Con un EP «terrenal» próximo a estrenarse, el guitarrista rítmico de Lo’ Pibitos emprende un viaje solista que se aleja del pop sin desprenderse de lo urbano. Una mirada íntima sobre el artista de mañana, hoy.
En un proceso con meses de idas y vueltas, almuerzos, salas de ensayo y, por último, un hermoso atardecer desde la terraza del Polo Cultural Saldías, vi emerger la figura de un alma que rehuye de las etiquetas y va por el todo. El kármico «definir es limitar» nunca estuvo tan bien empleado.
Conocí a Infinito como a tantos otros de su profesión: por un guiño entre músico y audiencia. Fue una de las tantas veces que lo vería con su banda Lo’ Pibitos, estábamos en Niceto, yo sabía que era su cumpleaños, así que se lo grité y, si bien no teníamos relación, me devolvió el gesto con una amplia sonrisa. Luego me enteré que cumplía tantos como treinta y cuatro y que era filósofo; fue inesperado, y así empezaron nuestras charlas, que devinieron en amistad luego de que le tomara el testimonio para esta nota sobre el videoclip de “El Ritmo de la Vida”.
Mientras el sol se pone, la ciudad se enciende y los aviones sobrevuelan nuestras frentes, el artista dice que Infinito es aquello que no se puede definir, que escapa de las clasificaciones. No es masculino, no es femenino, no es siquiera un nombre propio, es un sustantivo y a veces también adjetivo. Hablando de esta nomenclatura tan peculiar, le recuerdo una frase que me dijo seis meses atrás en nuestro primer encuentro: “Yo quiero hacer música actual, no moderna, porque lo moderno pasa de moda”. Acepta que estamos determinados por el momento que atravesamos y la tecnología vigente, pero busca poder cantar algo que en diez años siga sonando fresco, siga siendo sincero, siga siendo una parte de él, y no solo una etapa superada o un sonido particular del momento: “quiero ir más allá”.
Yugoslavia se titulará su EP debut, y habla de un territorio que ya no está. Al músico le obsesiona la idea del paso del tiempo en los territorios; confiesa que por eso insistió en tener nuestro último encuentro en la terraza del Saldías. El mismo es un espacio cultural donde convergen muchas bandas para ensayar o recreacionar, y sus paredes y la de sus alrededores están adornadas de arte callejero. Pero este espacio no existirá por siempre, y lo que venga después lo resignificará, pero quedarán vestigios de lo que una vez fue.
La mejor descripción de este concepto es lo que juntos llamamos la metáfora del azulejo: pensemos en un edificio demolido, un paraje desolado y, a unos cuantos metros de altura, donde todavía alcanza la vista, lo que queda de la pared de un baño. Un baño, probablemente el lugar más íntimo de la vida cotidiana de alguien. Caminar por la calle y ser capaz de ver los azulejos de ese baño, e imaginar todas las mañanas en que un ser humano lavó su cara antes de cruzar el umbral de la puerta que ya no está. Lo que fue, lo que es, el paso del tiempo, el cambio y la invarianza, todo a la vez; eso es Yugoslavia.
A la pregunta de ¿qué le podés dar al público? responde: “Yo tengo un compromiso con el amor a la música, una tarea titánica de hacerla lo mejor posible”. Yugoslavia es un EP de canciones que tienen un alma, agrega, no hay composiciones superficiales.
“Pienso las canciones como una poesía que pueda recitar”.
Describe que el EP tiene orgullosamente un sonido bastante rioplatense, y luego reafirma que busca conectar con el lugar donde se encuentra, por eso reconoce —también— la influencia de lo urbano, de la gran ciudad que nos alberga.
Actualmente, Infinito se encuentra en la elaboración de su tesis doctoral de filosofía sobre “el anonimato en Platón”. También se halla escribiendo un libro de poesías. Confiesa que continuamente va modificando sus canciones, lo cual es una virtud y un defecto. Ninguna canción suya está totalmente cerrada hasta el momento de grabarla. Infinito no se queda quieto. “¿Siempre va a haber más de Infinito?”, disparo. “Sin dudas”, contesta. Infinito desconoce el concepto de fin.
Yugoslavia no verá la luz como tal hasta el 2019. Infinito seguirá presentando singles a lo largo del año, en los cuales participan todos los integrantes de Lo’ Pibitos y Emme Vitale, entre otres. A continuación uno de los poemas del artista:
Aún quedan azulejos en la medianera
a metros de altura
rastros de una jabonera empotrada
restos de algo que fue.
El baño parece perdurar
en un tercer piso hecho escombros
y se acomoda sobre la pared
como un cuadro
que representa el tiempo
sin movimiento.
Por el tráfico de los adoquines
podría ser Helsinki o Buenos Aires
pero es un eco
sin techo ni piso
acústico
a la mirada de todos.