Caminando por la feria de San Telmo un domingo por la tarde, entre tantos talentos, me atrapó lo hipnótico de uno de ellas, esta misma era la obra de Luis Martínez Salas. Me acerqué para seguir sus huellas y descubrir sus símbolos.
Luis no seduce a un arte cepillado, digerido o manoseado, él nos transporta a su proceso mismo, al ojo que agoniza lo que se afila, a la materia cruda, a una cita con la muerte como acompañante terapeuta, a mirar la vida que se esconde debajo de las piedras, a encontrar los seres que se confunden con las cosas y las cosas que cobran seres, a entender por un minuto la alquimia que desfigura la belleza podrida del sistema, a olvidar el mundo impuesto de las formas, a padecer una paranoia lúcida de ser atravesado por todas las fibras que componen el universo.
Martínez Salas es un lugar que se anuncia sin fin ni comienzo, una puerta de entrada sin salida y hoy los invito a un pestañazo en su mundo.
Estoy esperando el té que prepara Luis en la cocina, espiando el cúmulo de cajas de CDs sobre el piso, el retrato de Van Gogh observándome, una tela a mi costado con un ser salpicado de colores y letras en mayúsculas que dicen HUÉRFANO, una radio de pilas sobre el escritorio, un títere de Plaza Sésamo en la esquina. Todo anuncia sus indicios misceláneos.
Regresa con dos tazas y empieza por confesar sus antecedentes:
– Valparaíso, Chile, 1969.
– Diez años en tierras porteñas.
– Obra seleccionada y premiado en distintos certámenes: Salón Nacional de Artes Visuales, Salón de Dibujo Faber Castell, Salón Pequeño Formato Quinta Trabuco, Bienal Internacional y Concurso de Artes Visuales Valparaíso, entre otros.
– Colores preferidos: verde musgo, rosa, rojo y azul cerúleo.
– Muestras individuales y colectivas en Chile, Argentina, México y Francia.
– Artista exclusivo de la galería Magna, en Buenos Aires.
– Expositor permanente en la galería Bahía Utópica en Chile.
– Estudios en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar y Valparaíso, estudios en calcografía, un título como profesor de grabado y pintura en Buenos Aires.
Y así como los caminos que muchas veces componen el arte de una persona vienen de distintas direcciones, Sábato y Nicanor Parra estudiaron Ciencias Físico – Matemáticas, Luis estudio Mecánica Automotriz. Le preguntó qué fue lo que quedó impregnado de aquella época.
Una especie de encajar formas, un sistema que uno tiene que hacer funcionar. Un poco es ese el desafío cuando uno trabaja, ¿cómo hago para que esto que seguramente está en alguna parte del universo y quizás aún no este escrito, funcione? Porque está, pero está en rastros, y entonces ¿vos qué haces? Empezás a investigar. Lo que yo tengo como herramienta para esa investigación es la pintura, el dibujo. Pero no es ese el objetivo al final…
¿Cuál es?
Disfruto del material, de su manifestación, sí, pero mi fin no es la línea ni el color, mi fin, creo, porque esa certeza no existe mucho, uno muta… pero si siento que hay otra cosa detrás y no pretendo conocerlo todo, lo que me interesa es conectarme con eso que no conozco para ver qué es lo que surge a partir de ahí.
¿Preparás un discurso a partir de un sentimiento en específico para guiar al espectador en tu obra?
No me manejo así porque confío en que lo discursivo está en la propia historia. Por ejemplo, si a mi me invitan a participar en algo con temática impuesta y esta no coincide con mi historia, me cuesta mucho, por lo general trato de evitarlo. Ahora acabo de terminar un libro, de novela gráfica, Hijo de Ladrón, de Manuel Rojas. Ahí tuve que volver a un tipo de dibujo más figurativo pero la historia me encanta y tiene que ver con la mía, así uno se conecta porque son las cosas que a uno lo han conmovido toda la vida, entonces fluye.
Luis hace un paréntesis y confiesa:
Siempre me olvido de dar el tour porque no estoy acostumbrado, siempre he vivido en lugares tan chiquitos que el tour era mirar alrededor. Yo alguna vez dibujé en un pasillo que iba desde la habitación a la cocina, pero hice dibujos que me marcaron, en algún sentido creo que la incomodidad genera algo, te lleva a desafiarte poniéndote en un lugar en la vida que no es el ideal y después cuando uno llegue a ese lugar que parece idóneo, se incomoda uno de otra manera, es como una incomodidad más interna, hasta que se acomodan las cosas por dentro.
Me muestra los distintos espacios y sus maneras improvisadas de componer su estudio, nos quedamos ahí un rato platicando.
¿Por dónde creés que pasa esa fina frontera entre exhibir el trabajo propio y ser desleal con uno mismo?
Lo que yo le digo a los alumnos es que uno tiene que saber donde está parado, saber cuáles son las necesidades que uno tiene. Si las necesidades son económicas, bueno lo hago porque yo tengo un trabajo, que ese oficio me da para comer. Y si uno mira la historia, todos los pintores que retrataron a los reyes son los más famosos. Entonces, ¿cuál es la cosa? Es algo como impuesto también que viene del artista maldito, hay una intensidad, una pasión y una obsesión que es re contra admirable, que a mí me gusta y me gustaría a veces vivirla pero al mismo tiempo, también sé, es una invitación peligrosa. Así como dicen que los artistas no tienen que ser equilibrados para llegar al punto extremo y ver qué sucede ahí, qué sé yo, no me atrevería a ir a vivir del aire ni tampoco me vendería. Entonces vivo como más o menos viví mi infancia, tranquilo, no tengo que ir a ningún lado extraordinario ni ser ese ser que ilumina el universo, hay mucha vanidad también en eso.
¿Cómo has percibido la docencia?
Uno puede transmitir y el otro desde su problemática o inocencia, te genera a vos también un intercambio, es un diálogo integral, de humano a humano.
¿Vos considerás que el oficio de artista conlleva alguna responsabilidad social?
No es literal ni directa, al menos para mi, la he ido descubriendo de a poco, en simultáneo a la negación frente a eso. Tengo un amigo que me decía ¿por qué nunca lo social, la historia, lo de Chile?
Chile tiene un proceso jodido que me ha afectado toda la vida y es cierto que tengo un dolor ahí, enquistado, pero no me nacía expresarlo de esa manera. Lo intente alguna vez y me pareció muy artificial, creo que lo encontré después de años, sumergido. Empieza a brotar pero emerge con otro rostro, con un lenguaje mas poético. Y no tiene que ver con los problemas únicamente en Chile, sino con la existencia y lo que significa el tiempo, lo que a cada ser le puede suceder en este recorrido de estar vivo, de acuerdo a estas corrientes marinas que nos van tirando de un lado a otro.
Hay cosas más terrenales también, que si tiene que ver con hechos puntuales de la historia escrita de Chile pero los llamaría más que problemas, circunstancias tejidas, organismos en composición y cruces, formas que se mueren y otras que abusan de esas muertes. Hay algo que está en el poder, en los vicios, en lo social, en lo político, en ese comportamiento del ser humano que es autodestructivo pero al mismo tiempo genera belleza.
Lo artístico, es una realidad que se filtra en lo cotidiano, la realidad que vivimos, porque sino parecería que uno anda volando todo el día pensando en estas cosas abstractas y no, porque hablando ya de cosas concretas, de política, en mi caso sí existe una posición, de tener ideas en común con ciertas visiones, de apostar por una postura. No lo que conocemos como militante sino en el sentido de: ¿con qué honestidad se trabaja, cuál es la preocupación de uno como artista y ser humano, de qué se ocupa uno cuando piensa, habla y trabaja?
¿Qué se necesita para hacer arte?
Me parece que hay que tener esa conexión con eso que nos jode o incomoda, con eso que no encaja.
¿Técnica preferida?
Soy bastante infiel, libertino. Puedo dibujar solo con lápiz y papel y pasarla bien, eso significa meterme en ese mundo y olvidarme de todo lo demás. Después el día siguiente puedo tomar la acuarela y luego hago algo en óleo chiquito o algo más grande en técnica mixta, acrílico, tinta, lápiz, pastel, carbón sobre tela, grabado. No es que no puedo profundizar en nada sino que naturalmente necesito esa diversidad como para encontrarme. Hay un momento en el que sí me concentro en una técnica, pero cada cierto tiempo necesito variar.
¿Referentes?
Es como la vida, claro, uno tiene íconos, referentes, pero al final son como amigos, con los que uno puede dialogar acerca de temas en común. No hay uno, no hay dos, no hay tres, hay un montón y cada uno ha establecido un diálogo distinto. Pero sí te puedo decir unos nombres, siempre va a estar Giacometti, Bacon, Ferrari, Stupia, Van Gogh, Goya, el Bosco, Guayasamín, siempre va a estar Matta, cómo se mete en el espacio, cómo construye esa tridimensión, esa profundidad que es mental al final.
Esa multidimensionalidad también está en tu obra, así medio Pessoano…
La complejidad está muy presente, estar en muchos planos. A veces he pensado en firmar distinto, a veces me siento múltiple. No creo que uno sea uno, somos muchos.