Con más de cuarenta años de carrera, el multifacético artista Fernando Noy, acaba de publicar su primer libro de relatos: Sofoco (Mansalva). Siete cuentos escritos en primera persona donde lo autobiográfico sirve como pretexto para llamar a las experiencias intensas por su nombre. Transgresivos, cada texto constituye un tesoro compuesto en las márgenes de la literatura, un modo personalísimo de ahondar esa delgada línea entre el erotismo y la pornografía del espíritu: la sinceridad. Con un estilo vitalista, siempre poético y profano, sus historias operan como casos testimoniales donde el deseo domina la vida de manera religiosamente despótica. Una de las voces más penetrantes y sugestivas de la literatura rioplatense contemporánea.
-Entiendo que Sofoco formó parte de una colección de textos escritos para Pág/12. ¿Cómo fue posible ese tránsito hasta convertirse en libro?
-Estos relatos fueron publicados en Pagina/12 dentro del suplemento “Soy” de temática homo que dirige brillantemente Liliana Viola, y gracias a la tenacidad del poeta-editor Francisco Garamona, finalmente logramos reunirlos, y con foto de Sebastián Freire, y el estupendo diseñador Javier Barilaro, más las fotos de Laura Tenembaum, y la coordinación de prensa de Karina Nisinman; hoy esta en todos lados.
-En algunas librerías, Sofoco lo encontramos clasificado bajo el rótulo de “biografías”. Si bien hay un dejo autobiográfico importante, el libro goza de una buena cuota de ficción. ¿Pensás que es importante definir al género que corresponde?, ¿por qué?
-Es simplemente ficción documental. Una especie de autoplagio que bien puede estar en ambas categorizaciones. Relatorio chismoso que rescata un tiempo anterior a la aparición del HIV lo cual aporta esa libertad absoluta del placer que ejercitamos no solo en el papel sino a partir de la propia vivencia hasta las ultimas consecuencias y siempre desde la perspectiva de una tremenda, pero al mismo tiempo, absurda lucha por llevarlo a cabo, en esos duros tiempos.
-Si bien es materia de críticos y especialistas, me gustaría –no obstante- que te detengas en tu estilo narrativo, e intentes desentrañar ese pulso vital que lo hace posible. ¿Te molestaría que te asocien con el barroco?
-No me molesta pero difiere del barroco en el sentido y destino de tomar las experiencias por su nombre. Lo siento mas cercano a la fragua de cuentos como los de Villordo, Lemebel, Lamborghini, que, además, tuve la dicha de conocer no solo para el autógrafo.
-¿Cómo te llevás con la Inspiración? ¿Hay mucha predisposición a ella?
-Cuando aparece es simple, uno se sienta y lo anota en cualquier lugar para que no pase desapercibido cierto texto o voz o idea pero yo no me pongo a pensar, menos aquí, que en verdad he ejercitado a pleno la memoria. Solo en las correcciones antes de la entrega. Ese es un trabajo realmente casi insoportable. Si sale una nueva edición ya pedí hacer varias “intervenciones”. Es que, como me dijera la exquisita poeta Amelia Biagioni, uno lo hace para de algún modo corregir lo que quedara en este mundo.
-A través de los siete relatos, el apetito carnal tiene una presencia ejemplar. Irrumpe a través de la voracidad sexual, pero que de ningún modo resulta estrictamente pornográfico dado que ponés en segundo plano al sexo para enfocar el deseo. Hay como una erotización de la realidad. ¿Qué significa para vos el Eros?, ¿qué poder te otorga al escribir?
-La actriz Julieta Ortega, excelente lectora, me comento: No es pornográfico por su carga poética. y dio en el blanco porque al menos para mi, el erotismo esta en tantas otras cosas y situaciones… incrustadísimo, que no son solamente del cuerpo, pero es la piel quien finalmente traduce en la experiencia del placer, esa especie de canto mudo ahora develado.
-¿Somos esclavos del placer?, ¿por qué?
-Porque por medio del propio placer y solo a través de él podemos liberarnos de sus preciosas alas. Aunque siempre el fénix de la pasión recupere su vuelo. Quizás sea esta la única esclavitud amorosamente esperada.
-Más allá de lo obvio, ¿ves algún vinculo entre el éxtasis y el gozo carnal?
-Uno trae al otro y viceversa, solo habrá que luchar con todo lo que trate de aislarlos. Trinidad de un dios ajeno al goce verdadero, además de mandatos como Patria y Hogar, serian los tres primeros ejemplos que me aparecen aunque lamentablemente haya tantos mas. Me pregunto porqué el pecado sexual como castigo, siendo uno de los ritos mas sublimes de toda la existencia, incluso desde los primeros años, y hasta la vejez.
-Salvando las distancias y diferencias formales entre cada uno, ¿te sentís de algún modo heredero de las propuestas de Copi y Perlongher?, ¿por qué?
-Con ellos en conjunto heredamos la antorcha del verbo para salir de ciertas trampas antes ya mencionadas. Nuestro legado incluye tantos otros nombres de poesía y ficción imposibles de enumerar. Yo en broma le decía a Liliana Viola que me pagaba cada colaboración religiosamente: “parezco Anaïs Noy” bromeando con esa gran maestra que ha sido y seguirá siendo Anaïs Nin, por supuesto.
-Estuviste exiliado en Bahía, Brasil. Tu relato “Lengua muerta”, se refiere a esa experiencia. ¿Ser argentino entonces significaba la peste?
-En esos tiempos Argentina era una especie de campo de concentración donde el deseo caía acribillado, lo comprobé huyendo a un país tan cercano como Brasil, donde a pesar de una dictadura paralela, podíamos sentirnos menos en riesgo y así sucedió y sigue pasando. Los argentinos no somos ninguna peste sino que en el fondo teníamos demasiada hambre sexual por tantos condicionamientos que al huir lográbamos saciar, aunque mucho menos entre nosotros. Ese misterio es mayor, como una especie de atavismo impúdico incluso para mi incomprensible.