“Hay un lugar donde siempre volvés cuando viene la tormenta”, canta el cancionista rioplatense Julián Oroz al inicio de su nuevo álbum, extendiendo de inmediato la invitación a hallar ese refugio en el que nos sentimos resguardados y en calma. Fiel al formato canción y a la fusión de ritmos latinoamericanos que ha caracterizado el camino musical de este artista argentino, Hay un lugar es un disco emotivo y nostálgico, pero también es una propuesta alegre y esperanzadora para los tiempos que corren.
“La pandemia nos mostró, entre otras cosas, lo efímero de todo, la importancia del presente y de las cosas más sencillas -reflexiona el cancionista rioplatense-. Aprendimos a valorar el tiempo y el espacio. Añoramos lugares. Evocamos sitios de nuestra vida donde estuvimos. Y también tuvimos que buscar adentro lugares nuevos. Hay un lugar habla de todo esto”. Con declaradas influencias de Jorge Drexler, Jaime Roos, María Elena Walsh y Juan Luis Guerra, el disco sucesor de Ternura (2018) es un universo de canciones sensibles y cercanas que no dudan en homenajear a quienes las han ayudado a existir.
“Cantarte canciones de Jaime y de Jorge, aquellos maestros que marcaron nuestro norte”, declara Julián en “Febrero en Montevideo”, tema cantado a dúo con la cantautora Inés Errandonea. “Habrá que ser como la luna, que alumbra sin mirar a quién”, canta en clave de cumbia en “La luna alumbra” y, apoyado en el poder de las palabras y en lo transformador de la música, el compositor desata y comparte los pensamientos y emociones transitados durante el período de aislamiento.
“Con todo esto pasando tuvimos que encontrar refugios, estrategias para estar, para existir -comenta Oroz-. En el disco hablo de eso: de la soledad, de la luna y el reflejo, de la importancia de las personas que están al lado nuestro. Hablo de los deseos y las cosas nuevas, de amar a pesar de todo. De aceptarnos tal como somos. Este álbum es una certeza personal, una verdad propia. Y es también una invitación a que cada quien encuentre su lugar, su propia verdad”.
¿Cómo fueron los procesos de composición y de grabación de Hay un lugar?
Ambos procesos fueron bastante largos. Aproveché el hecho de que no hubo forma de ir al estudio durante bastante tiempo para dejar reposar las ideas. Tardé en saber de qué hablaban las canciones. Traté de no forzar las cosas, de no apurar los procesos. Dicho de alguna manera, dejé que el disco se escriba solo. Me dejé llevar y fui guiado por Charly Valerio, una vez más.
Charly Valerio te acompañó en los últimos tres discos. ¿Cómo es ese equipo y qué te hace seguir eligiéndolo como productor?
Con Charly venimos trabajando juntos desde Centellas en 2016, luego en Ternura de 2018 y ahora en Hay un lugar. Debo confesar que en un comienzo yo no confiaba en el rol del productor. Creía que alguien que estaba por fuera no era capaz de entender la esencia de la obra. Creo, hoy, que lo que yo tenía era temor a abrirme como artista, a dejar que alguien intervenga. Tenía miedo a que se metiera y aportara una nueva mirada. Charly Valerio entendió muy bien esos temores y fue interviniendo poco a poco, disco a disco. Tan acertadas fueron sus ideas y sus aportes en cuanto a arreglos durante el proceso de Centellas que comencé a confiar. Luego, en Ternura, le di lugar a correcciones en las mismas composiciones y hasta en las interpretaciones. Actualmente la dinámica de trabajo que tenemos es de ida y vuelta. Yo me di cuenta de que mientras más ideas suyas me permito tomar, más crece la obra, más ricos se vuelven los discos.
¿En qué se diferencia Hay un lugar de tus discos anteriores?
Creo que la principal diferencia de este disco con los anteriores es que ahora sé por qué hago lo que hago. El disco es un soplo. Una brisa que corre por un pastizal y hace vibrar ciertas hojas, ciertas ramas. El mensaje está ahí en el viento para quien quiera escucharlo entre el ruido.
¿En qué lugar estás cuando hacés canciones?
Cuando escribo canciones estoy en el lugar más profundo de mí. Quizás por eso elijo componer en soledad. Como te decía, voy aprendiendo a dejar que la canción me lleve y no llevarla yo. Busco perderme en las emociones, como quien bucea. Claro que cada tanto hay que subir a la superficie a tomar aire para volver a sumergirse. En ese equilibrio entre profundidad y superficie es en el que me muevo. El contraste forma parte fundamental de mi búsqueda. Siento que encuentro algo cuando tengo que dejar de cantar porque la emoción me inunda. Como si me topara con algo valioso, algo para atesorar.
¿En qué te ayudó este disco? ¿Qué soltaste y aprendiste?
Creo que lo que solté fue la ilusión del control. Es muy poco lo que puedo controlar después de todo. Hay que dejar ir. Aprendí más sobre mi paciencia. Reafirmé que las palabras son extremadamente poderosas y que nuestras acciones nos definen. Como dice en una de las canciones: “creo que dejamos una huella con más dudas que certezas”.
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