“Y hoy no es el día en que pueda sujetar la melodía, mi voz es franca y radiante estoy” se escucha en “Alborada“, la séptima canción incluida en el disco Los Magos (2017), lo nuevo de El Estrellero.
Radiante se encuentran ellos: Juan Irio (bajo y voz), Lautaro Barceló (guitarra y voz), Gregorio Jáuregui (batería), Alejo Klimavicius (guitarra y voz) y Juan Baro Latrubesse (teclados) con el lanzamiento de este último material cargado de misticismo y provocación; sólo hace falta ver el arte de tapa para entender la impronta de sus mensajes.
En el marco de la presentación de este nuevo disco, estuvimos charlando con el quinteto platense para conocer un poco más acerca de ellos.
Hablando un poco de la banda, ¿cómo se define El Estrellero? ¿De dónde viene su nombre e historia?
Juan Irio: No sabemos cómo definirnos, tampoco nos preguntamos jamás qué es El Estrellero ni si hay forma de entenderlo como un ente o algo tangible. Podríamos pensar que somos un grupo de cinco personas que se unieron para hacer música, y en definitiva sería la más noble respuesta. No hay otra cosa detrás de esto. El Estrellero significa para nosotros la unión de nosotros cinco haciendo lo que más nos gusta hacer, en compañía. Somos muy parecidos por momentos, y tan distintos por momentos, que vivimos la banda con sorpresa. Eso es lo que hace todavía más interesante buscar algo entre todos, porque nunca sabemos ni a dónde vamos ni qué es lo que vamos a encontrar. Disfrutamos y eso es lo que importa.
Lautaro Barceló: El nombre se me apareció un 26 de febrero, alguien dijo las palabras mágicas en un cumpleaños familiar e inmediatamente le mandé un mensaje a los chicos para ver qué pensaban. En ese momento rankeaba alto “Terror Blanco”, que fue destronado de toque. Nunca nos había gustado tanto un posible nombre como sucedió con El Estrellero. Nos gustó la idea de una palabra conectada con nuestro imaginario cancionero, pero que en su polisemia aporte mucho más.
¿Cómo los encuentra el nuevo disco Los Magos?
J: Unidos y dominados. Perfectamente conscientes de que la banda llegó a un punto donde vive con autonomía, que encontró la síntesis de un sonido, y que tiene más para dar y para darnos. Dominados también, porque llegás a un punto en el que todo se vuelve tan intenso que tenés que ceder para que el otro también encuentre su lugar. Estamos en el comienzo de lo que podemos llegar a dar como grupo, con muchas ganas de tocar este disco, el anterior, y preparar lo que viene. Somos como un meme, no podemos parar.
L: Tener dos discos editados hace muy divertida la experiencia del vivo. Hay canciones para todos los gustos, eso hace que el encuentro con el público siempre sea novedoso. La idea de presentar un disco no se me hace tan atractiva como la de dar muchos shows e ir rotando las canciones que vas tocando, redescubrir lo que te enamoró de canciones que dejaste atrás al tiempo que vas tocando otras nuevas.
¿Cómo ven la escena indie local? ¿Sienten que hay lugar para las nuevas propuestas?
J: Si no hubiera lugar para nuevas propuestas, lo que se llama “escena indie local” sería una especie de rotisería o el Congreso en época estival. La música, y en particular la música independiente que no responde a los estándares del mercado, se nutre de la renovación no sólo de sus bandas sino también de la música que ofrecen las bandas ya conocidas. Es parte del juego, de su esencia, más allá de las imitaciones y las repeticiones. Pero ese es un problema menor, en un país donde los grupos más populares son copias de copias de copias de un sonido ya explorado y desgastado. En mi opinión personal, lógicamente, es una pena que un grupo del calibre de Pels, por ejemplo, no sea tapa de suplementos de rock por lo menos una vez al año.
L: Es difícil determinar cuál es la escena y en qué consiste. Los proyectos circulan con mayor o menor suerte, una suerte tentada por factores un poco menos virtuales: el mercado, las políticas culturales, la capacidad de trabajo, etc. Por algún motivo, los artistas que más admiro no están en las primeras planas, con suerte tienen un recuadrito en la página 54. O en su defecto, están muertos. Desgraciadamente la industria musical se sigue basando en deformaciones del star system y varios sujetos que han tenido mucho para decir, han sido pateados fuera del tablero o perdido toda gracia por culpa de esa lógica siniestra. Un año está todo bien, sos la promesa del diario progre y al año siguiente sos un zombie, un alma seca de la noche atrapada en su propia realidad de auto celebración. Esa filosofía consumista de tornar desechable la banda cuyo disco anterior celebraste, es algo que veo muy a menudo y que me resulta muy ingrato, sobre todo cuando sucede en nuestras bajas esferas o entre colegas. Los músicos sin contrato, tienen sub-derechos laborales y encima están condenados a vivir en una realidad paralela, donde el sueño a cumplir es individual o es nada. Somos monotributistas facturándole al éter, sin planes para la jubilación.
¿Qué los inspira al momento de componer?
J: Las horas de la mañana, los fines de semana y el olor de las flores.
L: El juego, intentar copiar a 2 Minutos y que te termine saliendo una canción mambo Queen. Las últimas canciones que hice fueron así. Es poner la cabeza en modo rompecabezas y encastrar las piezas a la fuerza.
¿Qué sigue ahora para El Estrellero? ¿Próximas fechas?
J: Tenemos por delante un montón de presentaciones de Los Magos, por el país y probablemente por países vecinos. Estaremos tocando en Chaco, Corrientes, Misiones, Mar del Plata, y la provincia de Buenos Aires de acá a marzo. También nos gustaría filmar una película en la que mostremos cómo es un día en nuestras vidas, pero hasta ahora no nos convenció ningún guion.
L: Estoy de acuerdo en todo. Estamos cansados de leer guiones que no nos representen en nada. Esperamos sus propuestas.