Hablar de Jon Spencer es hablar de un huracán dentro del rock & roll. Con una carrera que abarca más de tres décadas, más de 25 discos, y múltiples proyectos, su nombre es sinónimo de intensidad, actitud y reinvención constante. A diferencia de otros músicos que encuentran una fórmula y se aferran a ella, Spencer pasó su vida desarmando el rock para reconstruirlo a su manera, siempre con el volumen al máximo y el alma en llamas.
Su legado no es solo una cuestión de sonido, sino también de enfoque. El músico neoyorquino demostró que el rock puede ser abrasivo sin perder groove, y que la experimentación no está reñida con la emoción pura. Desde lo anárquico de Pussy Galore hasta la precisión subversiva de la Jon Spencer Blues Explosion y los latigazos industriales de los HITmakers, cada etapa de su carrera llevó su destrezas por caminos distintos, manteniendo siempre su ímpetu visceral e inconfundible.
Ahora regresa a Argentina con un nuevo disco bajo el brazo y la promesa de un show inolvidable. “Voy con Kendall Wind y Mackie Bowman, una sección rítmica joven -cuenta con entusiasmo en conversación con Indie Hoy-. Llevamos tocando juntos más de un año y el año pasado sacamos un disco. Vamos a tocar canciones de ese álbum, pero también un montón de material nuevo. Además, tocaremos canciones de Blues Explosion, Pussy Galore y HITmakers”.
Para quienes lo vieron en acción, su nombre es sinónimo de un show incendiario, físico y sin concesiones. “La gente puede esperar un show de rock & roll con mucha energía, una noche de sudor y pasión“, promete Spencer. No es su primera vez en Argentina, aunque las imágenes de aquellas noches fueron borradas por el frenesí de la gira, donde cada ciudad es solo un destello. “No recuerdo nada de los shows, tengo una memoria terrible -admite con una sonrisa-. Pero sí recuerdo que Buenos Aires es una ciudad hermosa. Y algo que se me quedó grabado es que creo que son los mayores consumidores de Fernet Branca en el mundo“.
Hablar de su discografía es recorrer una historia de constante evolución. Su último álbum, Sick of Being Sick!, nace de un proceso introspectivo, una suerte de catarsis personal. “Tal vez podrían considerarse canciones de blues, ya que fueron escritas desde un lugar muy personal -explica-. Las escribí solo. Tengo un amigo que es guionista de comedia y, como otros comediantes, lidia con la depresión. Hablamos seguido por teléfono y, en los últimos años, él siempre me animó a escribir canciones, a componer blues. No solo me impulsaba a hacer música, sino también a expresar mis sentimientos a través del proceso creativo”. Sin embargo, aclara que, pese a que algunas canciones hablan de problemas sentimentales y, en un sentido muy amplio, están enraizadas en la tradición del blues, “somos una banda de rock & roll”.
El pasado no atormenta a Jon Spencer, pero tampoco lo ignora. Recordar su etapa con Pussy Galore es reencontrarse con un joven furioso y desorientado. “Éramos muy… No sé, mejor hablo por mí. Yo era muy joven, estaba muy enojado y también muy confundido -confiesa-. El proyecto fue muy intenso. Fueron cinco años de una banda muy intensa. Fue la primera vez que viajé, y salir de gira con una banda es algo increíble. Conocer diferentes partes del mundo fue una de las mejores cosas que me pasó. Pero también estaba muy enredado conmigo mismo, con los integrantes de la banda y con el mundo en general. Era muy inmaduro, muy joven“.

A principios de los 90, Spencer dejó atrás el caos de Pussy Galore para formar la Jon Spencer Blues Explosion. Con ese proyecto, su enfoque se volvió más refinado, aunque igual de intenso. El blues, en su versión más primitiva y salvaje, se convirtió en el motor de su nueva banda. No se trataba de una recreación fiel de los estándares del género, sino de una reinterpretación sucia, cargada de energía y actitud punk. La Blues Explosion tomaba elementos del hip-hop, la electrónica y el funk, convirtiéndolos en un sonido completamente propio.
Con la Jon Spencer Blues Explosion encontró su propia voz, aunque al principio el público no siempre supo cómo reaccionar. “Algunas personas se confundían con el nombre de la banda. No pasaba seguido, pero de vez en cuando alguien decía: ‘¿Qué es esto? Esto no es blues’ – recuerda-. En parte, el nombre era un desafío, casi un fuck you a las expectativas. A nivel crítico, algunos discos generaron reacciones confusas, pero siempre noté que cuando la gente veía a la banda en vivo, entendían de qué se trataba realmente. La experiencia en concierto era clave para captar nuestra esencia“.
Su álbum Orange (1994) es un manifiesto sónico de tres músicos en estado de combustión. Pasaron más de 30 años de aquel álbum, pero Jon lo recuerda con mucho cariño. “Me emociona que la gente todavía hable de ese disco y que siga resonando -asegura-. Fue un gran momento para la Blues Explosion, aunque no fue fácil de hacer. Hubo conflictos dentro de la banda, así que el proceso estuvo lleno de drama y dificultades”.
“Pero Orange fue un salto evolutivo para nosotros -continúa-. En el primer álbum estábamos aprendiendo a gatear y con el segundo dimos un gran salto, como si hubiéramos alcanzado la velocidad de la luz. Después de tocar juntos por años y hacer muchos shows, desarrollamos una musicalidad y un lenguaje propio. Cada uno encontró su rol dentro del grupo y, a la vez, el sonido de la banda maduró por completo”.
Siempre inquieto, Spencer experimentó con nuevos sonidos en Spencer Gets It Lit (2022), un disco que nació en plena pandemia. “Con los HITmakers tuve la oportunidad de volver a explorar algunos sonidos y estilos de Pussy Galore, sobre todo con la percusión metálica -explica-. Además, Bob Bert, mi viejo compañero de Pussy Galore, tocó en el álbum, lo que reforzó esa conexión”. Este proyecto le permitió retomar la experimentación rítmica y la producción con elementos del rock industrial. A diferencia de sus trabajos anteriores, acá la estructura de las canciones es aún más libre, con un énfasis en la cadencia hipnótica y los ritmos tribales.
Para Spencer, la música es un proceso de descubrimiento constante. “Siempre intento empujar los límites y no repetirme -reflexiona-. Más allá de la experimentación, también dejo espacio para el error y el azar. A veces, algo que sale mal en el estudio termina convirtiéndose en un momento único y especial”. Su método de trabajo es simple pero efectivo: “Siempre empiezo con una grabación en vivo en el estudio, con la banda tocando junta en la misma habitación. Después se pueden sumar o quitar cosas, pero hay una magia especial en capturar esa energía en tiempo real“.
Cuando se le pregunta por su álbum favorito para tocar en vivo, duda. “Orange siempre es especial, pero también me gusta mucho Now I Got Worry, el disco que hicimos después -dice-. También disfruté mucho Spencer Gets It Lit, aunque no pudimos girar con ese álbum tanto como me hubiera gustado. Y mi último disco, Sick of Being Sick!, también me tiene muy entusiasmado”.
Además de su carrera musical, Jon Spencer es un fan de lo geek y la cultura pop. Sus referencias a películas de serie B, cómics y literatura pulp están presentes en sus letras y en la estética de sus proyectos. Su amor por lo bizarro y lo extremo se refleja tanto en su música como en su actitud artística. “Me encanta el cine -dice, y lamenta la reciente pérdida de David Lynch-. Siempre lo admiré“. Entre sus directores favoritos también menciona a David Cronenberg, Douglas Sirk, Todd Solondz y James Whale.
Sin embargo, lo que más disfruta de salir de gira es simple: “Los shows. Tocar en vivo, sin dudas. Esa es la razón por la que lo hago -afirma sin titubeos-. Girar puede ser increíblemente tedioso. Hay muchísima espera, estar lejos de casa no es divertido y puede ser agotador. Pero lo que lo hace valer la pena son los shows“.
Para terminar, le pedimos a Jon que nos cuente cómo le gusta recordar a Steve Albini, el icónico ingeniero de sonido con el que trabajó en varios de sus más grandes discos, y falleció casi un año atrás. “Steve era un gran amigo -dice con emoción-. Se escribió mucho sobre su carácter, que si era difícil, que si era gruñón o polémico. Yo nunca tuve esa experiencia con él. En cierto modo, sentía que eso formaba parte de su personaje o de una especie de actuación, sobre todo en los textos que escribía para fanzines en los 80. Para mí, siempre fue alguien muy amigable, muy gracioso y extremadamente inteligente. Además, siempre fue muy generoso y alentador“.
Albini no solo dejó su marca en la música, sino también en la manera de abordar el estudio de grabación. “Me abrió un mundo, me hizo ver el estudio de otra forma -asegura-. Con él, nunca existía un ‘no, eso no se puede hacer’. Si querías llevar un micrófono a la parte trasera de una camioneta para capturar el sonido rebotando mientras lanzabas un pedazo de metal, te decía: ‘¡hagámoslo!’. Siempre estaba dispuesto a experimentar”. Pero más allá de su talento técnico, lo que Spencer más destaca es su calidad humana: “Era un tipo generoso y, sobre todo, una muy buena persona”.
Con cada disco y cada show, Spencer reafirma su figura como un creador incansable, siempre explorando nuevos sonidos sin perder su esencia. Su espíritu sigue intacto, su ingenio sigue afilado y su compromiso con la música sigue siendo absoluto. Porque más que un género, el rock & roll es una forma de vida, y Jon Spencer la encarna como pocos.
Jon Spencer se presenta el martes 1 de abril a las 20 h en Niceto Club (Av. Niceto Vega 5510, CABA). Entradas disponibles a través de Passline, con un 20% de descuento para socios de la Comunidad Indie Hoy.
Escuchá Sick of Being Sick! en plataformas (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).