Hace varios años que la DJ y multinstrumentista argentina Heidi Lewandowski, también conocida como Kaleema, viene trabajando en los ritmos folclóricos. Su búsqueda en la electrónica la llevó a desestructurar su rol como cantautora en función de tener una mayor libertad a la hora de crear y experimentar con el sonido.
Su debut discográfico llegó en 2017 con Nómada, un álbum mayormente de pistas instrumentales. Pero esto se vería reformulado en 2021 para Útera, su segundo álbum, donde incorporó su voz como una forma de representar a las mujeres, que tantas veces han sido acalladas y ofuscadas por el patriarcado.
Con el EP de cinco canciones titulado Velo, publicado en 2022, este año la artista desembarcó en una gira por Latinoamérica. Así llegó a ser parte de la grilla en la versión colombiana de la feria BIME llevada a cabo en Bogotá, gracias a la convocatoria de fomento realizada por el Instituto Nacional de la Música.
Desde su creación en 2012, el INAMU pone en marcha convocatorias anuales para aquellas personas que estén inscriptas en el Registro Único de Artistas Musicales, destinadas a promover giras, conciertos, grabaciones y publicaciones de fonogramas, y audiovisuales. “Estuvo muy bueno el aprendizaje -cuenta en conversación con Indie Hoy acerca de su experiencia en BIME-. Es la primera vez que participo en un mercado de música, así que era todo muy nuevo. Vengo girando hace muchos años, pero todavía no había participado en un mercado”.
Este viaje se realizó como parte de la convocatoria de fomento lanzada por el INAMU. ¿Qué repercusiones creés que tienen ese tipo de políticas culturales para la música nacional e internacional?
Yo creo que está bueno porque es un espacio de encuentro entre diferentes agentes dentro de la industria de la música. Además me dio la oportunidad de conocer gente muy copada y de reencontrarme con gente que ya conocía. Yo había vivido tres años en Bogotá, del 2009 al 2012, entonces tengo un vínculo muy especial con Colombia, tengo muchos amigos, he tocado en bandas. Ya tengo como una raíz ahí y estuvo muy bueno volver después de tantos años para presentar mi proyecto.
¿Sentiste un déjà vu con respecto a tu vida pasada en Colombia?
¡Diferente igual! Pasaron muchos años también, muchos discos por el medio, muchas giras… ¡Mucha cosa, mucha vida! Pero sí siento que fue como un movimiento en espiral, como que de alguna manera la vida me sigue llevando a Colombia, lo cual está buenísimo porque también fue un referente muy importante para mi música. La música que me formó en Colombia me tatuó para siempre a la hora de producir y componer.
En tu música unís elementos folclóricos con la electrónica. Hay algo que conecta demasiado con el norte, de hecho alguna vez contaste que tu papá solía escuchar música brasilera. ¿En que sentidos pensás que tu música conecta con Colombia? ¿Qué te inspira de ese país?
En primer lugar, el folclore en Colombia es un mestizaje impresionante. Es muy abundante en ritmos, en lenguajes, en formas, las danzas, las celebraciones, los carnavales que tienen. Es un lugar muy genuino y fresco a través del cuerpo, del movimiento con el cuerpo. Es impresionante cómo bailan. La música no es una entidad separada de la danza, sino que es como un universo que funciona como unidad y está buenísimo. Eso fue lo que más me inspiró en un momento a dejar las orquestas. Yo tocaba en orquestas y estaba con el violín a full en la vida académica, y dejé todo y me puse a hacer música electrónica, que tiene que ver con esto de vincularse más desde el cuerpo. Me acuerdo que cuando decidí que quería ir a estudiar producción de música electrónica a Nueva York pensaba: “Me encantan las partituras, y estos maestros de la música tienen una música increíble que admiro y adoro interpretar, pero necesito hacer algo que sea productivo y eso va a tener que ser una experimentación.
¿Y con el resto de Latinoamérica? ¿Qué otras conexiones hay?
Bueno, a México vengo hace muchos años de gira. Siempre tengo mucho trabajo y me encanta la audiencia que hay acá, la gente es súper abierta. Está buenísimo porque como centro artístico y creativo de Latinoamérica, México es una bomba. Es como un lugar muy abundante en muchos sentidos y muy caótico también. Pero creo que en todo ese caos hay como un cierto orden que le da mucha magia. Después, en cuanto a otros lugares, siento que también tengo una conexión con Uruguay, que últimamente estoy yendo bastante y me encanta. Pasé horas de murga bailando ahí con unas mujeres que ni conocíamos. Todas esas celebraciones populares me vuelven loca. Eso también influenció mucho lo que hago de alguna manera.
En relación a estas celebraciones autóctonas, ¿hubo alguna en puntual que te haya impactado?
Hay un par de festivales que me volaron la cabeza en Colombia y son gratuítos, populares. Uno es el festival Petronio, que es espectacular. Se hace en la costa del Pacífico y está enfocado en la música de esa zona. Muchísima música con marimba, cantadoras, percusiones… Me voló la cabeza, fue brutal. Después tienen unos festivales increíbles que son en Bogotá y que se llaman Salsa Al Parque, Hip Hop Al Parque y Rock Al Parque. Bueno, Salsa Al Parque es épico también, terminás viendo unos artistas de salsa de altísimo nivel. Musicalmente, Colombia está volando. Entonces todo lo que alcanzo a ver ahí es muy poderoso.
¿Y hay algún artista en particular que hayas descubierto en esos eventos?
Estoy escuchando bastante a un hiphopero de Bogotá que se llama N Hardem, que está buenísimo. Y también a mi amiga Lido Pimienta, que la adoro y es una gran música y artista. Después hay un montón de grupos espectaculares… El otro día vi a un productor que se llama Super Rayo, que hace champeta, es percusionista y tiene un live set que está tremendo, así todo con ritmos bien champetudos, bien característicos de Colombia, deformados y llevados a un lugar muy lúdico. Para la pista de baile estuvo re bueno. Está Meztiso, que es un colectivo nuevo que está muy bueno, que son varios artistas que trabajan en conjunto. Hay muchos artistas por ahí haciendo cosas increíbles, pero se me ocurren esos.
Viviste en Estados Unidos, Colombia, Buenos Aires; estudiaste composición musical, violín y también música electrónica. Hay algo de constante ruptura en tu vida, de estar en constante movimiento transmutando… ¿Te considerás una persona inquieta?
¡Sí, demasiado! Yo creo que elijo estar en constante exploración. Medio que tampoco tengo otra opción. Intenté hacer otras cosas que no sean hacer música, pero es como que es muy mi “elemento”. Entonces no hay opción, sino me marchito literalmente. Y creo que ser inquieta y curiosa me lleva a estar cuestionándome a mi misma todo el tiempo cosas y cuestionando en general todo. Eso hace que haya un movimiento intrínseco que también afecta al proceso creativo. Está buenísima esa doble vida de estar de gira, viajando mucho, conociendo mucha gente, muchos lugares y mucha música, para de repente volver al estudio y tener ese tiempo de ir a “hacer nido” y quedarme muy quieta. Ambos procesos me gustan mucho, el escenario y después el estudio. Es como un movimiento ondulante que algunas veces fluye más que otras. Pero que me gusta, realmente lo disfruto.
Para Útera, tu disco de 2020, toma mucha fuerza esta idea de la voz y de los feminismos, que están en constante lucha por los derechos de la mujer poniendo la voz y el cuerpo. ¿De qué manera encontrás esto en la música de cada país que visitas?
En verdad me encuentro casi la misma idiosincrasia en todos los lugares, lamentablemente. Pero debo decir que viniendo de Argentina, y siendo oriunda de Buenos Aires, cuando viajo por Latinoamérica me cuesta muchísimo ver que en otros lugares el machismo es mucho más grave. No es que en Argentina no pasen cosas, sino que el feminismo ha ganado tanto territorio que ya hay cosas que ya no suceden y eso es un alivio para todas nosotras realmente. Me pasó en México que me encontré y me encuentro con unos machismos que son más bien complejísimos. Es como retroceder en una máquina del tiempo muchos años, demasiados años, y eso se siente mucho viniendo de Buenos Aires. Lo he conversado con muchas artistas de acá, de México, y me decían que eso re pasa y la pasan re mal. En esas charlas me sentía sorprendida de la gravedad, de las pocas herramientas que hay acá tanto para las mujeres como para los hombres. Y eso es complejo. Pasa en todos lados que hay machismos y violencia machista. Está bueno dialogar sobre eso y ponerlo sobre la mesa para que no se normalice, porque el problema es que se normalice. Eso solamente incrementa la violencia, entonces obviamente yo quisiera que las generaciones que vienen de artistas más jóvenes no tengan que enfrentarse a situaciones tan adversas a la hora de trabajar.
¿Y en cuanto a la lucha qué hay?
Yo creo que en Argentina estamos dentro de todo muy bien. O sea, a veces me enorgullece pensar en el recorrido que organizó el feminismo en nuestro país y todo lo que ha ganado de territorio real porque eso alivia a las generaciones venideras y a las actuales. Pero yo creo que la complejidad en países como México es que se sigue normalizando y, si bien hay organizaciones y feminismo, todavía falta muchísimo trabajo. En todos lados falta mucho trabajo, pero en algunos lugares todavía hay que concientizarse de la importancia de no normalizar. Creo que todavía no se comprende la importancia que tiene esto. Hubo una situación en particular en el tour y cuando se lo comenté a la gente que organizaba el evento, que eran mujeres, su respuesta fue “¡Ah! ¡Pero esta persona quizás estaba con alguna sustancia!” como justificando cosas injustificables. Aparte era un conductor que me llevaba y me traía. O sea, imaginate el nivel de gravedad… ¡Me estás diciendo que la persona que me lleva y me trae está drogada! Bueno, ¿Viste? En ese tipo de cosas. Lo hablo con mis amigas y mis colegas en Argentina y no entienden que haya una respuesta de ese tipo. Pero acá en México pasan esas cosas y los hombres tienen la idea de que tienen un dominio sobre las mujeres, algo que está mucho más marcado que en otros países.
¿Y cómo ves esa lucha en ferias como el BIME que por ahí promueven otras experiencias?
Me sentí cómoda, pero también entiendo que dentro del formato de una segunda edición todavía hay muchas cosas que están ajustando con el festival. Hubo algunas situaciones como de cambio de escenario y de prueba de sonido a último momento, y yo soy obsesiva. Fueron difíciles, pero no adjudico a que haya sido porque soy una artista mujer. Pero sí quizás hubiese sido conveniente un poco más de cuidado para ciertas cosas que entiendo que tienen que ver con la falta de experiencia, porque sé que lo hacen en Bilbao hace muchos años pero que ahora es una segunda edición. Todavía es muy reciente y están diagramando en qué parte de la ciudad lo van a hacer. Yo creo que eso también es algo que se podría revisar. Sin embargo, creo que es una propuesta interesante, principalmente porque es un puente para conectar con otros países, agentes, artistas, bookers y personas que trabajan dentro de la industria y que quizás de otra manera no se conectarían.
¿Qué fue lo que más te llamó la atención de la feria en relación a lo artistico?
Me pareció que estuvo bueno que sea muy ecléctico. Había de todo: cantadoras con guitarras, músicas, percusionistas, bandas de rock, hip hop… estaba yo que hago electrónica más experimental… ¡De todo! Había mucha variedad y eso estaba bueno.
En tu carrera siempre estuvo muy presente la naturaleza. ¿De que manera te conectás con la naturaleza cuando estás de viaje?
Tengo mucha suerte y a menudo toco en lugares hermosos que se hacen en espacios muy naturales, muchos festivales que se realizan en la naturaleza. Eso está buenísimo. Ya sea en un lago, en el mar, en un río o en la montaña, siempre estoy conociendo lugares impresionantes. Eso es como un plus. No solamente viajo a ciudades, y eso creo que está buenísimo porque sino sería más agotador. Siempre tengo pequeños tiempos para recargar energía ahí dentro de los festivales en los que toco, siempre hay un rato para un chapuzón en el mar, en el río, o para ir con algún amigo o amiga a tomar unos mates a la cascada… No sé, como situaciones así, idílicas. Aunque sean por momentos fugaces, uno va. Está buenísimo.
¿Hay algún lugar que te haya encantado?
Hay un festival increíble que ahora voy a tocar en agosto en Polonia, se llama Garbicz y queda en la región de Garbicz. Se hace en un lago impresionante que se ubica entre un pueblito muy chiquitito y un bosque. Es como muy mágico estar ahí, hay mucho silencio, mucho verde, el lago es impresionante y te podés meter a cualquier hora… Es muy hermoso. Después en México toqué en varios lugares increíbles, pero existe un festival que se llama Yelapa en Puerto Vallarta que es precioso. Queda sobre el océano Pacífico, cerca de Puerto Vallarta, en la playa. Está muy lindo ahí, no hay autos, solamente llegás por un panga, que es como un barquito, y después te lleva una moto. Cruza un río, es toda una situación de aventura.
¿Creés que eventos como el BIME de Bogotá tienen esa conexión con la naturaleza?
Bueno, es uno de esos eventos nocturnos que se hacen dentro de la ciudad. Además, Bogotá es una ciudad muy especial, tiene montañas relativamente cerca, arroyos… Tiene una magia especial, una impronta que la diferencia. Es muy verde Bogotá y eso está buenísimo. También hay muchas actividades en los parques, y eso aliviana un poco el hecho de estar entrando constantemente a clubes, teatros o salas de conciertos, que son como lugares oscuros donde no hay naturaleza. Entonces, creo que lo supieron armar bien. También hubo una feria internacional del vinilo que fue el día sábado de BIME y estuvo buenísimo. La hicieron en un parque. Estabas mirando los vinilos y al mismo tiempo veías las montañas. Tomabas un cafecito y seguías viendo las montañas… ¡Estaba re piola!
¿Te llevaste algún vinilo?
¡Sí! ¡Compré un vinilo de cumbia! Pero estoy en un momento en que ya no compro vinilos porque ya tuve una fiebre importante de adicción. Era un problema, ya que los discos de pasta son muy pesados y cuando terminaban los tours tenía que pagar muchísimo dinero de exceso de equipaje. Tengo una modesta colección en mi casa de Buenos Aires, pero trato de no comprar más porque es como un viaje de ida: empezás y no tiene salida, son callejones.
¿Cuál te compraste?
Me llevé uno de cumbia de Perú que ni lo escuché. Se llama Cumbia Choo Choo. Había muchas joyas, pero es un hobbie caro, los vinilos son mucho más caros que antes.
¿Estuviste a punto de comprar uno y no lo llevaste?
En realidad fui a buscar uno en particular que estuve muchísimos años buscándolo. Es un disco de salsa de mi grupo favorito, que se llama Orquesta Zodiaco. Tiene una canción en particular que es una locura, y que muchos melómanos de salsa la tenemos como favorita, llamada “Panteón de amor”. Lo busqué muchos años, lo encontré en Bogotá hace un par de años cuando vine a tocar a Rock al Parque con Chancha Vía Circuito, pero costaba como 400 dólares. Dejé pasar la oportunidad y el otro día, que era la feria del vinilo, pensé que seguro lo conseguía. Estuve toda la tarde buscándolo y no lo conseguí, así que me llevé uno de cumbia y me quedé mansa.
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