Con dos discos de larga duración bajo el brazo, un mágico viaje a Rumania para encargarse de la música de “Loverboy” (película de Catalin Mitulesco que estuvo seleccionada para el Festival de Cannes), un video filmado por el francés Vincent Moon, fechas compartidas con Devendra Banhart y un pasado de Mataplantas, Pablo Malaurie tiene historias de sobra para musicalizar y compartir.
Luego de que El festival del beso (2010) tuviera un éxito que traspasara fronteras tanto geográficas como idiomáticas habiéndose editado en un lugar tan lejano como Japón, Malaurie emprendió inesperados y anhelados vuelos. El viaje a Rumania producto del interés que le generó a Mitulesco la música que escuchó en el video que Moon colgó en el sitio web La Blogotheque hizo que el artista no sólo viajara por cincuenta días a miles de kilómetros lejos de su tierra, sino también que lo hiciera solo, que terminara siendo uno de los personajes de la cinta y que registrara sus propias imágenes con el fin de poder realizar su propio documental.
Hoy Malaurie pareciera tener anécdotas de todos colores y no querer detenerse en su búsqueda creativa, búsqueda que el año recién pasado se plasmó en El beat de la cuestión, su más reciente trabajo discográfico en el que el músico se aleja del ukelele que lo acompañó en toda su placa anterior para adentrarse en los sintetizadores y en la utilización de los beats como manifestación del corazón. Dentro de la renovación que se oye en su nuevo disco con respecto al anterior es el diálogo con más instrumentos que le otorga otro brillo y otro carácter al sonido de los doce tracks que van desde la continuación más ornamentada de las canciones de El festival del beso a canciones más electrónicas que incitan al baile nocturno.
Previo a su presentación del viernes 6 de junio en la Fiesta Invasión de Niceto Club, Pablo Malaurie habló con IndieHoy para comentarnos su visión acerca de su música y sus procesos.
¿Cómo has sentido el recibimiento por parte del público de El beat de la cuestión?
La verdad es que tuvo un súper recibimiento. Dudaba un poco de eso porque venía con algunos detractores respecto de mi alejamiento del ukelele y la aceptación de esta nueva paleta sonora era medio un fantasma. Pero en seguida tuvo una respuesta muy positiva.
¿Y dónde dejaste el ukelele que acompañó todo tu primer LP en solitario???
Está en su estuchito, en una piecita con el banjolín. Son dos que cuando salen estás mil horas afinándolos y terminás con un sintetizador.
Se notó un fuerte cambio de estética entre El beat de la cuestión y El festival del beso, y es un cambio que están teniendo varios músicos de la escena local. Me imagino que este cambio estético surge simplemente de una necesidad propia que nace producto de los cambios personales y de las ganas de enfrentarse con nuevas cosas pero igualmente la pregunta te la queremos hacer, ¿qué nos puedes decir acerca de los sonidos de tu último trabajo? ¿el sonido que se logró fue una búsqueda más bien conciente a partir de las nuevas tecnologías que están cada vez más a la mano o surgió de una manera más espontánea?
El nuevo sonido surgió jugando en casa con sintetizadores y máquinas de ritmos e integrando eso con una guitarra criolla y baterías acústicas. Después vino este concepto del viaje de una cabaña destrozada hacia una discoteca y terminó justificando el espectro sonoro casi literalmente. A la hora de entrar al estudio no estaba bien claro nada… Los chicos de la banda no conocían las canciones y ahí nos pusimos a ver qué iba pidiendo. Por otro lado, la situación post Cromagnón dejó todo difícil para la escena eléctrica y eso tuvo que ver bastante creo en la oleada acústica que se generó. En ese contexto surgió lo del ukelele de El festival del Beso, por supuesto que con una idea estética, pero con la comodidad de llevar apenas un estuchito y pudiendo tocar en cualquier lado. Y después de un tiempo, bueno… mirás el amplificador, le pegás una enchufadita a la guitarra y vas subiendo el volumen… te das cuenta que la música te envuelve y se vuelve más poderosa y bueno…traigan a los muchachos y armemos una banda.
¿Y cuál es el momento que más disfrutas de la creación de un nuevo disco? (composición, muestra de canciones, grabación, post…)
El momento compositivo es muy placentero y cuando la canción está casi lista empieza una ansiedad, ahí a veces hacés un demo que puede ser peligroso porque lo escuchás tanto que te esclaviza y querés que en la grabación salga todo igual y eso no es posible. Creo que lo mejor es meterse a grabarla e ir construyendo la casa posta, y no la tapera que te enamora y después no te deja hacer la casa. El momento ese del estudio donde vas sumando elementos y todo se va dimensionando de maneras impensadas es impresionante, definitivamente es lo que más megusta. Ahora me copa más eso de la producción que todo el resto.
¿Encontramos a El Juglar Anónimo en El beat de la cuestión?
Yo creo que son las mismas canciones con diferentes chiches. El chiste del Juglar Anónimo dura lo que un chiste y en la tapa de El beat de la cuestión está claro que ya me hago cargo de las canciones y no me invento un nada de anonimato.
¿Y cuáles son tus sensaciones hoy al escuchar El festival del beso?
Lo estuve escuchando hace poco porque lo remasterizamos para un lanzamiento en vinilo que se viene… Está ahí todo tan solo y llegó tan lejos que le tengo mucho cariño.
¿Tres discos que le recomiendes a los lectores de IndieHoy?
Branas, el nuevo disco de Cosmo, Scott 3 de Scott Walker y La Novela de Pablo Malaurie.
Última pregunta, ¿lo tuyo es el amor y la aventura?
Lo mío es Daiana Ruiz.