeras sampleadas”. En el futuro cercano editará una recopilación de grabaciones que trabajaron juntos y que surge de hacer música simplemente para despuntar el vicio. Es un material, anticipa, en el que “hay mucha experimentación sónica en general, yo más desde el lado samplers y teclados, y él más desde el lado guitarrero. En cuanto a sonoridad, toda la música que hay en este disco es nueva para Entidad Animada”.
La revisita de ciertos discos ya escuchados puede ser también fuente de inspiración para lo nuevo. “Me pasa que a veces vuelvo a discos recontra mil escuchados, con los que me he cebado en el pasado, y que me inspiran a hacer música -cuenta-. Eso me pasa con algunos discos de Atlas Sound y Lotus Plaza, ambos proyectos paralelos de integrantes de Deerhunter”. Sumado a ellos, trae el caso particular de Reset, de Panda Bear con Sonic Boom. “Me lo gasté absolutamente —admite—. Es todo sample y loop. Siempre es una fuente de inspiración a la hora de agarrar el sampler. Hay una maestría ahí, así como todo lo que hace Panda Bear en cuanto al uso de la herramienta. Aprendo mucho escuchando y escuchando con atención cómo va trabajando y superponiendo los loops”.
Ya sea ubicándose como oyente o desde el lado de artista —en una era evidentemente marcada por hábitos de consumo híper acelerados, y una ansiedad que todo el tiempo pide una artimaña más que nos mantenga atentos—, Marcos detecta que alrededor de la música en vivo puede haber un fenómeno colectivo que, sin estridencias, le ponga un freno a ese frenesí constante. Para él, la música como evento congregador tiene un vigor que tiempo atrás no lo tenía. Ya sea una reacción pospandémica que todavía persiste, o simplemente como un hastío del trajín diario, percibe que hay ciertos espacios o propuestas que convocan a una buena cantidad de gente y que tienen como principal fundamento el juntarse a escuchar música en sus infinitos formatos.
“Ahora es más fácil que vaya gente a una fecha que antes -reflexiona-. Por lo menos desde mi perspectiva, antes costaba mover gente un martes a un lugar, y hoy tranquilamente podés ir a un lugar un miércoles y está lleno de gente”. Se le viene a la cabeza una fecha de la que fue parte, organizada por Matt Cianfo en el marco de un ciclo que se llamó Soundscape, en Artlab, hoy uno de los espacios entre tantos otros que siguen detectando que reunirse en un lugar a escuchar música es una actividad que sabe transformarse en el tiempo.
La imagen de un domingo a las siete de la tarde y un espacio lleno de gente escuchando música ambient y experimental le sigue llamando la atención. “Ya dimos la vuelta -concluye Díaz-. Juntémonos a escuchar música y que el fin sea ese. Consciente o no, lo veo como una posible respuesta a la vorágine en la que se vive”.
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