Para hacerla, hay que vivirla. Armar la data, desarmarla, destruirla y rearmarla en clave Frankenstein como un adicto al elixir de la vanguardia. Con un oído ultrasensible que bombea el ritmo demandante de pulsaciones consustanciales a su ambición creativa, el productor argentino Estanislao López encontró que dentro de toda nebulosa, algo brilla.
Durante una adolescencia hardcore descubrió que el tesoro entre la nostalgia del tango y la evolución del jazz no era solo rock and roll. Subgéneros como el post punk, el krautrock, la new wave, el noise, space rock y otras múltiples ramificaciones estéticas formarían las gemas que la escena alternativa actual sigue puliendo. En su camino como ingeniero de sonido, López ensamblaría el auge local del presente con el germen del pretérito, en una aventura tan progresiva como espinosa.
De tocar en distintas bandas a lo largo de su vida, dio el salto del escenario a la cabina de monitoreo anhelando ejercer sobre el cerebro artístico. Antes de irrumpir en el circuito junto a Niños del Parque y Riel, asentó sus principios rupturistas con un disco que aún se sigue recordando en la escena nueve años después: Hexadecimal de Asalto al Parque Zoológico.
“Fue un disco muy de culto en lo que significó el shoegaze a nivel latinoamericano -cuenta en conversación con Indie Hoy-. Siento que trabajos así le dieron lugar a todo lo que está ocurriendo hoy en día. Estuvimos dos años produciéndolo, fue muy complejo, con muchas capas de sonido. Era como que queríamos hacer Loveless, pero con muchas menos herramientas que las que tenía Kevin Shields en ese momento. Hay mucha gente que lo interpreta como el Loveless latinoamericano, pero sin equiparar: Loveless es Loveless. La comparación va por la complejidad, por el tiempo y porque le gustó mucho a la gente”.
Con Hexadecimal, las vueltas de la vida hicieron que López afiance su labor con el sello marplatense Casa del Puente Discos, donde hoy ocupa el rol de Label Manager. En la actualidad se lo reconoce como el as y comodín de la nueva oleada del under argentino que se catapultó de la mano de bandas como Buenos Vampiros, Mujer Cebra y Dum Chica, entre otras reconocidas bajo el nombre de “la escena postpandemia”.
“Las crisis generan un semillero de artistas. Después de la pandemia, sumado a las crisis gigantes que todos vivimos, es lógico que suceda lo que sucede, que exploten todas estas emociones que hemos contenido“, afirma Estanislao acerca del esplendor cargado de distorsión, gritos y un hermoso descontrol orgánico que trasluce el movimiento independiente en cuestión. El productor se volvió un artesano de este revival de rock alternativo que, si bien ya lanzó unas tormentas aisladas, este año va a desatar un temporal feroz e inspirador que tendrá su primer diluvio en el festival Nuevo Día, este domingo 16 de abril en Teatro Vorterix.
¿Cuáles fueron los primeros pasos de tu recorrido hasta llegar a convertirte en productor e ingeniero de sonido?
Empecé a producir desde muy chico sin saber que estaba produciendo. A los 16 ya trabajaba como sonidista en diferentes venues de la ciudad, tanguerías o lugares de música acústica. A los 17 empezamos a darle forma a un disco con un amigo, guitarrista de jazz, que fue un gran maestro en la primer etapa de mi vida, Sebastián Barbui. En ese momento solo tenía una laptop con Pro Tools, una M-Box 2, que era la única interfaz portable que existía. Terminé el colegio, terminamos el disco y salió en formato físico. Cuando lo tuve en mis manos y vi que decía “Producido por Estanislao López”, ahí supe lo que era producir: desde elegir tomas, pedirle más o menos al artista, intenciones, proponer ideas, etc. Algo básico que pensé que era parte de la ingeniería y en realidad era producción. Yo nunca apunté a ser productor musical, a mí me gustaba hacer discos y me gustaba tocar. Quería aprender, meterme. Siempre me fascinaron las consolas, pero no tenía muy en claro cómo era todo. No tenía mucho conocimiento, y en esa época internet era muy distinto. No existían las herramientas de hoy, si querías información, había que buscarla. En eso consistió mi adolescencia musical, en salir a buscar.
Por fuera del aspecto técnico, esa búsqueda de información envolvió diversas vivencias en pos de encontrar la data en personas y lugares específicos. ¿Qué recordás de aquellos años?
Cemento, la Bond Street y toda la movida alternativa fue clave para mí. Recuerdo que a los 13 mi tío me llevó a ver a Fun People en Cemento una noche de enero de mucho calor en Buenos Aires. Estaban presentando Angustia, no, no, a mí me explotó la cabeza. Por primera vez, me sentí contento de que podía llegar a ser parte de algo. Me sentí cómodo en un lugar. Después de ese show, fui todas las semanas a Cemento: Loquero, Smitten, Eterna Inocencia, vi un montón de grupos. Me acuerdo de aprender mucho gracias a toda la movida hardcore. El split de She Devils y Fun People llamado El aborto ilegal asesina mi libertad fue fundamental. Bandas así me hicieron aprender lo que era el aborto, o aprender lo que eran los anarquistas siendo muy joven. Creo que fue la última gran movida underground que hubo, porque después vino Cromañón y la tragedia cambió absolutamente todo. Fue un auténtico vaciamiento cultural. Cromañón me pegó muy de cerca. Esa noche me habían invitado a ir y no fui, pero mi novia en aquella época estuvo ahí y se salvó porque el mismo Pato Fontanet la sacó del lugar. Después de esa noche, uno quería salir a tocar y no se podía. Típico de lo que pasa en Argentina, sucede algo y el prohibicionismo se va al otro extremo. Si bien el under nunca desapareció, era muy difícil. Me acuerdo que Speed King era de los pocos lugares habilitados para tocar. Me recorría la ciudad para buscar las entradas y venderlas en el colegio a mis amigos. Siempre fui manija, siempre estaba queriendo hacer cosas.
No cambió mucho eso en vos con el correr de los años. Parece que siempre tuviste el entusiasmo por gestionar y adquirir saberes entre la práctica y experiencia. ¿Creés que actualmente la gente está más instruida en lo que respecta a la labor del productor debido a las nuevas tecnologías?
Hoy veo todo en retrospectiva y muy pocas cosas cambiaron de ese sentimiento. Creo que es importante mantener cierta ideología con la que uno se formó. Obviamente aplicándolas a cómo se mueve el mundo hoy en día, para que todo crezca y evolucione. Actualmente mucha gente sigue sin saber lo que hace un productor. En mi caso surgió que desde chico me gustaba inmiscuirme en lo que estaba haciendo y eso es producir. Me cuesta mucho pensar qué te enseñan en una escuela de producción, porque si me preguntás qué tenés que estudiar para producir un disco, para mí tiene que ser psicología.
¿Por qué psicología?
Producir un disco es sacar el mejor provecho artístico de un grupo humano. Cada persona es un mundo en sí mismo, imaginate una banda. Es una relación muy especial, porque si uno logra explotar el máximo a nivel humano con ciertas herramientas, la otra persona va a poder hacer mejor su trabajo. Cada propuesta necesita algo distinto. Mujer Cebra no es lo mismo que Buenos Vampiros, no es lo mismo que Catupecu Machu, no es lo mismo que Benito Cerati. En cada área que uno se mete es preciso poder entender cuál es la fortaleza y cuáles son las debilidades del artista. Entonces, el trabajo consiste en ir a fortalecer esas debilidades para que haya un balance en las canciones y que se pueda proyectar en algo mayor. Producir un disco es conducir un grupo humano a su mejor momento, su mejor versión.
¿Y cuánto te llevó aprender a confiar en tu propio criterio artístico?
Lleva tiempo aprender a entenderse uno mismo. Hay cosas que no se pueden enseñar. El criterio de cada uno es único. La intuición es la herramienta más poderosa del productor. De alguna manera, el productor tiene que estar un poco más adelantado en ciertos aspectos. O poder tener una visión macro de lo que se intenta alcanzar. En mi caso, al recibir una maqueta tengo que adelantarme a cómo va a terminar la canción, a dónde y cómo ves esa canción al final. Hay una idea obligada de futurología que uno tiene que hacer, una proyección del elemento artístico que estés manipulando. Obviamente, al principio es más complicado porque a medida que vas aprendiendo también la vas pifiando. Es prueba y error, y el error es milagroso. El error te abre los ojos y equivocarte te hace aprender. Hay que confiar en lo que escuchan tus oídos, eso es enormemente rico y valioso.
Una cosa es confiar en uno mismo y otra muy distinta es que la otra parte confíe. ¿Qué tipo de conciliación conlleva ese choque dialéctico en el desarrollo de una obra?
Ahí está la herramienta de la psicología. Es normal chocar cuando uno le presenta al otro algo que está fuera de su confort. Suele suceder, ya que lo estás sacando de su lugar de bienestar. Es vital la psicología y la comunicación clara para poder expresarse de la forma correcta para que ese proyecto llegue a buen puerto. Me pasa ya hace muchos años de avisar que al tomar cierta decisión puede suceder algo determinado y que termine sucediendo lo que advertí. Más sabe el zorro por viejo que por zorro, es la experiencia de uno. Sin embargo, depende de la perspicacia del artista de poder darse cuenta. A la misma vez hay que saber escuchar la visión del otro e interpretarla y también confiar en esa visión si a uno le genera alguna duda. Es difícil ponerlo en palabras, hay una negociación constante entre uno mismo y el otro.
¿A qué clase de parámetros está ligada tu posición al momento de elegir las bandas con las que vas a laburar en la actual coyuntura?
Si la veo en vivo, me tiene que volar la cabeza. Me pasó con Dum Chica, vi el show y esa misma noche me acerque a Lucy para que hagamos algo. No la conocía, pero Pato de Mujer Cebra me insistía que tenía que ver a Dum Chica. Fue el mismo día que murió Taylor Hawkins, estábamos todos shockeados, pero cuando los vi en el escenario enloquecí. Me disparó a The Velvet Underground, me disparó a Lou Reed con Iggy Pop, al mismo tiempo flasheé con los Redondos y con Johnny Rotten.
El álbum debut de Dum Chica salió hace muy poco tiempo y tiene la particularidad de haber sido grabado en vivo dentro del estudio Unísono. ¿Cuánto lugar hay para la experimentación a la hora de contemplar una fijación estética así?
Con Dumchi fue fantástico. Porque cuando vi el vivo, me di cuenta que eso era por lo que había que ir. El registro tiene que ser fuerte, crudo y sucio, pero con calidad. No sucio de problemas técnicos, o de no saber resolver una situación. Sucio de querer suciedad, sucio como sonaban los Sex Pistols, que si bien suena sucio, está grabado de puta madre, más aun para la época. Dum Chica ya había grabado el disco antes de conocernos, y por una u otra cosa no se sentían del todo cómodos con ese resultado. Me dijeron de regrabarlo y les mencioné que estaba disponible Unísono, que hoy en día es mi casa y es uno de los mejores estudios que hay para mí. Recomendé grabarlo en vivo, le di a Lucy [Storino] mi interpretación. Quería que sienta el calor de la noche y la mugre de los lugares, porque yo quiero sentir eso cuando escucho el disco.
La intuición trabaja de distintas maneras, dado que no se puede medir a todas las bandas con la misma regla. A grandes rasgos, separar en géneros es hacedero, pero hay que ser meticuloso para hilar más fino y encontrar lo elemental de cada propuesta, a pesar de que pertenezcan a una esfera análoga. ¿Se trata de localizar un pequeño detalle a fin de expandirlo en una forma de lenguaje?
Exactamente. No se puede producir una banda usando la misma fórmula. Hay mucha intuición. Por ejemplo, Mujer Cebra me contactó por Instagram en el momento más duro de la pandemia. Me mandó unos demos que sonaban rarísimos, pero algo había. Algo ahí me encendió la lamparita. Es inexplicable, porque es algo que te llama la atención. Dentro de todo el ruido en esos demos, Mujer Cebra me llevó a Bloodflowers de The Cure. Cuando nos conocimos me di cuenta que eran unos pibes con un espíritu muy lindo. Y eso para mí es importantísimo. Podés tener los mejores temas del mundo, pero si sos un idiota, no voy a trabajar con vos. No me gusta trabajar con quien no tenga nada en común. Es complicado cuando no hay conexión, o si de entrada sentís que no va a perdurar, ya que después vas a tener que compartir mucho tiempo en la vorágine del estudio. De la misma manera me sucedió con Buenos Vampiros, los conocí casi entrando a grabar su primer disco en 2018 y fue increíble lo que me transmitieron. Por eso me enrosco pensando en qué te pueden enseñar en las escuelas de producción. Sé que aprendés a nivel didáctico, pero ¿quién te enseña a sentir por dónde va el fuego sagrado, tu misión?
La mirada sobre una devolución artística implica cierta confianza en el otro, ¿cuál es el siguiente paso al descubrir ese fuego sagrado?
Es súper crucial generar un puñado de herramientas para los intérpretes. Porque más allá de músicos, vos como productor tenés intérpretes y están interpretando algo. Y necesitás que el intérprete, valga la redundancia, interprete. Que diga algo y que eso tenga un significado, un peso. Es muy importante para mí que lo que se exprese tenga un sostén existencial. Todo acto que uno genera, hace y dice, tiene una razón de ser en la vida del ser humano.
Es muy curioso asimilar que al hablar del circuito underground nacional podemos liar el espíritu de una figura colosal de la talla de Gustavo Cerati a partir de su estudio Unísono. ¿Qué se siente ser el conector entre ambas manifestaciones culturales?
Poder ser un canal para que diferentes artistas puedan pasar por ahí, sabiendo lo que eso conlleva, es una locura. Es emocionante poder darle esa oportunidad a bandas nuevas, a bandas que están buscando un sonido distinto, a bandas que quieren romper con algo de alguna manera. Porque Gustavo era un destrozador de todo, en el buen sentido de la palabra. Soda Stereo hizo lo que nadie pudo y Gustavo hizo lo que quiso. Es uno de los artistas más importantes que tenemos en nuestra lengua. Yo creo que de alguna manera eso hacía Gustavo, él apadrinaba un montón de bandas, como No Lo Soporto y Leo García, entre otras. No quiero ser Gustavo, no me interesa para nada, pero esa visión que él tenía sobre eso, ¡qué linda que era! Así que sigamos por ahí, hagamos eso desde nuestro lugar, sin querer ser nadie más que nosotros, pero sigamos haciendo eso.
¿Qué se necesita para romper las reglas?
Estudiando armonía aprendí una de las reglas más importantes de la música: para poder romper las reglas, hay que conocerlas. Y cuanto mejor sepas cómo son esas reglas, va a ser más fácil hacerlas mierda. Porque cuando ahondás en la peculiaridad te das cuenta que en realidad no existe una puta regla para producir un disco, ni tampoco para grabarlo. Por ende, la experimentación es lo más importante, y si caés en la estandarización cagaste. Vas a caer en un sonido que ya se escuchó, algo que ya está y no vas a haber creado nada nuevo. Para mí, crear una pieza nueva, por más mínima que sea, es vital desde cualquier ángulo, pasando de lo social a lo personal. Así no me aburro. Yo hago discos y no quiero transformarlo en un laburo de nueve a cinco todos los días. No elegí hacer eso, que no digo que esté mal, pero elegí jugármela por esto. Siempre tuve muy en cuidado todas las semillas que fui plantando. Cada disco que uno hace, que diga algo, estar feliz de eso y que no sea uno más. No me gusta caer en la manufactura industrial, que no quiere decir que no me gusten los sellos grandes, las multinacionales o el mainstream; viene por otro lado. Se trata de crear algo que tenga una voz y un pedacito especial tuyo. Ahora escucho Ya no estamos tan solos de El Club Audiovisual y alucino, fue hermoso cuando lo grabamos. Hay mucha gente que aun lo está descubriendo y está buenísimo. Alucino con eso también, con el hecho de cómo están descubriendo lo que nosotros hicimos en un momento completamente distinto.
¿Cuáles eran las circunstancias del under en el momento que te incorporaste a Casa del Puente, y en qué consistió tu crecimiento dentro del sello?
La tecnología había avanzado bastante y podíamos grabar un montón de cosas en casas también. En un show de Asalto Al Parque Zoológico conocí a los chicos de Niños del Parque, banda que me conquistó con un kraut y un space rock increíble. Temas de nueve minutos, eran un viaje espacial. Yo soy mega fan de lo que es el espacio, la NASA y todo ese universo. Después hicimos Un punto azul pálido, nombre inspirado en la foto de Carl Sagan, todos versión nerd spacex total y también fue muy bien recibido dentro de ese mundillo. Entonces, les presenté al equipo de Casa del Puente y a Pedro Moscuzza, que es el director artístico del sello. Al tiempo empecé a operar en vivo a Altocamet, y enseguida me llamaron para un gira por Estados Unidos. Además de haber disfrutado mucho la gira en mi puesto de operador, fue la primera vez que trabajé como tour manager. No tenía la más puta idea qué hacía un tour manager, pero esto se trata de ir descubriendo paso a paso. Pedro es una persona increíble, un artista y un batero de la concha de la lora. Íntimo amigo y trabajó muchos años con Gustavo Cerati, es el baterista de Siempre es hoy y de algunos temas de Ahí vamos. Yo aprendí y aprendo un montón de la cantidad de data que tiene Pedro. Él fue quien me dijo que tenía que producir a Buenos Vampiros. Fue ese momento que se estaba gestando toda esta camada de bandas marplatenses, la cual hoy en día floreció en nombres increíbles. Sinceramente, Casa del Puente es, de alguna manera, lo que siempre quise que me pase a mí. Un lugar para darle una estructura a un montón de bandas que no la tienen.
¿Cuál es tu apreciación acerca del advenimiento y la colectividad consustancial a la llamada movida postpandemia?
Es increíble, me pone enormemente feliz. Es un movimiento muy único, que resignifica el pasado pero que crea cosas nuevas a partir del mismo sin ser una copia, hay mucha personalidad. Creo también que entienden que a nivel colectivo es mejor, que todos crecemos y más firmemente juntos. Vienen a destruir viejos vicios creo yo. Ademas de emocionarme con la visión y el talento de nuevos compositores como Santiago Rocca [de Mujer Cebra], Irina Tuma e Ignacio Perrota [de Buenos Vampiros], que me parecen sublimes. Y hay un montón más, todas las semanas hay una banda nueva para descubrir, Buenos Aires es un gran lugar para estar en este momento a nivel cultural y eso hay que disfrutarlo y además amplificarlo. Esa es la idea del festival Nuevo Dia también, que es un punto de inflexión en un montón de cosas, un statement muy importante.
¿En qué dirección la escena contemporánea reforzó ese sentido de pertenencia que te cautivó en Cemento durante tu adolescencia?
Una de las cosas que a mí más me impresiona -te juro que me pone la piel de gallina- es que al terminar shows de Mujer Cebra o Buenos Vampiros, se me acerca gente y me dice: “Me devolvieron la fe”. No hay nada más groso para mí, porque eso no es vender nada. A mí no me gusta que el artista sea un vendedor. Para mí el artista es un comunicador, es alguien que tiene -o que puede tener- un peso poético relevante dentro de una comunidad. Yo no quiero que ese lugar esté ocupado por un influencer barato vacío o lo que sea. Hay que entender también que la industria es muy difícil, vivimos en una economía y una sociedad muy compleja, Argentina es un país económicamente imposible y hacer esto es una odisea. Pero la integridad artística es muy importante. Yo creo que hay un borde muy fino entre ser un vendedor y ser un artista. Las redes sociales son terribles, todo el tiempo piden “generame, generame, generame”. ¿Qué le decías a García Márquez si tenía que escribir siete libros por año? U, obligarlo a Bradbury a escribir otra cosa porque las ventas de Fahrenheit 451 habían sido una mierda. Estamos atravesando un momento muy complejo a nivel humano, creo yo.
Si el ciclo laboral reside en potenciar el núcleo de una banda para emprender hacia una odisea distinta junto a otra agrupación, luego de alcanzar su máximo valor, ¿cuándo el productor puede apagar un poco la cabeza?
El laburo no termina nunca. Pienso mucho en eso, porque a veces me come. Es muy difícil también marcar la línea entre tu vida y el laburo. Porque mi vida se transforma en lo que hago y a veces tengo ganas de eso, pero otras necesito un ancla. A veces me saturo y necesito un descanso para recuperar las ganas de estar dentro del estudio. Necesito recuperar las ganas de descubrir, ya que es una cuestión muy primitiva también el querer buscar y encontrar algo nuevo. Eso siempre fue lo que más me atrajo en todo sentido y por eso trato de tomarme vacaciones para conectarme con la naturaleza. Volver al cero: un árbol, estar al sol y conectarte con las ideas sobre tu cabeza desde un lugar lejano para poder ganar perspectiva. La perspectiva también es lo más importante para un productor, necesitás tener una visión ajena a la del músico y con la intuición poder lograr cierta futurología. Si laburás la percepción, empieza a venir la clarividencia. No porque exista, sino porque vos también sos un generador de eso. Es hablarlo, sacarlo. Sin embargo, lo más complicado es darse cuenta que a veces no tenés que decir nada. Cuando un artista toca un tema y te deja mudo, ¿qué le podés decir? La canción está lista. Me ha pasado de estar con amigos que son genios de la música como Paz Lenchantin, que están tan conectados que a veces solamente hay que dejarlos fluir y uno ser ese transporte para que plasmen lo que tienen que plasmar. Lo mismo con Josh Freese, baterista de Nine Inch Nails. Al estar zapando junto a grosos así, no hay nada que se pueda decir. Encima, siendo un argentino que cae ahí…
Si entiendo que tu apocamiento no se refiere solo a cuestiones meramente técnicas, ¿qué tan lejos estamos del modelo industrial estadounidense? Y, ¿cuáles fueron algunas de las historias que te llevaste para siempre con vos?
Obviamente Estados Unidos es una animalada, es la cuna del capitalismo y tiene un mercado gigante. Yo no creo que estamos lejos, el tema es que nuestra industria es muy pequeña. En Argentina no tenemos una industria, tenemos pymes. Y si no vas con la cabeza abierta te la vas a poner durísimo. Cuando trabajaba en Estados Unidos tuve que ganarme el lugar y aprender el rollo. Los Ángeles es un mundo aparte. Meterte en ese mundo te transforma y te convertís en una especie de alien, porque venís de otro lado. Lo bueno es que varias personas están en la misma y no te sentís solo. Ahí tuve la suerte de conocer a mucha gente y terminar en aventuras muy locas. Por ejemplo, una vuelta en el cumpleaños de Moby con todas estrellas de Hollywood. O en la mansión del productor de U2, Daniel Lanois. Noches psicodélicas de nunca acabar. Pegamos feedback enseguida y él se interesó en lo que yo hacía. No me daba la cara para decirle que yo era productor a un tipo que, además, produjo a Bob Dylan y Neil Young. Al día siguiente me desperté con una resaca terrible y fui a Echo Park, me senté bajo un árbol y me puse a escuchar The Joshua Tree, uno de los tantos discos que Lanois trabajó junto a Brian Eno. No podía creer con quién había estado. El otro día pensaba: yo vengo de una familia clase media baja, fue complicado cuando era chico, crecí sin un mango, pero siempre estuve rodeado de gente muy generosa que me dio todo. Me siento muy agradecido con muchas personas por darme la oportunidad de estar en lugares donde muchos quieren estar. Todas esas vivencias son inolvidables y, a su vez, me convirtieron en lo que soy hoy.