Lucas Fitzsimons tenía tres años cuando su familia decidió instalarse en Los Ángeles, California. Oriundos de San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires, y tras un breve paso por el barrio porteño de Belgrano, los Fitzsimons escucharon las recomendaciones del tío Juan, que ya había migrado a Norteamérica en los setentas, y fijaron su destino a 10 mil kilómetros de casa.
Lucas fue al jardín, a la escuela primaria y a la secundaria en Los Ángeles, y estudió Historia en la Universidad Estatal de California. Aprendió inglés “de manera natural”, asegura. Aunque hoy, con 28 años de edad, todavía sabe hablar en un castellano de acento gringo.
Del otro lado del teléfono se excusa por su vocabulario y cuenta que la casa de sus padres sigue siendo una importante porción de la Argentina. Allí se habla en castellano, se miran partidos de fútbol –más que nada de San Lorenzo, el club de los amores de su papá-, se mira televisión argentina y se come carne. “La verdad que no sigo el fútbol como cuando era chico”, admite y aclara: “Igual me encanta mirarlo cuando voy a lo de mis viejos”.
En estos momentos Lucas está enfocado en la promoción de America’s Velvet Glory, el nuevo disco de su grupo The Molochs, y uno de los lanzamientos más interesantes en lo que va del año. Él es el compositor de las canciones y el cerebro detrás de esta banda que nació como dúo de las cenizas de Bad Dream, su proyecto anterior. Pero su conexión con la música nació mucho antes, casualmente en Argentina.
Diez años después del desembarco en Los Ángeles, Lucas viajó junto a su familia a San Antonio de Areco para visitar a sus abuelos. Y en el sótano de esa casa encontró una guitarra que le cambiaría la percepción para siempre.
“Antes de ese viaje a Areco un amigo mío empezó a tocar la guitarra y me enseñó un par de acordes. Me pareció interesante aunque no tanto como para ir a comprar una. Pero cuando encontré la guitarra en el sótano de mis abuelos, me decidí. Es loco, realmente todo empezó en Argentina”.
Lucas volvió a Los Ángeles con la meta de aprender a tocar y tomárselo en serio. Su papá tenía algunos discos de Sui Generis y de John Lennon, pero la música que estaba sonando en su barrio por aquel entonces era muy diferente.
“Empecé con el punk, más que nada con el hardcore punk. Me gustaban grupos locales del este de Los Ángeles. Tenía varios amigos mexicanos que vivían en esa zona y había todo un circuito de hardcore latino. Grupos como Union 13. Ese fue el sonido de mi adolescencia, el que estaba alrededor mío, era imposible no absorberlo”, recuerda.
Los Beatles y el blues, dos de los elementos que señala como fundamentales para el sonido de The Molochs, aparecieron mucho más tarde en la vida de Lucas. Y tal como les ocurrió a los Fab Four de Liverpool, hubo un viaje a la India que fue trascendental para corregir su camino. Allí se dio cuenta que las cosas no iban bien con algunos de sus compañeros de Bad Dream y que tenía que reconfigurar el equipo.
“Fui a la India con profesores y compañeros de la Universidad, fue un viaje a otro mundo. Tuve mucho tiempo para pensar en mi vida en Los Ángeles y todos mis problemas se hicieron muy fáciles de solucionar, se me aclararon las cosas. Cuando volví, les dije y medio que se calentaron. No quisieron que siga con el nombre Bad Dream. Quedamos sólo el baterista y yo, y él me convenció de que teníamos que empezar de nuevo con otro nombre”, relata Lucas.
Ese fue el comienzo de The Molochs, que se cristalizó en 2013 con el álbum Forgetter Blues, un disco de sonido lo-fi que editaron de manera independiente y que no tuvo demasiada repercusión por fuera del circuito de Los Ángeles. “Está buenísimo hacer las cosas por vos mismo pero tenía ganas de encontrar un sello que creyera en nosotros, que nos lleve a otro nivel”, señala Lucas. Y ese sello apareció: Innovative Leisure (IL), conocido por editar a Allah-Las, BadBadNotGood, entre otros.
“No sé cómo se dice en español pero fue como estar en the right place at the right time (el lugar justo en el momento indicado)”, dice Lucas para tratar de explicar qué fue lo que ocurrió a partir de la reciente salida de America’s Velvet Glory. Pero el mérito fundamental radica en la música, y sobre todo en la potencia del corte difusión del álbum, “No More Cryin’”.
“Fue la última canción que escribí y la que salió más rápido”, dice el cantante y guitarrista. “La compuse en el estudio. Me gusta, aunque tiene un sonido muy básico. Y no lo digo de mala forma, es demasiado simple. Sin embargo eso es parte de la estética de la banda: la simplicidad, lo minimal. ¿Se dice así?”, pregunta y agrega: “Es algo que te llega enseguida, no tenés que adivinarlo”.
Ahora The Molochs, que lo más lejos que habían llegado era a Oakland, en la bahía de San Francisco, tienen por delante una gira que los llevará a varias ciudades de los Estados Unidos y a cruzar la frontera para tocar en Toronto, Canadá. ¿Y Argentina? “Me encantaría, realmente sería fantástico hacer un recital en San Antonio de Areco”, sueña Lucas.