Flamantes Nihilistas es una banda bebé. Se conformó, en contexto íntimo, a comienzos de este 2017: “Fue en el verano, que estábamos totalmente distendidos, este año, en mi casa”, comenta Ana Vojnov –teclados, voces– y Luciano Alonso –bajo, letras– corrobora: “La cuestión es que Ana estudia música y yo me puse a salir con Ana y fue: ¿sabés qué? Yo tenía una banda hace muchos años y siempre me gustó la música y vos estudiás música. Fue unir dos cabos sueltos, como asociar dos ideas que claramente tenían que estar juntas. Yo tengo varias canciones, tengo temas. Una vez que lo hacés es como que te adherís y ya estás como preformateado. Tenemos que hacer algo juntos, probemos. Y cuando probamos nos dimos cuenta de que, claramente, funcionaba”. En este 2017 los nihilistas grabaron dos EPs: Teoría de la noche y Mis amigos, los lobos. “Agarramos velocidad enseguida” y en ese aceleramiento se incorporó el baterista Mauro Digalz, amigo de Alonso desde hace años: “Tuve bandas” –Mar de Barro y Van Der Swami- “la primera duró unos seis o siete años, y cuando Luciano presenta el libro” –Alonso es escritor y el libro al que se refiere Mauro es Breve historia de la guerra intergaláctica– “tocaron unos tres temas, yo días antes había escuchado el bandcamp y pensé: qué lindo lo que hacen. Fui a la presentación y después nos fuimos a tomar unas birras. Y les pregunté: ¿por qué no tienen una batería? Me dijeron: Estaría buenísimo, ¿por qué no tenemos una batería? Sería genial. Y dijimos, bueno, vamos un día a la sala de ensayo a boludear, a ver qué onda. Fuimos un domingo a una sala de ensayo y estuvo buenísimo”.
Pescado rabioso
La charla comienza debatiendo sobre el churro de roquefort, los chorizos y hamburguesas vegetarianas, la nueva denominación de ese vino antiguamente llamado champagne y la particular posición de los ojos de los peces. Circulan empanadas y vino. Flamantes Nihilistas es la convergencia de carreteras por las que circulan música, composiciones y poesía. “Arrancamos con unos temas míos, viejos” -rememora Luciano Alonso–, “de hecho conservo la libreta desde el 2007, en la cual tengo anotadas las canciones. Yo siempre escribo o compongo o lo que sea desde el mundo del arte o como se llame, tengo como una pulsión o impulso de crear pero que convive con la idea contraria o negativa del para qué, siempre me preocupa la finalidad, el para qué. Si escribo un poema: ¿para qué? Es como que el peso de que todo es al pedo es muy fuerte y te va carcomiendo. Y el tema es porque sí, porque es bello”. Para Ana esta es la primera experiencia en banda. Ana le dio música a la sonoridad de los poemas de Luciano: “Estudié canto dos años, siempre canto. Pero el tono de voz que pongo para la banda es un descubrimiento, porque cantaba más jazz o estilos distintos, y lo que hago en la banda es de acuerdo a lo que componemos. La voz que pongo para la banda es algo nuevo”. Atención, Flamantes Nihilistas es una banda rock sin guitarra. Ana explica que para tocar la guitarra se deben saber acordes, algo que Alonso, bajista, desconoce. Y de ese defecto, por llamarlo de algún modo, hizo virtud: “Yo toco el bajo. No sé de música, no tengo conocimientos técnicos, pero tengo la sensación de que tanto la batería como el bajo son algo más intuitivo, que no importa tanto si sabés las notas, las escalas o lo que fuese. No sé leer música. Vos me decís tocate el mí y no sé cuál es. Me inventé mi propia manera de escribir y de recordar lo que hago, yo qué sé, a partir del número de los trastes. Me inventé un propio sistema porque no tengo idea de las notas musicales, no tengo formación musical, es todo guiado por la intuición y por práctica. Y el bajo fue mucho más práctico y mucho más útil que una guitarra. Podría haber sido también una batería, pero no tenía una batería. Tampoco tenía un bajo, pero me resultó mucho más fácil comprar un bajo que una batería. Por una cuestión absolutamente financiera. Y dije: a ver qué puedo hacer con el bajo y qué saco con el bajo”. Ana se amoldó al concepto musical de Luciano: “armé la parte de piano pensando sólo en eso, si hubiera habido una guitarra me hubiera amoldado con el piano para que se sumara la guitarra, acoplada. No es el caso”.
No quiero tocar la guitarra todo el día
Ana no duerme: “Al comienzo queríamos hacer unas bases bien de rock y dijimos: no, vamos a innovar más, pensamos en trip hop y buscamos en YouTube bases de trip hop y dijimos: genial, trip hop. Hagamos nuestras bases de trip hop y quedan cosas más raras, como las bases del EP. Y después dijimos: ¿y con una batería qué onda?” Luego de la grabación de los EP irrumpe la batería de Mauro, absolutamente incorporado a la banda y entonces Luciano: “¿Viste cuando te das cuenta al toque de que todo funciona bien? Fue como tentativo, nos conocemos hace mucho, tenemos confianza. Cuando empezamos dijimos: pará, pará, esto está buenísimo. Acá está pasando algo”. Mauro mordisquea una empanada y opina: “Es raro una banda sin guitarra en el ámbito del rock. Pero ella” –Ana– “llena todos los huecos, con el piano y con la voz, a mí me parece que una guitarra estorbaría. No hay un vacío de decir: che, no hay guitarra”. Flamantes Nihilistas se reformula a partir del ingreso de la batería: “al principio” –comenta Luciano– “pensamos que estaba bueno hacer ambas cosas en simultáneo. Tiene que ver con algo que decíamos antes, de guiarse por la intuición. Es algo muy particular que sucede entre nosotros, yo tuve otras bandas, Mauro tuvo otras bandas, estamos acostumbrados a cierta dinámica y no es usual esta dinámica. Por lo general todas las bandas llevan mucho tiempo y es un descubrimiento y el sonido es un acontecer, después de muchos ensayos, de practicar, de prueba y error, terminás dándote cuenta de que éste es el sonido que buscabas, por ejemplo. Con nosotros no fue así, intuitivamente, nos dimos cuenta: esto sí, esto no. A nosotros nos llevó un ensayo saber que no tenía sentido hacer las bases electrónicas. Queríamos hacer en simultáneo bases electrónicas y Mauro… y no cuadraba”. La batería le ganó a las bases electrónicas, sin vueltas. “Hay una diferencia muy grande” –explica Mauro– “entre las bases trip hop y lo que tocamos nosotros. Yo toco más cuadrado, o más rockero, tengo otros vicios, vengo de otra formación baterística”. El resultado –y el vivo lo comprueba– es de una gran fluidez sonora. Según Ana “hay unas atmósferas en el EP –cuando se produjeron los temas- que estaban apoyados en las bases electrónicas. Con la batería esa atmósfera cambia totalmente. Por ejemplo, en los agudos, yo tengo que sacar más la voz por la batería”. Mauro la observa: “Lo que era un volumen en las bases, que era un volumen de ella y un volumen de él, conmigo tocando necesitás que el teclado se vaya adaptando, que haga colchones. Pero nada más. Al final traje problemas…” Carcajadas y fin de las empanadas.
El amor después del amor
Solo queda vino. Apartado especial: las letras de Flamantes Nihilistas son de Luciano Alonso, poeta, ensayista y crítico. “Las letras ya estaban. La mayoría son poemas de Breve historia de la guerra integaláctica. Tengo temas recurrentes: lo apocalíptico, la ecología, problemas medioambientales, son una especie de leit motiv”. Y el amor…
“Es interesante el carácter universal del amor. Me interesa mucho lo que es universal y lo que es particular. Yo banco, como espectador, o como oyente, a las expresiones artísticas que hacen referencia a lo individual, que referencian a una historia particular, la banco. Pero me gusta más cuando hace referencia o cuando se vuelve una metáfora de algo universal, lo banco mucho más. Apuesto por eso. Es como que yo no te estoy contando lo que me pasa, te estoy contando lo que me pasa a mí, te cuento que hay un problema medioambiental y te pasa a vos y le pasa al vecino. El contexto político, el contexto histórico, todo eso nos atraviesa y nos influencia”.
Iba acabándose el vino y Ana opina y, en esa crítica, queda englobada cierta parte de la poesía porteña actual: “Lo de las letras es algo atemporal… para mí. Y por el contrario, las letras de hoy en día van mucho a lo particular”. Remata Alonso: “Yo no estoy a favor del presente inmediato… Para mí es muy importante dejarse sorprender. Se da mucho de gente que va a lecturas de poesía, a ver bandas y después están a la defensiva, ¿para qué vas? Andá, pero permeable a ver lo que el otro quiso decir. Es como el teatro: de diez obras que vas a ver nueve son una cagada, pero va a haber una que te va a volar la cabeza. Que te va a modificar, que vas a salir y decís: que genial lo que acabo de ver”.